Acaba de clausurarse en Albacete el I Congreso Internacional de Tauromaquia como Patrimonio Cultural, de lo cual debemos felicitarnos todos los que amamos y queremos la perpetuidad de esta manifestación artística, cultural y económica.
La capital de esta provincia manchega ha abierto sus brazos para acoger con la mejor hospitalidad a personalidades y personas venidas de Francia, Portugal, México, Colombia, Ecuador y el Reino Unido. Por supuesto, de los diversos rincones de mi querida España.
Quiero destacar la ponencia del profesor Andrés Amorós por su erudición y su mente prodigiosa, así mismo y por su sentido crítico la de André Viard -por su exigencia de acción inmediata al Gobierno de España-, Nacho Lloret -por su concienzudo y realista análisis de la actual situación-, sin poder olvidar jamás la de José Mª O`Kean -por su escalofriante visión de futuro-, que recibió la más grata y prolongada ovación de cuantas sonaron a lo largo del Congreso.
Todos y cada uno de los intervinientes procedían de los sectores de la ganadería, la empresa, el periodismo y el derecho, marketing, literatura, fotografía, toreros, economistas, políticos, resultando ser unos magníficos representantes de cada área.
Durante estos días, la ciudad anfitriona ha sido escenario de exposiciones, toreo de salón en la calle, conciertos, cine, gastronomía y otros ágapes que han hecho las delicias de propios y extraños, demostrando el acierto en la elección de la sede.
El sábado se celebró un festival taurino en el precioso coso albaceteño que registró un lleno memorable y no quedó hueco ni para un alfiler. Todo a beneficio de la institución El Sagrado Corazón de Jesús (Cotolengo) y de Cáritas.
Lo anteriormente expuesto, luces resplandecientes que deben invitar a una segunda edición más pronto que tarde para mejorar -en la medida de lo posible- algunas sombras.
Se echó de menos en las ponencias la presencia de piezas tan importantes como presidentes, veterinarios, cirujanos, siendo la más importante de las ausencias en las mesas la de algún representante de los aficionados -junto con el toro- la base fundamental de la tauromaquia. Sin embargo, los asientos del precioso Teatro Circo estaban colmadas de aficionados mientras que a este lado del estrado se echaba de menos a los profesionales: ¿Cuántos toreros y novilleros hay en el escalafón? ¿Y banderilleros y picadores? ¿Mozos de espadas? ¿Trabajadores del sector?... Pues -sin contar a los ponentes- lamentablemente la suma de todos estaba muy cercana al cero patatero, que es mucho peor que el cero a secas.
Otra cosa importante: ¿Saben cuántas veces a lo largo de todo el congreso se puso sobre la mesa la integridad del toro de lidia? Echen un cálculo los queridos lectores.
Uno tiene la sensación de que los aficionados apenas les interesamos y que para los que se consideran con el mandato de reflotar la crisis del cemento en los tendidos, resulta mucho más apetecible el público de bota de vino y sobarda -que traga con todo y disfruta con todo- en vez del aficionado que tiene sentido crítico y como sabe, exige.
La organización ha sido irreprochable, pero para lo sucesivo se debería cuidar al máximo que en la guía oficial del congreso -la que reciben todos los congresistas acreditados- no figuren eventos privativos para unos cuantos, por la frustración que esto genera innecesariamente.
En la plaza de toros vimos una muestra a escala de cuál es la realidad mayoritaria en los ruedos: las figuras realizando faenas de muleta técnicamente perfectas a cuatro inválidos, un rejoneador mostrando sus extraordinarias dotes de jinete pero permitiendo que el novillo alcance al caballo de modo permanente. Todos ellos, provocando el delirio del público y obteniendo triunfos realmente sonados. Tan sólo la mínima movilidad de una res y la disposición del novillero José Garrido, aportaron el punto de emoción sin el cual -en mi opinión- el espectáculo no es tal.
Ya sé que lo que sucede en un festival no es del todo extrapolable a lo de una corrida de toros, pero quien me quiera entender no necesita más palabras. ¿Es algo parecido a esto lo que algunos están barajando para salvar la Tauromaquia? ¿Festejos de low cost con figuras que torean a la perfección reses que suscitan la compasión?
Entre las conclusiones considero destacable la unión que se hace necesaria entre todos los gremios implicados como basamento para la articulación de diversas acciones. Sin embargo, ninguna acción de triunfo será posible si las primeras no van encaminadas a recuperar la afición, y si no se implica a la misma -confinándola únicamente a la compra de entradas-, recuperación que será imposible si no lleva aparejada la integridad del toro de lidia. Lo demás es pan para hoy y hambre para mañana.