Salió el primer toro de El Zotoluco, y toda la confianza del México taurino estaba con él, porque justamente de esta importante comparecencia, dependía no sólo su futuro sino el de la fiesta taurina mexicana; y el horizonte... se tornó gris cuando con la capa desatendió la grandeza del toreo.Supusimos ilusoriamente que, con la tela roja, retomaría el camino hacia el triunfo, porque al toro sólo había que poderle, domeñarle e imponerse. Porque, además, a Eulalio le hemos visto poderle a toros mucho más complicados que su primero... y sacarles faena. Sin embargo, a este no le pudo, o no le quiso poderle y eso es aún peor.
Su faena la prologó de hinojos y dijo menos con esos pases con la mano diestra que, salvo una serie que fue plausible, lo demás hizo caer en el desánimo, fundamentalmente a los mexicanos que estábamos en la plaza. ¡Vamos, hasta fue desarmado!
Con el cuarto sobrevino la debacle y el derrumbe estrepitoso. Había que lidiar al toro, y Zotoluco... simplemente... no estuvo.
¿A dónde quedó la grandeza y la tradición de aquellos toreros mexicanos que dieron lustre a nuestra tauromaquia? ¿por qué no se entregó Eulalio? ¿por qué no demostró su capacidad taurina en el compromiso más importante de su carrera?
No sabemos, pero lo que sí queda claro es que no estuvo a la altura del compromiso, porque decidió negarse la posibilidad de consagrarse y ante tal decisión no existe ningún argumento que lo justifique.
La vergüenza indescifrable la protagonizó Enrique Ponce. No se puede admitir la burla de venir a la plaza más importante del mundo para estar frente a impresentables pequeñajos. Es una burla consumada en detrimento de la buena fe del respetable y eso no se debe ni puede aceptar.
Esto no habla de ningún torero que se precie de ser una primera figura... ¡Un petardo!, gritó el Tendido Siete, y ha dicho la irrebatible verdad.
Con el quinto intentó hacer su ya conocida faena, pases con ambas manos reponiendo muchos pasitos entre cada pase, componiendo la figurita, como cuando un cantante engola la voz; pero eso no tiene verdad, y acabó sucumbiendo el señor Ponce en su propio engaño.
El Juli insiste en buscar una supuesta profundidad... Quien sabe si algún día la llegue a encontrar y hasta comprar. Así, como estuvo ayer con esos pequeñajos que tuvo en “suerte”, no puede haber verdad, y si no hay verdad no existe la profundidad. Volvió a fracasar, porque si no se actúa con honestidad... Lo demás no vale.
Y si quiere culpar a los toros de sus deficiencias... no hay en este festejo lugar a tal hecho, porque tanto los mansos de La Ventana del Puerto como los otros mansos de Puerto de San Lorenzo, se han dejado torear, han sido noblotes como el primero del Zotoluco y los del señor Ponce y del Juli; salvo el cuarto que se quedaba corto en su embestir... pero todos se pudieron torear... no ofrecieron ningún peligro. Lo que se reprueba es que hayan sido diminutos pequeñajos... porque eso no se puede presentar en la primera plaza del mundo.
Decepcionaron los toreros... y todo acabó en el fracaso... y eso es un hecho contundente.