El señor presidente don César Gómez Rodríguez... ha vuelto a cometer una serie de pifias que convirtieron en un desorden el festejo después del cuarto toro. El diluvió que cayó en el coso venteño, hizo suponer a don César, que era necesario suspender el festejo, así que anunció vía la megafonía que: “La autoridad y los toreros han decidido suspender el festejo ante las malas condiciones del ruedo”.De inmediato miramos hacia el redondel, y desde el burladero de matadores, salieron a protestar... José Ignacio Ramos y Juan José Padilla... no estaban de acuerdo con la “solución”.
Pasarían unos 15 minutos, para volver a escuchar a don César, quien ahora informaba que... “la autoridad ha decidido que el festejo siga”, olvidándose que fueron los propios toreros los que primero han protestado la suspensión; unos 5 minutos después, nuevamente el señor presidente rectificó... recalcando, que se reanudaba el festejo por la decisión de los toreros.
¡Vaya lío que armó!
Pero... vayamos a los hechos:
Comenzó durante la faena de muleta del tercer toro un diluvio. Antes, con el capote... cuando tan sólo se anunciaba la tempestad, Juan José Padilla había recibido a un horrendo toro de Miura que tuvo que regresar a los corrales... por inválido; así que apareció un sustituto de Puerto Frontino, y Padilla, lanceó a la verónica con poder hasta lograr hacerse del torote... del inmenso torazo.
Llevó al caballo con chicuelinas andantes, que, más parecieron chicotazos y el astado, en lugar de pelear en varas, comenzó aventar cornadas para huir del castigo, de prontoel burel se volvió por la parte posterior del peto... y derribó al caballo.
Cubierto el tercio de banderillas por los tres diestros, con aplomo y seguridad... para entonces ya había un chipi chipi, Juan José inició su faena, logrando sucederse dos series con la derecha, en medio de un diluvio universal.
Estas series han sido poderosas y plausibles... no eran el resultado de aquella expresión engañosa del “toreo bonito” que gustan hacer algunas figurillas ante pequeñajos. Ese toreo frívolo... carente de contenido, cuidando las posturitas, con poses graciosas y toreando como rehiletes, reponiendo infinidad de terreno entre cada pase.
¡No!, lo de Juan José Padilla –y de sus compañeros- era una expresión seria, fundamentada en la dignidad y en la honestidad, que transmitía sinceridad a los tendidos. Una expresión de valor y hombría, por eso... muy poca gente decidió claudicar y abandonar sus asientos cuando iniciaba la tormenta.
Aparecieron los naturales aguantando hasta lo indecible a pesar del diluvio, y después, Juan José decidió acabar su propuesta, dejando una estocada trasera para escuchar una gran ovación.
Más heroico estuvo con el Miura que cerró plaza... un toro gigantesco, al que recibió con dos largas cambiadas y de inmediato se incorporó para lancearlo con más voluntad y entrega, que con limpieza. Pero el mérito estaba que a pesar de las pésimas condiciones del ruedo, ahí estaba demostrando esa dignidad torera de la que hemos ya mencionado. Vino un quite por navarras que fue ovacionado por su valía.
Tomó las banderillas Juan José... y lució, porque le dio todos los terrenos al toro y él, aguantando, impuso dos pares al cuarteo y uno al violín.
El señor Padilla con la tela roja en la mano diestra, se sentó en el estribo, y comenzó a domeñar la embestida del toro con pases poderosos, que fueron el mejor planteamiento. Así se fueron sucediendo con la mano diestra sus trazos, y el toro incrementó el peligro, en un pase le aventó un derrote que por fortuna no logró herir.
Se pasó la muleta mandona a la mano zurda, y ahí era imposible sacar algo, pero no decayó su ánimo. Sin que viniera al caso, pero él decidió que sí, sumó tres molinetes que impactaron al respetable por su oportunidad.
Con la espada no estuvo acertado en un primer tiempo... media dejó, para luego certificar y dejar una entera que ha sido suficiente.
A El Fundi –al igual que a sus compañeros- le correspondieron dos miuras complicados, flojos y peligrosos, y salvó la papeleta con dignidad. Sobre todo con el cuarto, en donde a pesar de que la tormenta había destrozado toda seguridad en el piso, estuvo muy digno y profesional. Con la muleta tuvo que perseguir al manso, y hacer una faena breve, que acabó siendo silenciada.
Y también José Ignacio Ramos... tuvo que ver devuelto al corral a su miura... por inválido. Dos toros devueltos por inválidos y dos que fueron regresados en el reconocimiento, habla muy mal de la ganadería.
José Ignacio dio bonitos lances de recibo al sustituto de Puerto Frontino, que era un inmenso toro... tan grande que una catedral era pequeña.
Con esto se demuestra que SÍ hay toreros que NO rehuyen la grandeza de su profesión; mientras los figurines de oropel... enseñan cínicamente sus miserias taurinas, con insignificantes pequeñajos, y luego van a plazas de segunda o tercera a “torear” animalitos todavía más pequeños.
Estos hombres que entienden el valor que se requiere para estar frente al toro... con dignidad, lo hacen con ostensible gallardía como el caso de José Ignacio, quien nunca se arredró para sacar pases a un manso peligroso que estaba presto a herirlo.
Una serie con la diestra que ha sido el compendio del valor, la heroicidad, la capacidad técnica; y la respuesta con la otra mano, en igualdad de circunstancias. Después vendría un estocada entera entregándose sin cortapisas, pero... tuvo que venir el descabello para terminar todo.
Este valor espartano lo volvería a sacar a relucir con el quinto... en donde volvimos a ver entusiastas y domeñadoras verónicas. Y José Ignacio, nuevamente construyó una faena digna ante la adversidad, obligando a embestir al manso peligroso en pocas series con la diestra, que dejaron mucho reconocimiento, quedando todo en una salida al tercio en donde fue ovacionado con gran respeto.
El festejo... el largo festejo lleno de pifias del presidente dio término a las 21:45 horas. Un festejo de indiscutible entrega y valor por parte de los toreros. El coso se fue vaciando paulatinamente; no obstante en el ánimo de los aficionados ha quedado esa dignidad y esa honradez de El Fundi, José Ignacio Ramos y Juan José Padilla, por encima de todo.