Cuando partimos esta mañana, con el alma cargada de ilusión, al festival en homenaje a Don Carlos Manuel Cobo, teníamos la idea de; a la vuelta escribir una crónica general de lo visto en la acogedora placita Belmonte. Pero, se dieron de tal manera las cosas que, la crónica quedó en idea porque saltó por sobre ella, el irespeto a uno de los más magníficos y completos animales de la creación, Su Majestad El Toro.
Animal noble, poderoso, valiente y digno al que hoy, en la Belmonte se pretendió irrespetar hasta el más indigno de los límites.
Es de todos sabido que, las oportunidades de ver la cara al toro que tienen los toreros ecuatorianos son muy pocas y, hasta se puede llegar a comprender que cuando un animal se malogra, impidiendo de esa manera que se lo toree; la rabia y la frustración hagan presa del matador de turno.
Pero, ¡nada!, simplemente nada, justifica que se irrespete al eje mismo de la fiesta taurina, Su Majestad El Toro y, Mariano Cruz Ordóñez, pretendió torear un animal, desde todo punto de vista inhabilitado para la lidia, puesto que se desgajó un pitón de cuajo.
Ya fue lamentable y denigrante que, el picador del primer toro de la tarde, (quien tuvo el acierto de no salir más), le abriera en el costillar un boquerón impresionante por su impericia, elhecho fue ya, una inmoralidad para con la fiesta; accidental es cierto, pero espantosa y ofensiva inmoralidad.
Pero ya, lo de Cruz Ordóñez no tiene descripción, enrabietarse en torear un animal al que le colgaba desgajado el pitón derecho no queda en irrespeto, llega a lo inmoral. Es decir, pretendió torear un animal semi-mutilado y al hacerlo no solo ofendió la dignidad del toro si no, además; la del público y la suya propia. ¿En tan poco se valora que es capaz de torear un minusválido?.
Los toreros no existirían de no haber toros y, si se los irrespeta como hoy en el Festival de la Belmonte, tanto por parte del matador como de la autoridad que, debió de multar al mal varilarguero del primero de la tarde y tocar los clarines de muerte, en cuanto se partió el pitón el novillo de Cruz Ordóñez, entonces: solo nos queda decir que los peores enemigos de esta fiesta maravillosa, están en el eje mismo de ella.