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Estamos de acuerdo en que para que una tradición perdure durante años debe transmitirse de unos a otros. A este hecho se le denomina herencia. Según una de las definiciones del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la palabra herencia son los “rasgos o circunstancias de índole cultural, social, económica, etc.., que influyen en un momento histórico procedentes de otros momentos anteriores”. Por tanto, en lo taurino también nos encontramos con esa herencia. La transmisión puede llegar en el plano profesional o en el de aficionados. Personalmente, tengo la fortuna de que mi afición a los toros ha sido transmitida por mis generaciones anteriores. Mi abuelo ha sido siempre un gran aficionado a este mundo, incluso llegó a hacer sus pinitos como becerrista, pero viendo los revolcones que recibía cada tarde, decidió ver la Fiesta desde la barrera donde no se pasa tanto miedo como delante de la cara del toro. A mi memoria llegan recuerdos de ir a ver los toros tras el sorteo durante la Feria de Ciudad Real acompañando a mi abuelo. También me solía llevar a los encierros populares de Fernán Caballero, sin olvidarme de las tardes en las que televisaban toros y solía sentarme en su compañía y en silencio, observando en todo momento el desarrollo de la lidia. Además, me he criado rodeada de la colección de revistas “El Ruedo” y de antiquísimos carteles de toros. Ante este ambiente es muy difícil que alguien no salga gustándole este mundo. Otro dato importante es mi vinculación con un pueblo taurino. Mi padre es oriundo de Cabezarrubias del Puerto, cuna de un gran torero como es el maestro Antonio Sánchez Puerto, y aunque no es aficionado algo transmite ese pueblo que hasta los que no son amantes de este mundo suelen asistir a los toros a disfrutar con la maestría del paisano. Sin embargo, mi madre sí que es aficionada por herencia de su padre. Juntas hemos compartido muchas tardes de toros. Como se suele decir, hemos mamado el mundo del toro desde pequeñas. Esto mismo le pasa a la gran mayoría de los aficionados y sobre todo a los toreros. Pocos son los diestros que no tienen antecedentes familiares en lo taurino. La gran mayoría se lo han transmitido sus padres o abuelos. ¡Qué bonito es ver en un tendido a una persona mayor acompañada de su nieto, inculcándole su sabiduría y transmitiéndole esa emoción por la Fiesta Nacional!. Todavía tenemos que luchar por defender lo nuestro, lo que nos gusta y nos emociona. Pensándolo fríamente, es difícil de comprender nuestra afición si realmente no entiendes nada sobre la materia, pero lo que tampoco podemos entender los aficionados es el afán que tienen por destruir una tradición de siglos. Es lo mismo que si ahora se formara una panda que lo único que pretenden es destruir todas las obras artísticas como catedrales, iglesias, castillos, etc… porque no van con la arquitectura que se estila en el siglo XXI. ¿Lo permitirían los políticos?. Pues francamente, creo que no. Lo único que tienen que hacer es dejarnos disfrutar de nuestra afición y que con el paso de los años se la podamos transmitir a nuestros nietos como lo hicieron en su día nuestros abuelos. |
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