Repasando las noticias de la semana, me encuentro con una que me dejó sorprendido. Una de las ganaderías estrella de la cabaña brava española acaba de ser vendida a uno de los socios capitalistas de la empresa de Madrid. La vacada de “El Ventorrillo”, hasta hace unos días propiedad de Francisco Medina, pasa a las manos de Fidel San Román.
Que noticia tan difícil de entender, porque ¿que lectura se le puede dar a que un ganadero que ya se aguantó los años más difíciles de una ganadería, como son los de su formación, y que luego de casi doce años de trabajo intenso y denodado llegue en poco tiempo a convertirse en una de las ganaderías revelaciones de la cabaña brava, lidiando en las plazas más importantes de España y cobrando duro- según el ganadero la que más cobraba después de la Victorino- la venda ahora de forma tan rápida y repentina ?
Es algo así como si mañana el dueño del equipo de fútbol Villareal se encontrara con uno de esos rusos millonarios que pululan hoy en día y en dos minutos le vendiera el equipo ahora que clasificó a la champions, cuando ya ha pasado lo más duro y viene la vitrina internacional, la gloria y los grandes negocios ¿ Al menos curiosidad genera, o no ?
Aclarando de antemano que cada cual puede hacer lo que quiera con sus propiedades no deja de ser un hecho lamentable que esta ganadería, que estaba dando tan buenos resultados y que representaba una esperanza para el aficionado por la casta con la que solían salir sus toros a la plaza, se pueda perder en manos de un millonario con ganas de ser ganadero. Porque uno de los males actuales de la fiesta son esas ganaderías compradas por potentados que quieren codearse entre los taurinos y para lograr su cometido terminan degenerando la casta de los animales en tontarrones astados que les permitan llegar a las ferias, en donde las figuras los toreen a placer y sin complicaciones, ganándose así su amistad y reconocimiento.
La de “El Ventorrillo”, en conjunto con la de FuenteYmbro, son las dos ganaderías más prometedoras de toda España. En poco tiempo se instalaron en el top diez de las ganaderías de España, algo que no se logra todos los días y ni está al alcance de cualquiera y que con la excepción de la vacada de Adolfo Martín, no sucedía hace mucho tiempo.
El ganadero Francisco Medina formó su ganadería con reses de Juan Pedro Domecq y supo mantener la clase de ese tipo de toros, alejándolos del concepto de “toro artista” que tanto mal ha hecho a la fiesta. Consiguió, con ese encaste tan proclive a lo noblote y tontarrón, mantener un toro encastado, con codicia y transmisión, y que generaba emoción a los tendidos. Ya hasta había conseguido un cartel importante en la mismísima Madrid en donde tuvo destacadísimas presentaciones y en donde se recuerda de manera especial a “Cantinero”, un toro al que se le dio la vuelta al ruedo en el 2003.
El ganadero dice que sufría mucho con la ganadería, que la pasaba mal con el producto que salía a la plaza, que su sufrimiento se multiplicaba por seis en una corrida cualquiera y que el fracaso era muy difícil de soportar. Que disfruta mucho más con la alquimia de la formación que con el producto final que sale a la plaza. Bueno, son maneras de ver la vida y es muy respetable.
Son muchas las tentaciones de los ganaderos: Afeitar, criar el toro borreguil que les piden las figuras y que les permiten entrar en las grandes ferias. La otra es salirse de todo esto y dejar de sufrir e ir más tranquilo por la vida. Esto revela que el oficio de ganadero es muy duro y que no basta con estar en los puestos de arriba y tener un cartel prometedor sino que hace falta una afición a toda prueba, que permita aguantar fracasos y sinsabores y a la vez tener una paciencia sin límites para resistir con humildad hasta que los triunfos lleguen, y ahora también se demuestra con todo esto que hasta en los momentos buenos también es difícil estar al frente de una ganadería, por todo el estrés que supone mantener el nivel. El peso de la púrpura que llaman los toreros.
Nota: Y hablando de ganaderías pues que bueno sería ver a los toros de “Mondoñedo” frente a la muleta poderosa y magistral del maestro César Rincón, en la celebración de los 75 años de la plaza de toros de Santamaría de Bogotá.