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S.I.02 - ...NI DOS SIN TRES |
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Ni adivino ni nada que se parezca. En todo caso, un empleador del rico refranero español; ¡que para algo está!. Quienes no beben en sus fuentes, niegan a la sabiduría popular y a la experiencia todo lo que ellas son capaces de dar. Viven el presente, un presente interesado, y dan la espalda a las fuentes del saber; de entre ellas, el refranero español. Este refranero que nos ha acompañado durante toda la feria, que ha supuesto un acicate y un esfuerzo añadido para transmitir las sensaciones vividas y las consecuencias sacadas. Si en algo ha sido útil a nuestros lectores y con ello, en otro algo, hemos acertado con ellos a reflexionar, habrá merecido la pena esta aventura refranera. Decíamos en la anterior “No hay una sin dos... ni dos ¿sin tres?. Eso lo veremos hoy”. Citábamos en ella la vuelta al ruedo concedida al toro Madroño I y nos preguntábamos si en la corrida de Victorino, habría una tercera vuelta al ruedo. Además, aseverábamos que los toros buenos vestían de cárdeno y oro, pelaje principio y fin de la feria. Pues no crean, tuve mi dificultad, cuando al leer el programa de la tarde, sólo un toro de Victorino iba a vestir con ese pelaje. Menudo compromiso y que pocas opciones de acertar. Su nombre, Murciano, me trajo los buenos recuerdos de cuando viví en esas tierras huertanas, pero dudé mucho de que la casualidad me permitiera cerrar mis trabajos de feria, cerrando, precisamente, el refrán. Demasiado para quien tan poco ha puesto -un servidor- en la feria. Cuando salió al ruedo Murciano, clavé mi mirada en él y por un momento pensé en una imagen terciada; alguien más debió de pensar igual pues surgió alguna protesta. Sin embargo, afinando, pudo verse que gozaba del trapío suficiente, con sus solos 511 kg. y ni una protesta ya, -otra vez los mentirosos se la tienen que envainar- y se nos puso a embestir. Sí, sí, a embestir. Si bien sólo recibió dos puyazos y sin mucho castigo, lo cierto es que de no cambiar el tercio hubiera recibido los que le quisieran dar, aquel torrente de bravura no paraba de embestir. Rivalizaron en quites los matadores Encabo y Esplá, invitando el primero a Puerto a participar en la fiesta de la bravura. (Le hacen cuatro quites a un toro de los que yo me se, y pasa la lengua y su anatomía por el suelo y lo tienen que arrastrar). Los dos primeros estuvieron bien mientras Puerto, como toda la tarde, se perdió en una corrida de verdad; ahí es donde hay que hablar, y ahí no dijo ni ju; cosas del toreo moderno en una corrida de verdad. El cárdeno Murciano, siguió embistiendo en el emotivo tercio de banderillas que Encabo compartió con Esplá y siguió embistiendo con celo y nobleza a la muleta de Encabo hasta el final. No estuvo mal Luis Miguel, -cada día se le ve más torero y asentado- pero le faltó algo de sosiego para adecuar el trasteo a las condiciones del gran toro. No obstante, se llevó un trofeo, lindo recuerdo de tan emotiva lidia, -fíjense que no digo faena, que es el modismo de la era moderna que nos toca padecer- una lidia en plenitud. Cuanto más moderno el toreo, permítanme, más corto, pusilánime y mierda es. El toro y su lidia en plenitud, no tienen parangón; las faenas, únicas, de muleta, cursis y empalagosas con los toros del carretón, saben a plástico, pero, además, del de todoacien. No hay una sin dos, ni dos sin tres. ¿Cabe mejor final?. ¿Es posible, que quien escribe, pudiera desear un final mejor?. ¿Hubiera sido factible guardar para los dos últimos actos, un refrán a compartir?. Ni tan siquiera era posible imaginar que fueran tres toros cárdenos los que pasearan, con despaciosidad solemne, el ruedo más exigente y casi reserva de la sangre brava. Cómo anticiparse a que sean las sangres y la raza que representan, los que obtuvieran el beneplácito y el triunfo en esta feria de 2002. Sin embargo, nada más fácil. Un manojo de ganaderos viven su vocación en el interés del toro, mientras otros viven su profesión en interés propio. Será bueno para ellos, pero eso no es mantener el orgullo de la raza y la casta, así como la bravura del toro de lidia. Es otra cosa y por ello no deben llamarse ganaderos, sino ganaduros -hoy ganaeuros, que para el caso es igual-. Tampoco es difícil adivinar qué toreros merecen ese sencillo e importante nombre. Otros, prefieren que les llamen “F”iguras, sinónimo de torear y ganar mucho, como si eso fuese lo que alimenta la afición. Al aficionado, el de verdad, sólo le alimenta la autenticidad, desarrollada en plenitud y sin ningún tipo de ventajas. ¿Lo saben señores empresarios?. Les puedo asegurar que lo saben, pero vete tú a decírselo a quienes circulan con un Mercedes 500 por ahí. Está tan insonorizado su habitáculo que no lo pueden oír. Para satisfacer su ego, pueden encontrar emisoras amigas en la radio del coche, que les cuentan la fiesta de los toros según es de su interés. Y es que, Mercedes de esos, hay unos cuantos circulando. Como uno no quiere despedirse con unas líneas sucias, prefiero repetir: No hay una sin dos, ni dos sin tres. Tres vueltas al redondel del auténtico protagonista de la Fiesta, el Toro. Y ninguna de un Domecq, esa sangre parece que queda solo para el brandy. Una, dos y tres; una dos y tres, la sangre brava en el redondel; que diría en su canción Patxi Andión. Con ella y Toreros con mayúsculas se sostiene la Fiesta con mayúsculas también. Tan importante es este hecho, que las “F”iguras tendrán que seguir triunfando en sus gachis. Gracias a la sangre brava se puede seguir escribiendo. Uno no necesita de “F”iguras que le animen. |
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