Hay quien dice que las comparaciones son odiosas, y lo son siempre y cuando se utilicen para degradar a alguien o algo; lo que sí está claro, es que cuando se utilizan de buena fe, son muy aclaratorias.
Habrá quien piense que comparar a Paco Ureña con Juan Belmonte es descabellado, pero yo creo que todos los toreros actuales en mayor o menor grado expresan matices de aquellos que fueron escuela de futuro; y, no habrá discusión en que Belmonte lo fue.
Hablar de Belmonte es una aventura apasionante y ardua, más aún para quien no le vio torear como es mi caso. Pero existen fuentes que dejan claro la magnitud de un torero que hizo historia… Películas antiguas, vídeos, libros… a mí personalmente, quién más me aportó a la hora de descubrir a este monstruo del toreo, fue, Chaves Nogales con su novela biográfica. A través de ella se descubre al torero y a la persona, que a fin de cuentas, como dijo él en su axioma, se diferencian poco: Se torea como se es.
Antes de Belmonte se pensaba en torear, en descubrir la técnica para salir airoso de las lidias de los toros, y después de él, en sentir para crear. Fue el vértice histórico donde se posó el equilibrio de la técnica y el sentimiento, antes no pasaba de ser un oficio más o menos elegante o creativo, para después, ser arte con mayúsculas.
Juan Belmonte no fue sólo el descubridor de la base del toreo moderno, lo más importante del torero trianero fue su actitud delante de los toros, gracias a su exposición y pureza descubrió el sitio para lidiar y poderle a los toros.
Teniendo en cuenta el cambio que ha sufrido el toro actual, Paco Ureña se asemeja a Belmonte en tanto actitud como en aptitudes. Tiene capacidad técnica para lidiar en base a la pureza y, además, una actitud -valor- que le lleva a invadir terrenos cargados de riesgo. Terrenos desde los que se alcanza el poder y la hondura del toreo. Es un torero, que al igual que Belmonte, no le importa torear desnudo dejando sus piernas a merced de los pitones de los toros. La falta de matices trianeros -aunque los tiene- la suple sobradamente con verdad en su toreo. Si aquél indicó que la redondez es la belleza, éste se recrea en ella y la disfruta; es de los pocos toreros que existen hoy capaces de crear un estado de emoción en la plaza a través de una actitud épica de creatividad barroca; aquél toreo desgarrado de entrega absoluta cobra sentido hoy en el quehacer de Paco Ureña.
Para todo esto es necesario, como tuvo Juan Belmonte, un corazón de plomo; un corazón capaz de ralentizarse al tiempo que se acelera el ritmo de los que asisten a la obra.
Podríamos decir que después de Belmonte naide... Pero siempre nos quedará Paco Ureña.