Se fue Victorino Martín Andrés, nos queda la confianza en el hijo

Si nos retrotraemos, a los orígenes ganaderos de este hombre, nada tienen que ver, con los de la mayoría de propietarios de toros de lidia. El no era un multimillonario, que veía en esto un negocio y una manera de ganar dinero y prestigio. Victorino nació en el pueblo madrileño de Galapagar, familiar del espada José Tomás, se le conocía como “El Paleto de Galapagar”, no tenia absolutamente nada, solamente unas carnicerías en las que trabajaba. Empezó como tratante de ganado y montando algunos festejos menores por la Comunidad de Madrid.  Hasta que en 1960 compró una punta de vacas, de un ganadero descocido Escudero Calvo, que iba a llevarlas al matadero. Luego él, a través de la selección y el concepto que tenia del toro bravo, consiguió darle forma a su vacada llegó a máxima figura y a ser un personaje fundamental en la tauromaquia.

Muy pocos ganaderos, van a poder tener el prestigio de haber indultado un toro en Madrid, el único que se ha producido fue “Velador” toreado por Ortega Cano y otro en Sevilla con “Cobradiezmos” que le correspondió en suerte al sevillano Manuel Escribano. Yo todavía soy joven y lamentablemente el de Madrid, no lo pude ver en directo ya que todavía no había nacido, pero luego he tenido ocasión de verlo por videos y se te ponen los pelos de punta imaginándote tu lo que se viviría en el coso de la Calle Alcalá ese día. El de Sevilla, si que tuve la suerte de verlo y debo reconocer, que es uno de los toros mas bravos que yo he visto, en mi todavía corta carrera de aficionado a los toros. He podido ver varios toros indultados, pero de casi todos me falta algo para poder ser animales de ese reconocimiento, a “Cobradiezmos” por más que lo veo no le he encontrado todavía ningún defecto.

En su casa de “Las Tiesas” mandaba él, no permitía que nadie le impusiera ningún criterio, ni le cambiara el concepto que él tenia de lo que debía ser un toro bravo. Al contario de lo que sucede en la actualidad, él no permitía que prevaleciera los intereses de los toreros u otros profesionales del mundo taurino, sobre sus animales solo mandaba y decidía él. Dicen que nunca se sublevó a la moda del afeitado, ni a otras prácticas fraudulentas, que hoy vemos muy comunes por los cosos. Otra cosa, que es de admirar, es que nunca cambió la sangre de sus animales, fue fiel al encaste Albaserrada, podría haber cambiado a una línea más comercial para vender más fácilmente sus camadas, pero esta idea no se le pasaba por la cabeza.

Pero en su trayectoria no todo ha sido un camino de rosas, se ha tenido que enfrentar a muchas injusticias y sin sabores. Todavía recuerdo cuando en la temporada 1990, justo el año que yo naci, se vio obligado a lidiar toda su camada en tierras galas, ya que consideraba que había una persecución hacia su persona por parte de los veterinarios que había en las plazas españolas.  Y se vio golpeado por la lacra de los saneamientos veterinarios, teniendo que matar casi media ganadería, volviendo a empezar de cero, con todo lo que eso conlleva.

Será uno de los pocos ganaderos, que en los carteles cuando se anuncia, tenga la misma fuerza taquillera que las figuras del toreo. En vida ha recibido las mayores distinciones y premios, como criador de toros bravos. Los toreros que se han entendido con sus animales, han llegado a cotas muy altas, todos tenemos en mente los nombres de Andrés Vázquez (1970), Francisco Ruiz Miguel (1986), “El Niño de la Capea” (1988), Roberto Domínguez (1989), Manuel Caballero (1998) Alejandro Talavante (2013) y Manuel Jesús “El Cid” (2015), todos ellos han tenido el honor de hacer el paseíllo en solitario en Madrid antes seis animales con el hierro de la A coronada, con mejor o peor fortuna, pero el reconocimiento lo tienen.

Yo personalmente he podido acudir a visitar varias ganaderías de la geografía española y portuguesa. Pero en muy pocas he sentido la sensación, que tuve aquel invierno del 2012 cuando tuve el honor de atravesar la puerta que da entrada a la Finca de las Tiesas de Santa María. Ahí desde que se sale del coche, se siente la emoción del toro bravo, por todos sus rincones. Aparte pude intercambiar una breve conversación con el gran Don Victorino Martin Andrés, es verdad que ya no se encontraba en sus plenas facultades, pero se me quedara marcado de por vida, la pasión y ilusión que ponía al hablar de sus animales. Hombres como estos, son los que realmente hacen grande la tauromaquia, no deberían de morirse nunca y los presentes deberíamos seguir su ejemplo.

No se nos fue una persona más del mundo de los toros. Se nos ha ido el ganadero que cambió el concepto de toro bravo, uno de los mejores ganaderos, por no decir el mejor, de los dos últimos siglos. Esperemos que la vacada, quede a buen recaudo, bajo la protección de su hijo Victorino Martin García, el cual desde que nació fue la sombra de su querido padre.