Tengo muchos buenos amigos aficionados que consideran que leer acerca de toreros que ellos no han visto, es algo, inmensamente inútil. Creen además que el saber que “Frascuelo” se llamó Salvador Sánchez, o que Antonio Carmona se apodaba “El Gordito” no son más que tonterías y que no sirve de nada. Dicen: ¿ Qué importancia puede tener ahora, para mi actual apreciación de la Fiesta, el conocer datos estadísticos y enciclopédicos de una época que no viví ? o ¿ Qué ventaja me representa saber quién mató al Espartero o qué ganaderías se lidiaban en la Post-guerra Civil española ? A todo esto yo respondo con otras preguntas: ¿Es importante para mí, que soy arquitecto, saber quiénes fueron Antonio Gaudi o Le Corbusier? ¿Lo es para un abogado conocer detalles del Derecho Romano? ¿Es necesario que un músico sepa de las obras de Mozart o Beethoven? Pues a no dudarlo señores; claro que es importante y además necesario. Un verdadero aficionado debe leer de Toros haciendo un esfuerzo mental de situarse imaginariamente en esos años, a pesar de no haberlos vivido, pero que existieron de verdad. Valorar los innegables aportes que cada uno de esos toreros de antaño desde Pedro Romero, Costillares, Paquiro, Cúchares, Guerrita, Joselito , Belmonte, etc... es una obligación moral de todo aficionado, pues el toreo actual es la consecuencia del toreo de antaño. No valorar dichos aportes, es similar a coger nuestro libro de Historia Universal y usarlo para hacer Origami. No olvidemos que muchos de esos toreros dejaron su sangre y tal vez su vida en algún ruedo lejano, pero sus corazones latieron como los de ahora ante un buen toreo... No sólo debemos saber sobre ellos, sino además respetarlos como precursores y elementos sustanciales de la Fiesta. La Fiesta Brava se sostiene en un pilar grandísimo que se llama TRADICIÓN. ¿Qué sería de los Toros si no se respetaran las tradiciones? Las tradiciones se mantienen si quienes hoy las disfrutamos se las inculcamos a nuevas generaciones... Si nuestra actitud ante la Historia y la Tradición, no es de orgullo, de respeto, y de reconocimiento por aquellos años pasados, estemos seguros de que poco a poco, la Tradición morirá y con ella, la Fiesta Brava. Por ello mi insistencia en darle importancia a esas figuras, a lo que hicieron, a sus creaciones, a sus errores, a su forma primitiva de lancear, a esos ridículos vídeos con cámara rápida, a toda la parafernalia antigua y pasada de moda. No importa. En su momento ellos fueron importantes, y para todo aficionado que se precie de serlo, debe ser una obligación respetarlos. El aficionado que más sabe de toros, es el que más lee, más se informa, más estudia e investiga, acerca de todo lo concerniente a los Toros. No es suficiente con ir a las corridas para saber de Toros. La importancia del toreo de figuras de años pasados es absolutamente necesaria para entender los cauces por los cuales hoy en día transcurre la Tauromaquia. Cuando uno lee que Juan Belmonte revolucionó el toreo, aprende. Cuando uno se entera del valor de “Lagartijo”, lo admira. Cuando uno sabe lo que decía “Joselito” aún de niño, se emociona. Sé que mi punto de vista es exigente, pero no le encuentro otra salida al asunto. Quienes nos creemos aficionados con solera, debemos saber de toros todo lo que podamos, y ello implica leer mucho, investigar mucho y aprender mucho. ¿Saben por qué? Porque sobre nuestras espaldas caerá tarde o temprano a responsabilidad de la crítica taurina, de la difusión de los valores de la Fiesta Brava y si no somos capaces de estar a la altura de ese compromiso, pues entonces a otra cosa... Y si cuando otro aficionado recuerda nombres de toros, trajes de luces, alternantes, ganaderías, o infinidad de anécdotas y detalles rebuscados, no se le desprecie por enciclopédico. Al contrario, admíresele como un espécimen de la raza humana muy afortunado, pues no dude Ud. amigo lector, que las horas de estudio que este aficionado destinó a leer sobre Toros, son las únicas garantías que tenemos de que nuestra Fiesta Brava y su Tradición, nunca morirán. |