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Por la mañana mi amigo del alma, Juan Cristóbal, me invitaba a ir a Baeza a los toros. - Hace mucha caló: le dije. Con un torea Curro me llevó al huerto. -¡Venga! A las seis de la tarde salimos hacia Baeza, cuarenta y pico grados, y Baeza tiene guasa; en esa plaza he pasado las tardes más grandes de calor y de frío de toda mi vida; pero, nobleza obliga, vi a Curro Romero en su última actuación en ese coso bordar el toreo con la zurda. Cómo toreó Curro al natural. Ayer además del calor infame que hizo, vimos a dos toreros que de no estar en la empresa que están no torearían ni en el patio de su casa. Finito con su mandanga despachó la tarde entre dudas y muletazos buenos, más de lo primero, ante dos toros manejables. Y Fandi, pese a cortar tres orejas, ya no nos acordamos casi de nada; no siente el toreo, lo practica y lo basa en puros efectos. Me había llevado bolígrafo y un cuadernillo, pero el bolígrafo me jugó una mala pasada, o buena, en mitad de la tarde se cansó y dijo nones, y no creo que fuese porque la tinta estuviese fría, no. Habla sólo el recuerdo... Justo al echarse el sexto de la tarde, salimos en huida hacia el coche que nos aguardaba bajo una sombra; su aire climatizado rápidamente puso el habitáculo de maravilla. Recobramos el resuello pasado Ibros. Desde la serpenteante carretera en bajada divisábamos un valle poblado por olivas, y abajo, en el fondo, la estación de Linares-Baeza con sus luces chispeantes; la noche estaba a punto de devorar al día, ese momento mágico de transición en el que el cielo, en el horizonte, adopta caprichosos colores del naranja al gris, pasando por una gama de rojos y azules. Como una luciérnaga un tren se aproximaba lentamente. Espléndido paisaje. Fue aquí, relajados, en esta bajada, donde comentábamos como había estado Curro Díaz con el quinto de la tarde. El quinto pertenecía, como toda la corrida, a Julio de la Puerta; bastote y no demasiado bonito. Pero su bastedad física y de embestida cambió radicalmente en las manos del torero de Linares. Nos decíamos: ¡Qué redondos!, no se puede torear más despacio, el cuerpo encajado en las caderas y llevando al toro hasta atrás humillado. Hoy ha estado afuentado: conveníamos. Y que mejor que parecerle a José Fuentes trazando el toreo. Aunque éste, Curro, más aflamencado en los broches; hubo una trincherilla con delicadeza, insinuada, convertida en caricia, el resto de los remates más gitanos, de romperse la camisa. Una sola serie con la zurda en la que el bruto aportaba poco y de nuevo la diestra honda y profunda. Qué cadencia. Ora con la figura erguida pero desmayada, más relajado, abandonado el cuerpo. Qué rotundos los olés. Los pases de pecho de pitón a rabo. Hemos pasaó calor, pero hemos visto torear. Lleva usted razón señor Pla, Curro es un referente. |
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