|
Linares... Se habían sucedido varios lances a la verónica: fieles, casi enfrontilados. Los lances convocaron la emoción del tendido que jaleó con frenesí; los olés surgían acompasados a las formas: rotundos. Los longevos cimientos de la plaza se resentían. La verónica, que junto al natural los considero los dos argumentos básicos del toreo, y que -cuando el ambiente lo requiere- añado el resto es accesorio... Decía que la verónica, como lance básico y estructural, es sobria en concepto -cuando no lo es no pasa de lance- necesita de un broche barroco donde cabe el adorno, la frescura o la elegancia para darle cuerpo y vida al trance. Es indispensable el aderezo... La media.
Y apareció la media, la media verónica, nadie sabía cuál iba a ser su final, había nacido igual y en el mismo sitio, con los mismos argumentos que sus hermanas mayores, pero sorprendía con su muerte prematura. El cite siguió siendo enfrontilado, como antes; la mirada más descarada, levantado la barbilla dirigida a la testuz del toro desafiándole con altivez. Los brazos en un ir invitaron al toro, que en arrancada noble persiguió la tela carmesí que se desplazaba de manera seductora. Los talones se mostraron valientes, al unísono se posaron ligeramente hundidos sobre la gris arena de la plaza. El cite estaba convocado. Aquella media... El burladero mostraba atención, auscultaba... La máquina fotográfica inactiva se sentía, quizás, algo decepcionada por el descuido. A compás con la fiera el mentón intentaba penetrar el pecho torero que giraba en torno a su cintura como una pesada rueda de molino. Sólo las muñecas ponían música a tan magna obra, ambas se recogían para ceñir la escultura, para rebujar el toreo. La planta seguía erguida, sólo rota por el sentimiento de sus riñones que se apretaban. Aquella media verónica daba el colorido pictórico a aquellos lances que habían nacido en blanco y negro, tristes, solemnes, melancólicos... Así deben ser las verónicas.
Ha pasado tiempo de lo relatado, tres, cuatro o cinco años... No sé, ni me importa; el primer o segundo toro -tampoco me importa- de Curro Díaz aquella tarde. Lo que es cierto, es que lo sucedido después de aquello no ha sido capaz de perturbar mi recuerdo; él sigue estoico dentro de mi ser combatiendo ataques desde la mediocridad que sólo son el relleno del día a día. La media, aquella media verónica, seguirá luchando para abrirse paso en este mundo que sólo entiende la montonera, la cantidad y al toreo ganapán... y, estoy seguro, le ganará la batalla cuando ambos hayan desaparecido; porque aquella media verónica fue inmortal.
El párrafo anterior me produce emoción... Lo confieso. |
|