Entre la bibliografía que este que escribe utilizó para la redacción de su libro “Sociotauromaquia”, se encontraba el precioso libro de don Natalio Rivas titulado “Toreros del romanticismo”. Se trata de una de esas joyitas de la literatura taurina que apareció en los recovecos de la biblioteca de un familiar muy cercano. El libro, muy probablemente una segunda edición del año 47, no es sino una historia del toreo moderno (aquel que empieza con la escuela de Pedro Romero), con perfiles y retratos de los principales diestros de aquel momento de auge. Realiza, además, una investigación pormenorizada de la creación de aquella primera escuela de tauromaquia, la de Sevilla. El libro no tiene desperdicio y es un auténtico sagrario del conocimiento taurino. Según nos cuenta Cossío, el estudio sobre la escuela de tauromaquia de Sevilla se realiza con material inédito. Ya lo dice el mismísimo Juan Belmonte en el prólogo de la obra: “Todos los amigos de Natalio le han regalado cuantas cartas y documentos taurinos tenían y, sobre todo, le han contado anécdotas, que el ha ido archivando en su memoria (...)”.
Natalio Rivas, licenciado en derecho, fue principalmente político e historiador: Teniente Alcalde del ayuntamiento de Madrid, Director General de Comercio, Subsecretario de la Presidencia, así como de Instrucción Pública. Además, miembro de la Real Academia de la Historia. La implantación de la dictadura de Primo de Rivera le llevó al alejamiento voluntario de la vida pública; él era liberal. Desde ese momento se perdió al político, pero se ganó al escritor.
Cossío lo retrata como “Ilustre hombre político e historiador especializado en temas del XIX”. Entre sus publicaciones destacan “Anécdotas y narraciones de antaño” 1943 y “Anecdotario histórico contemporáneo” 1944. En ambas trata, entre otros, el tema taurino que también desarrolla en artículos y ensayos periodísticos. En 1946 publica “Semblanzas taurinas”. De la importancia que este escritor tiene para la fiesta nos vuelve a dar pistas Cossío cuando dice: “Es contribución de primer orden para los estudios históricotaurinos”.
Natalio Rivas murió en 1958. La lectura de su obra, así como el estudio de su contribución al conocimiento del toreo, nos hace añorar aquellos tiempos en que los políticos se acercaban a la fiesta con fin de nutrirla, documentarla y llenarla de gloria. No para destruirla, comerciar con ella o fomentar ciertas aspiraciones políticas, como viene sucediendo en la actualidad.