De esto han pasado ya más de 60 años y aun lo recuerdo como si fuera un sueño.
Mis abuelitos paternos me llevaron a la plaza Alberto Balderas a presenciar mi primer festejo taurino. Fue una experiencia que cambió mi vida para siempre. La emoción de asistir a un espectáculo taurino por primera vez. Se intensificó cuando subimos los escalones de la plaza para ocupar nuestras localidades.
Mi abuelito Manuel, aficionado empedernido y mi abuelita, Carmen, "ista" de siempre, del ciclón mexicano, Carlos Arruza. Me impactó la música del pasodoble. Los gritos de los vendedores y los olores de puros y de perfume de mujer. Fue la primera vez que escuché las notas de Cielo Andaluz y la Virgen de la Macarena.
Después, el sonido de la trompeta para empezar el festejo que oiría por el resto de mi vida.
Fue una corrida nocturna. No recuerdo el cartel completo. Creo… El Soldado y Fermín Rivera. Como incidente recuerdo que un toro casi brincó al tendido, parecido a lo que años después lo haría el toro "Pajarito" en la plaza México. Todo fue un torbellino de luces y de emociones del ballet trágico del toro y el torero.
Recuerdo que después de la corrida, al ir saliendo de la plaza, estreché la mano de mi abuelita. Mi vida ya no seria igual. Y ahí el entonces un niño se convirtió en un aficionado de toda su vida a la más bella de todas las fiestas.