En estas últimas semanas hemos oído hablar mucho del indulto de Julián López “El Juli” al toro “Orgullito” del hierro de Domingo Hernández, en la plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. En la última década, hemos presenciado ya tres indultos en este coso sevillano, algo inédito en una plaza de la categoría de la capital sevillana.
En el tercio de varas, el toro no realizó nada a destacar. Julián tampoco lo quiso lucir, ni lo puso en suerte, el varilarguero tampoco hizo bien las cosas. El animal fue bueno en el último tercio, pero a años luz de lo que siempre se ha entendido como un toro bravo que empuja con fiereza a la montura y se crece en el castigo. Si pegamos una revisión al Reglamento Taurino de Andalucía, el artículo 60 dice “una res, por sus características zootécnicas, demuestre un excelente comportamiento en todas las fases de la lidia sin excepción y especialmente en la suerte de varas…”.
Un indulto generoso como el que vivimos ese día, no hace más que banalizar una fiesta basada en la bravura, la fortaleza y la casta del toro. Si se hubiera aplicado el reglamento Orgullito, no hubiera pasado a la historia como el reflejo de la bravura, sino como un referente esencial del toreo moderno, donde lo único que interesa es el último tercio. He podido escuchar a algún aficionado una muy acertada reflexión “el toro bravo, fiero y escastado, ese que colma la aspiración de un aficionado y que le gustaría indultar, ya no sale a las plazas, y si saliera, lo machacarían en el tercio de varas”.
Al día siguiente todos los medios de comunicación generalistas, hablaron de esa triunfal tarde. Tuvo bastante repercusión en informativos televisivos, radios, medios escritos y digitales. Pero un indulto no es, ni mucho menos, la salvación de la Fiesta de los Toros. Se produce un desangramiento de su protagonista principal (toro) sin que nadie haga nada por remediarlo.
Hace dos años cuando se indulto el toro de Victorino Martin, “Cobradiezmos” de manos del sevillano Manuel Escribano, no hubo ningún tipo de discusión, ya que fue un gran toro en todos los tercios, a diferencia del de este año. Yo si me tengo que quedar con alguno, fue con el del hierro de Albaserrada. Curiosamente esas dos tardes el presidente era el mismo José Luque Teruel, una persona que ya puede pasar a la historia como indultar dos toros en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
El triunfador numérico del ciclo maestrante fue el madrileño Julián López “El Juli”, después de cortar cuatro orejas. Igualando las cinco puertas del príncipe de Curro Romero y José Antonio Ruiz “Espartaco”. Pocos pueden tener tal reconocimiento, por mucho que a algunos, entre los que me incluyo, no nos guste su concepto del toreo.
A mí personalmente lo que mejor sensación me ha dejado de la feria de abril, fue el buen concepto del sevillano Pepe Moral, que en la prefería dio una lección del toreo al natural con el encierro de Las Ramblas y después cerró el ciclo enfrentándose a la de Miura. Deberían tomar nota las figuras anunciándose con una corrida dura y otra un poco mas toreable, no todo ha de ser coger el camino más sencillo.
Me acuerdo también bastante de dos soberbias series al natural de Alejandro Talavante, en su segunda tarde, lástima que mucho público todavía estuviera extasiado por la tarde del lunes y la disparidad de criterios de los equipos presidenciales, pero la faena fue merecedora del doble trofeo. También me gustó bastante una de las faenas que realizó Ponce al encierro de Garcigrande. Y el resurgir del colombiano Luis Bolívar, con el único toro potable de La Palmosilla, ganadería que se presentaba en el coso sevillano. Y de los jóvenes valores me agradaron Pablo Aguado y Rafael Serna.
Como aspecto negativo del abono, me quedo con el mal juego que dio la ganadería de Victorino Martin. Del papel del extremeño Antonio Ferrera, que fue acartelado tres tardes, incluyendo la del domingo de Resurrección, esperaba muchísimo más de él, es verdad que no le tocó ningún toro de alta nota. Y tanto José María Manzanares, como el peruano Roca Rey, a pesar de algunos pequeños apuntes, no terminaron de redondear ninguna de sus actuaciones.
El empresario no ha conseguido su objetivo, que era el incrementar el número de abonos. Salvo las tardes realmente rematadas, se ha conseguido llenar algo más de media plaza. Me resultó muy preocupante por ejemplo, que un miércoles de feria, día grande en la capital hispalense, solo se registrara media plaza. Y también me preocupa que en las tardes que no son de relumbrón, el “palco de los maestrantes”, se encuentre prácticamente vacío. Esto habla muy mal, de la afición que tienen, los propios propietarios del Coso del Baratillo.