Con toda seguridad Ernest Hemingway debió de revolverse en su tumba cuando vio al minúsculo grupo de compatriotas suyos, protestando ante la embajada de España contra la fiesta de los toros y, particularmente contra los San Isidros.
Es una lástima que exista quién proteste, con o sin ropa; contra una tradición artística milenaria como la Fiesta Taurina y, se olvide de protestar contra monstruos sin entrañas que utilizan criaturas de pocos años o aún meses, para satisfacer sus depravados gustos sexuales y lo que es peor, lo ponen todo en Internet.
Es lamentable que no hubiese un solo “desnudo” contra la guerra de Irak, contra las atrocidades allí cometidas contra los prisioneros de guerra, por sus soldados. Es increíble que se proteste contra algo que ni entienden ni valoran y no contra el hambre, la pobreza extrema, los abusos a menores, la violencia doméstica. ¡Increíble!.
Protestan contra la fiesta de los toros pero no contra el boxeo, práctica esa sí, salvaje donde dos hombres se parten el alma a golpes por dinero. Las secuelas de ese deporte brutal, son evidentes en muchos de sus campeones, que hable si no Mohamed Alí.
Ahora, la explicación para que un grupo de exhibicionistas se desnude contra los toros y no contra tanta brutalidad como existe en el mundo, puede ser mucho menos altruista y poética, de lo que se ve a simple vista. Quizá no fue más que un intento de refrescarse…¡con los calores que hacen ahora en Estados Unidos, cualquier excusa era buena para quitarse la ropa!
Lo más gracioso de todo esto es que, ese grupillo de desnudos logró su minuto de gloria y no cualquier gloria, ¡no!, gloria universal gracias a la tecnología y, (seguro que ellos ni lo han pensado), esos minutos de fama, los lograron gracias, precisamente, ¡a Los Toros!.
¡Lástima de tiempo y desnudez perdidos!.