Seguro estoy, que no soy el único que quiere opinar alrededor de lo expresado por el periodista Carlos Herrera, en cuyo texto incluyó “una imperdonable ofensa” a los figurones del G4 al tratarlos de niñatos.
Esto ha generado todo tipo de protestas no solo de los agraviados y algunas consortes, sino también y supongo que en gesto de (Solidaridad de cuerpo) de matadores y matadoras, el caso de Cristina Sánchez quien llegó a escribir en Face Book algo así como que: Que putas sabía Carlos Herrera de lo que es vestirse de torero.
Se pasaron de rosca los defensores de las figuras. No es para tanto. Como sí que lo es, lo que ellos (las figuras), con su actitud han hecho contra Sevilla. Porque las diferencias con la empresa, son el pan de cada día en los despachos y al final casi siempre se arreglan con Don billete en la mesa. Pero Sevilla, la afición de Sevilla, lo que para los que amamos la Fiesta significa Sevilla, no se merece ese trato vulgar y metalizado, además de burlón como parece que ocurrió con Morante que jugó con el sí pero no un tiempo.
Decía al principio, que no soy el único, que quiere opinar sobre este enojoso tema. Pero sí creo voy a ser de los pocos que les haga ver a los toreros lo siguiente:
No son Ustedes, los únicos que exponen su vida cada que se visten con su ropa de trabajo.
Somos otros tantos los que a diario, cobrando mucho menos, trabajando mucho más tiempo y sin los aplausos de la multitud, exponemos nuestras vidas y en casos como el de los pilotos, tenemos la responsabilidad de la vida de otros.
Al escribir esto, no renuncio, a mi pasión demostrada por más de 60 años asistiendo al tendido, escribiendo y defendiendo la más bella de las artes.
Tampoco renuncio al respeto que me merece todo aquel que se viste de luces, ni renuncio a la emoción que me causa un toro bravo y un torero torero.
A Carlos Herrera, sin ser su amigo, siempre lo he visto, leído y oído defendiendo la Fiesta. Creo que merece respeto y que se le valore en su justa medida lo que dijo.
Creeré que la palabreja “niñatos” le salió más del dolor, que del ánimo de ofender.
Pongámonos todos en el sitio que corresponde.