Este año de 2005 se cumplen catorce años de la conquista de César Rincón en Madrid y por ende de la cima del toreo. Catorce años después, con la misma fórmula, vuelve el maestro a colocarse en primera fila del escalafón del toreo mundial y vuelve a mostrar que es lo que vale y que es lo que es puro oropel. Por si se les había olvidado.
César trajo algo nuevo ? descubrió algo nuevo? le encontró otros terreno al toro ? No, otra vez no, como se dijo hace catorce años. Simplemente volvió a desempolvar la lección que ya había dado en el 91 en la que rescató del baúl del olvido el toreo eterno, el toreo de siempre. Una lección que nadie aprendió o que nadie pudo poner en práctica después de tanto tiempo.
Cuando César cortó las dos orejas de “Santanerito” de Baltasar Ibán y luego al Murteira Grave del día siguiente, poniendo boca abajo la plaza de Las Ventas – sin olvidar el mano a mano de la Beneficiencia y la tarde de otoño con el toro de Moura - la crítica especializada se preguntaba por el fenómeno de un colombiano desconocido que derrumbó la mentira del toreo que estaban acostumbrados a ver. Al unísono reconocieron que el más grande torero que ha dado esta bendita tierra colombiana había hecho algo simple. Si, tan simple pero tan complejo a la vez, que nadie más lo pudo hacer. Había rescatado el cruzarse al citar, el presentar la muleta plana, el cargar la suerte y el dejarse llegar los toros desde lejos. Casi nada eh ? Todo eso que en esas épocas “espartanas” había quedado en el olvido y que César rescató y lo puso como primerísima figura del toreo, a la vez que daba un bofetón al camelo vuelto toreo. El público madrileño soportaba el toreo al hilo del pitón y sin cargar la suerte que imperaba por esas épocas y apenas vio a César saltó de la dicha porque llegaba alguien que rescataba la verdad del toreo. La verdad olvidada. Ese fue el secreto. Simple, sabido, pero vaya usted y hágalo. César salió lanzado al firmamento taurino.
Pasaron los años y el toreo se perdió en la tortilla made in Ubrique, en la estética vacía de Ponce y en el espejismo “julista” que engañó a muchos, entre ellos me incluyo, del que hasta ahora nos despertamos, sin olvidar que el único que enamoró de nuevo a Madrid fue José Tomás con una quietud de rompe y rasga pero al que el fuelle le duró solo tres años. Está ahora “El Cid” con su pureza y lo está logrando, pero a su espada le falta filo. O será a su ambición ?. Catorce años después, cuando nadie lo creía, Cesar vuelve al ruedo madrileño y con su misma fórmula aunque con una maestría más añeja, gozándose su profesión, sintiéndosese torero y sin la imperiosa necesidad de triunfar sino de disfrutar, vuelve a poner el toreo al revés. Pero es que nadie aprendió ? No. Lo miraron pero no pudieron. Nadie fue capaz de poner en escena lo que enseñó Rincón en el 91. Lo que pasa es que lo que hace César no está al alcance de cualquier torero, ni de cualquier mortal, hace falta ser un privilegiado, hace falta ser un torero de los pies a la cabeza para no solo ver a los toros como los vé y encontrarles la distancia perfecta para lidiarlos, sino ponerse en el sitio que se pone César, en el sitio reservado para los verdaderamente grandes. Eso no lo hace cualquiera.
Esta nueva lección la tendrán que aprender si queremos rescatar la fiesta del adocenamiento que vive y si queremos volver a emocionarnos. Yo lo que espero es que toda esta hornada de toreros jóvenes, que tan mal y discretamente han pasado por San Isidro y que han abierto un interrogante grande respecto al futuro que se nos viene, se fijen y aprendan de las enseñanzas que de verdad valen. Los toreros deben saber a que espejo mirar. Que se fijen en César Rincón y su verdad y no en aquellos que van acomodados pidiendo toritos para todas sus presentaciones, que van a Madrid porque les toca y se burlan descaradamente de la afición que da y quita y que en vez de torear de verdad se pasan los toros lo más despegado que se pueda, tan solo componiendo la figura y camelando a cuanto incauto se deje camelar. Eso está bien claro, falta ver si son capaces.
Nota: César, le esperamos en Colombia para disfrutar una vez más de su maestría y en Bogotá le queremos ver con los toros de Mondoñedo para ver aunadas la bravura del toro de lidia y la sapiencia y virtud de una máxima figura del toreo.