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  CARTEL FRANCO MEXICANO EN LA MONUMENTAL DE INSURGENTES  
   Por Mary Carmen CH. Rivadeneyra - México
[ 22/01/2019 ]
 
     
 

En tarde fresca y de noche fría, en preludio de eclipse, se llevó a cabo la decimosegunda corrida de la temporada grande en la plaza México.

La personalidad de cada matador se ve desde que van llegando a la plaza, y para la ocasión, Sebastián Castella convirtió la calle de Augusto Rodin, en los Champs Elysées, al llegar a bordo de un distinguido auto coleccionable que transportaba al galo.

Vestido de azul y oro, con vanguardista diseño de bordados en la seda, Castella, recibió al primero de la tarde de la ganadería de Fernando de la Mora, “Espanta suegras”, de preciosa pinta girón, calcetero y lucero, que acogió con el aroma que desprende su capote al darle una tanda de verónicas y revolera superior. La pica fue justa. Octavio García el payo intervino en un sorpresivo quite de mandiles y una media llena de torería.

La faena de Castella fue de variado repertorio, por derechazos, naturales y cambiados por la espalda, dosantinas, cada tanda iba cubierta de oficio y mando; mientras los olés acompañaban la lidia. El de la divisa amarilla y blanca, fue a mitad de la faena perdiendo fuerza, buscando la querencia y complicado el momento de la verdad, que incomodó el mérito anterior.

Para su segundo, recibió a  “Mi Tx”, que después de darle el bonjour a la verónica, y tras el tercio de varas, deletreó en lances por chicuelinas de alta calidad. Brindó en actitud trè gentil a todo el aforo. La montera humilló de cara a la arena. Mientras toreaba, se escuchó a un aficionado decir ¡Viva Napoleón!, y así surgió el jaleo del tendido, ese que cuando el aficionado divaga, hace lo que el escritor, Santiago Ramírez en su obra “El mexicano, psicología de sus motivaciones”, que describe a plenitud, al hablar de estos rasgos de conducta, que va desde la espontaneidad para expresarse de los mexicanos y colocar la exclamación, creativa, chusca, adecuada a las situaciones; en este caso el griterío que salía de diferentes puntos del tendido, se enfocó a la situación política y social de México, escuchándose gran variedad de expresiones,  “A ese toro le falta gasolina”. Mientras Castella acudía a descifrar al mismo, “Mi Tx” que era un enigma en la embestida de poco juego; fue por derechazos y naturales, pero no había una colaboración a su altura. Desenfundó el acero, y se tiró a matar entre polémica de opiniones.

Por su parte Octavio García “El Payo”, vestido de gris perla y oro, se echó el tarot con “Quita penas”, un guapo cárdeno calcetero, que toreó a la verónica y bregó estupendamente, para rematar con una media aquilatada.

“El Payo” sabe deletrear la esencia de la verónica, además de haber puesto habilidad y clase al ponerlo en suerte ante las cabalgaduras, que por cierto fue un puyazo, trasero y molesto. Octavio llevó al astado en un ballet a los medios, y fue bordando el toreo en hilos de oro, con derechazos y naturales que parecían ser más largos que lo que falta del año. Lamentablemente el acero no logró redondear la obra, pero dejó el redondel con un fino aroma de arte que caracteriza al queretano.

Recibió una aclamada ovación en los tercios.

Para su segundo el destino juntó los contrastes: un “Payo” y un “Gitanillo”, que era el nombre del hierro de Fernando de la Mora. Un ejemplar bien presentado, que fue al caballo en embestida que dejó escuchar el arranque de pezuñas en la arena, las banderillas como toda la tarde, fueron pares y nones. El diestro de aura dorada, le sacó con la muleta tandas completas de derechazos, también con calidad y sello propio de un torero que ha dejado en las últimas tardes mucho de su propia vida en su intensa trayectoria.

Juan Pablo Sánchez, vestido de rosa y oro;  lidió a “Bandolero” un bello ejemplar entrepelado, bragado, que llevaba en el pelaje rizado de su cuello la textura de una montera. Sánchez lo llevó bregando con técnica y le pegó una revolera en los medios de amplia sonrisa. Brindó a toda la plaza, para comenzar a estructurar una faena de derechazos, y de coros que acompañaban su obra al ritmo de ¡Eeeh!, le marcó varios cambiados por la espalda, remates de pecho, el astado estaba arraigado a la arena, era difícil para poder ligar, poco colaborador, por lo que decide usar el estoque; colocó una estocada defectuosa, que terminó con el toro, que desde  el nombre era dudoso, y en duda su embestida resultó.

El lote de Juan Pablo fue complicado, “Fina estampa”, negro bragado; que quedó en la estampa, y lo cambió por estampida, del ruedo, nada quería saber. Apuntó mansedumbre, planeó darle un menudo susto a un banderillero, que se jugó la vida al salir del momento de la reunión y tirarse al callejón en aguda angustia. Juan Pablo tendrá mejor suerte otra tarde en que se pueda explayar en su toreo artístico.

“Le petit cadeau” de Sebastián Castella, se llamó “Río Dulce”, que lo transformó  poco a poco en el Sena, con la magia que lleva el torero de tan finas hechuras; lo lidió como el oleaje del afluente parisino, en un ir y venir con verónicas llenas de cadencia, llevándolo al caballo con una media rematada con fresca brisa. Tras los tercios correspondientes, se situó en  los medios, citando de largo para plasmar un péndulo, seguido de cambiados por la espalda, enormes tandas de derechazos que el respetable aplaudió entregado y deseoso de verlo triunfar. Pero también probó por naturales, y eso, no tuvo desperdicio, ya que el burel acudía al engaño. Así logró cerca de cinco tandas, que fueron alargando la faena, la noche y el talante del frío que abrazaba a la monumental. La suerte suprema invita al silencio y la plaza lo guardó al ver al torero perfilarse, solamente el mordisco de un niño, que con sus  pequeños dientes, quebró la oblea que saboreaba y en el entorno se escuchó. El acero de mala colocación evitó que el juez le diera la oreja, a pesar de que el público la pedía. Sebastián lamentaba el final de la faena. El diestro de ojos color de cielo, dio una aclamada vuelta al anillo de la plaza, agradeció al público y uno más a él. ¡Merci beaucoup!

El otro presente de Octavio García, fue, “Mar de Nubes” de pinta entrepelado bragado, era prácticamente un astado con el que se vio esforzado y propositivo, pero no pudo consolidar su anhelo en un triunfo rotundo, no todos los regalos gustan, aunque tengan un fino arreglo exterior, hubo silencio tras un aviso.

La luna, esperaba la intimidad de la profunda noche para vestirse de grana y oro, mientras la plaza vacía, había dejado un aroma a galante torería.

 
     
   
 
   
     
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