El sábado pasado… recibí una llamada de don Roberto y Normita Brown, quienes tras saborear una exquisita paella, reiniciaron una ya larga discusión -sólo interrumpida por la maravillosa comilona- con relación primero a la actual temporada de novilladas del gran coso en donde los triunfos, a decir de los poquísimos asiduos concurrentes, son inventados y carecen de todo fundamento.Así que invitado e incorporado a la charla, de inmediato me cuestionaron Mister and Lady Brown… “¿Quién es el culpable de no dar esas novilladas a los verdaderos valores?... ¿quién es el culpable de traer esos novillos que parecen más pequeños?”.
Ante mi silencio, de inmediato prosiguieron avasallándome con sus argumentos: “… no, no es de quien da la cara y opera, sino de quien lo respalda, ese es el verdadero problema que vive la fiesta en México, y la razón de ser de su desprestigio y decadencia”.
Lo más penoso, si cabe… vino entonces la reflexión, “… es que los supuestos triunfos no trascienden, porque el cortar una oreja ante la mirada o consentimiento de quinientos, ochocientos o mil asistentes, de ninguna forma representa el veredicto de una plaza que tiene una capacidad para 50 mil puntos de vista, que en determinando momento unifican su criterio y al unísono otorgan el triunfo o dictaminan el fracaso de un torero”.
Don Roberto Brown, de pronto con un dejo de tristeza lamentó: “Muy decaída veo a la fiesta, a mi fiesta, porque no es de ningún empresario, es de nosotros que somos el público que la mantenemos. La veo tan decaída porque se han impuesto los villamelones. Unos niños y niñas que esperan, por ejemplo, que Ponce les parpadee el ojo. No niego la tauromaquia del diestro valenciano, que por vacía que sea, ahí esta, torea bonito, retirado, no se compromete y acaba metiendo en el ‘engaño’ al público, porque Ponce torea al público”.
Se hizo otro breve silencio, y de pronto exclamó don Roberto: “¡Mira Pepe!, no pararon hasta destruir a Eloy, no es el mejor ni el peor, pero sabe de toros más que las vacas”. Tal afirmación, debo confesar, que me dejó anonadado y le pedí me dijera su argumento:
“Porque quizá su conocimiento de los toros, le hacía tener su faena hecha, preconcebida. Y por ejemplo, con el mismo Zotoluco, tampoco han sido justos. He leído los comentarios de la señora Lupe Vergara, que el cielo sí la juzgue a ella porque se ensaña contra el Zotoluco porque es prieto y no es bien parecido, y no da una opinión seria sobre su toreo”.
Sin embargo, tanto Normita como don Roberto, coincidieron sobre la reciente presentación del Zotoluco en Las Ventas: “Zotoluco fracasó, porque no pudo o no quiso poderle a sus toros, otra cosa ha sido que cierta prensa lo haya querido justificar. No se puede defender lo indefendible. A lo mejor el complejo del nativo lo llevó al fracaso. Porque no hay duda que domina al toro y en Madrid sólo él sabe que le pasó”.
Con relación a que otro aspecto afecta a la fiesta en México, don Roberto Brown indicó: “Siento que hay tres factores fundamentales que también afectan: la falta de una adecuada promoción con la juventud. Hay que ir a las escuelas, a sus lugares de reunión y de diversión, y llenarlos de promoción taurina. Y otra, que no hay escuelas taurinas en México debidamente conformadas, que preparen a los jóvenes. Que no sólo les enseñen la técnica para torear bonito que les enseñen a ser toreros, y además que les den la suficiente preparación cultural y educacional, para no sólo ser grandes toreros sino hombres con dignidad. Y que con esa dignidad y esa preparación, enfrenten al toro de verdad, y así dejará de ser una parodia nuestra fiesta, convirtiéndose de nuevo en un espectáculo de primer orden. Si se promociona un buen espectáculo y se cumple con lo que se promete, claro que la gente que decida venir se va a quedar.
“Pepe, yo vi torear a Manolete, y fue tan grande porque nunca recurrió a frivolidades ni afectaciones como Ponce. Y estoy seguro de que México puede volver a dar grandes toreros”.
Con este entusiasta comentario, decidimos los tres dar por terminada la improvisada –y no por eso dejó de ser interesante y aleccionadora- tertulia.
Cuando iba rumbo a casa recordé la celebérrima frase del gran filósofo francés Gastón Berger: “No hay mejor manera de indicar el sentido a una marcha, que dar el primer paso”.