¡Buenas noches D. Joaquín!. Como cada día, desde que se fue, hacemos un hueco, yo en Madrid y él desde un lugar desconocido donde el teléfono no se hace necesario, y charlamos de todas las cosas que suceden en el mundillo taurino. Es un placer hablar con quien todavía, y por mucho tiempo, será el mejor. Poder escuchar sus atinados comentarios sobre la salud de la fiesta y sobre los despropósitos que cada día se cometen; se ha convertido en una obligación para ilustrar nuestros conocimientos -los míos- y dar satisfacción al espíritu del buen aficionado.
A la feria de San Isidro le hemos dedicado varios días, sopesando ese exceso de trofeos concedidos y también la satisfacción por esos toros bravos que han salido, ¡si hubiera estado allí, en vivo, para verlo!, me decía. También de otros muchos toros, que sin ser el paradigma del toro de casta que queremos, proporcionan a los toreros la oportunidad de lucir sus cualidades, ¡ahí ha habido mas pena que gloria!, comentaba. Hemos sufrido mucho, me confiaba, con las permanentes contradicciones de los comentarios de las corridas televisadas, cuyas retransmisiones llegan a todas partes, gracias a los satélites. Sistema este que hará que la fiesta se difunda en la vida eterna, pero que gozará de menos benevolencia que de los telespectadores terrenales, pues en esa vida se sabe todo. No obstante, se ha podido ver a varios toreros con la vergüenza y torería suficiente para estar en Madrid. Seguramente, hubiera podido hacer una buena feria escribiendo, pero lo intenté varias veces y la pluma no tenía tinta; no se que pasará. Las veces que me dijo esto, yo lloré, pero sin que se diera cuenta.
Quedamos en descansar unos días, tras el largo serial. Pero sonó de nuevo su voz ayer noche. Me sorprendió, pues no habíamos llegado a tres días sin hablar y la corrida de Beneficencia está sin celebrar. Aún me sorprendió más, cuando me dijo: conecto sólo contigo para ver si eres capaz de resolver un acertijo. ¿Cuál?, le respondí. Si quieres toma nota, me advirtió: “Oro parece, plata no es y no lo aciertas en un mes”. Imagínense la cara que puse yo. Que el maestro Vidal contacte conmigo para preguntar por un acertijo. ¿A cuento de qué?. Le pedí un tiempo para realizar una detenida reflexión, si bien el tiempo no era para acertarlo, sino para averiguar la razón de la pregunta. Lo primero que pensé es que con lo cansado que ando ahora y me viene con acertijos, pero alguna seria razón habría para transmitirme la pregunta. Así que a trabajar, no fuera a ser que tardará un mes en averiguarlo.
Mi e-mail, avisa de la llegada de un nuevo correo; antes de nada habrá que ver quien se comunica conmigo. ¡Oh, casualidad!, nueva información taurina: La R.F.T.E ha concedido sus medallas al mérito taurino. Con inusitada expectación abro el correo, convencido de que cuando vuelva a hablar con Joaquín le daré una gran noticia. Cuando, además, leo “por sus excepcionales merecimientos y servicios a la Fiesta Nacional...”, no tengo dudas; nadie ha hecho más merecimientos ni servicios en defensa de la Fiesta Nacional, por lo que el máximo galardón tiene un dueño: D. Joaquín Vidal Vizcarro. Mi gozo en un pozo, -un refrán que no había salido en mis títulos de la feria- al Sr. Vidal se le despacha con el despecho con el que siempre se le trató en el taurinismo oficial. Tonto de mí, pensé que la Real Federación representaba a todos los colectivos de aficionados. Si así fuera, no cabe duda, que el máximo galardón, que nunca se le concedió en vida, sería para el Sr. Vidal Vizcarro. ¿Quién ha llevado, como auténtico aficionado que era, más lejos la defensa de la integridad y autenticidad de la Fiesta?. ¿Quién la ha tenido que defender, por si fuera poco la defensa desde la independencia total, desde la persecución y la calumnia permanente, sin esconderse en círculo de difusión menor?. No hay ninguna duda: nadie. Nadie y desde el diario de mayor tirada en España.
Acudo a su llamada de nuevo y me vuelve a preguntar ¿acertaste amigo?. Mi mente está en otro lado, presa de indignación; sin embargo, -esa es la ventaja del más allá- él me quiere consolar. ¡Tranquilo, tranquilo!, si en vida no gusté de ese mundillo adulador, ahora mucho menos lo voy a necesitar. No te preocupes por mí. Ni esa condecoración ni ninguna otra habría de cambiar mi compromiso con la verdad y la defensa de lo que ellos dicen defender. Por eso, hoy en nuestra charla, te hice llegar el acertijo; en él ya se dice “plata no es”, como tampoco el oro o el platino que concedieran sería. Sólo una cosa estuvo siempre en mi mente y deseo: El toreo es grandeza. Sí pero a esa grandeza le sobran muchas pequeñeces, que a otros hacen felices. Ni una protesta quiero escuchar Antolín. Si antes era de otro mundo, ahora con más razón.
No faltaría más, maestro. Ni una queja hemos de hacer. Les dejaremos con su celebración. Pero que sepan que el acertijo tiene su solución: el plátano. El mismo al que tantas veces hacemos mención cuando hay que denunciar una supuesta manipulación, actuando en defensa de la integridad de la fiesta. Naturalmente el sentido que me transmitió, “plata no es”, fue el mismo que cuando, con casticismo, decía: Eso no es... Pues eso, a celebrarlo.