Hermoso de Mendoza es diferente y no es noticia, y la gran diferencia radica en torear. Montar a caballo lo hacen bien todos y en cuanto a doma, sin ser especialista, se puede afirmar que todos están a gran nivel, pero en cuanto se refiere uno al rejoneo como una variante del toreo de a pie, se llega a la conclusión de que Hermoso lleva gran ventaja a los demás.
No es nuevo ni pretendo descubrir nada que todo el mundo no sepa, pero en un día como hoy es bueno volverlo a recordar. Su actuación en Las Ventas en la tarde de hoy, al margen de la oreja ganada, ha sido una constante en lo que se refiere a torear. Fue salir con “Chenel”, ese caballo tan torero como quien da origen a su nombre y todo, todo, fue un clamor. A partir de ahí todo fue una sucesión de bellos lances y algún que otro muletazo, de los que un quiebro fue un monumento a la torería a caballo. Torear es conjugar las embestidas del toro y parar, y templar, y mandar; todo ello lo ha hecho Pablo con la naturalidad de los mejores toreros de a pie.
Un prodigio de temple y mando, con el agravante de tener que dominar también la cabalgadura, es cuanto ofrece este torero de a caballo, Pablo Hermoso de Mendoza, que así hay que llamarle a partir de hoy. Se acabó el llamarle rejoneador. Nada tiene que ver su exhibición torera con cualquier otra exhibición ecuestre de sus compañeros de cartel. Verlo torear es todo un privilegio y eso se ha visto hoy. Un fallo en el rejón de muerte le ha impedido salir de nuevo por la puerta grande, pero eso no es lo importante para un torero que tiene el reconocimiento de cuantos le han visto. Mal será comparar con el fallo a espadas de El Cid, pero no es malo si lo que hacemos es recordar el sabor, los momentos, lo vivido en su actuación. Así es; lo que interesa no es el trofeo conseguido, sino lo vivido, sentido y presenciado en la plaza. ¡Hermoso, torero!. En su primero mostró todo su saber, pero la condición del toro no permitió lograr mejores momentos, si bien fue ovacionado fuertemente a su muerte.
Otra oreja se ha llevado Álvaro Montes y a fe que ha sido trabajada, mostrando su variada doma de los caballos y el dominio de las distancias con los toros. El uso campero de la garrocha es todo un espectáculo, banderillas al violín, largas y cortas, piruetas de las cabalgaduras y mucha vibración. Así es Montes y sabe llegar al público. También había sido ovacionado en su primero. En resumen, una buena actuación.
Fermín Bohórquez, sobrio y discreto, no pudo lucir mucho con los toros de la casa. Mezcló en exceso aciertos y desaciertos y su labor fue silenciada a la muerte de sus enemigos. Además, sufrió un espectacular encuentro en un par de banderillas a dos manos, del que resultó cogido el caballo y llegando casi a descabalgarle, nuevamente hizo el toro por la cabalgadura y se libró, finalmente, de milagro de ser derribado.
Sigo pensando, desde siempre, que esos comienzos de cada día de rejones, expresan un agravio comparativo con las corridas de a pie, pues nunca imagino a los matadores dándose vueltas al ruedo antes de salir los toros, haciendo cabriolas o dando lances al viento, mientras la gente les aplaude gozosos. Será así, pero me parece una situación discriminatoria y que en nada tiene que ver con el toreo que se ha de ver después; naturalmente, si Pablo Hermoso de Mendoza está en el cartel. Deberá de anunciarse que antes de la lidia de los toros, será realizada una exhibición ecuestre. Así todo sería conforme a lo anunciado.
Calle Alcalá arriba la gente pretendía quebrar con igual torería a cuantos iban en dirección contraria, pero no lo lograban. Para ser torero hace falta algo más y en muchos casos ser Hermoso.