La novena corrida de la feria de Madrid no ha servido para reverdecer viejos laureles. Los toros de El Pilar, bien hechos y mejor presentados en cuanto a trapío, volumen y pitones, al final, no han dado lo que de ellos se esperaba, salvo quinto y sexto. Se ha remendado la corrida con un ejemplar de Lagunajanda que, tampoco ha resultado lucido. En el cartel, Fernando Cepeda, El Fandi y Matías Tejela, un triunvirato interesante que, al final, no han sido capaces de emular a sus compañeros en el día de ayer. Convengamos que, la papeleta, era difícil. Todos anhelamos el éxito de los toreros, nada es más cierto; pero tras la eclosión artística que ayer propiciaron César Rincón y El Cid, como explico, igualarlos ha resultado tarea ardua. En honor a la verdad, lo toreros, en este noveno festejo, ciertamente, han tenido que hacer el paseíllo bajo el handicap del recuerdo bellísimo que ayer dejaron los triunfadores en Madrid. La gente, como es lógico, lo bello, le cuesta olvidarlo y, lo que es peor, suele compararlo y, ahí vienen las desdichas de muchos profesionales. Por esta razón que estoy explicando, El Juli, muy pronto dejará de torear con César Rincón, y sino, al tiempo; como a El Cid le costará un mundo entrar en muchos carteles. Esta es la cruda realidad, por mucho que nos pese.

Se equivoca la empresa con este tipo de toros. En honor a la verdad, nadie ha pedido esa mole inmensa de toro con más de 600 kilos; ni siquiera los restantes que, en romana, han dado un peso brutal. ¿O es que, acaso, ahora el trapío se mide por el volumen? Cualquier toro, con el trapío suficiente, no tiene porque pesar más de 500 kilos y, a las pruebas me remito puesto que, ese tipo de toros que se solía lidiar en los años sesenta y setenta y que, muchos, decían que eran “pequeños”, esos mismos toros eran los que llenaban a cada momento el sanatorio de toreros con los diestros, con las carnes laceradas. Ahora, salvo algún que otro accidente, las figuras, a esos no los coge ni Dios; ni yo quiero que haya cogidas. Pero la realidad es la que tenemos y, lo que es peor, la que hemos vivido.
Fernando Cepeda, lamentablemente, no ha tenido su toro. Se le ha visto afligido y, posiblemente, tras la voltereta sufrida en el primero, tenía sus razones. Se ha escapado de milagro; más por su torpeza que por las malas intenciones de su enemigo. Sus toros, aparatosos como el resto de camada, quizás le han impresionado más de lo debido. No ha habido conjunción posible; sosos sus toros y, triste el torero. Así, con tan poquita disposición, resulta imposible. Albergábamos muchas esperanzas en torno a Cepeda, negarlo, sería mentir; de que es un buen torero, eso no lo discute nadie pero, en ocasiones como la presente, los toreros, tienen que dar otra medida. Eso de esperar al toro que todos soñamos y nos gusta suele ser complicado y, por supuesto, difícil de que ocurra.
La fortaleza y el arrojo de El Fandi, sin lugar a dudas, han sido sus mejores armas en esta tarde que, además de otras muchas cosas, ha estado muy desigual con las banderillas; sin lugar a dudas, no ha sido su mejor tarde en Madrid. David Fandila suele bullir muchísimo; nada deja por hacer pero, la cuestión es muy otra. Le ha caído en suerte el mejor toro de la tarde, el quinto, un animal extraordinario que, el granadino, no ha sabido entender. Era, como explico, toro de puerta grande y, el chico, lo ha desperdiciado perdiéndose en el mar de sus voluntades. Respecto a este torero, si se le premiara la voluntad, seguro que la daban hasta el rabo; pero, por lo menos en Madrid, se exige que se haga el buen toreo y, como explico, para su desdicha, ha tenido el toro apropiado. Se le pueden disculpar otras cosas en el toro anterior que, sin ser un barrabás, tampoco le ha dejado mucho margen de confianza. Pero, como digo, en el quinto de la tarde, -no hay quinto malo reza un aforismo popular taurino- se ha dejado ir un triunfo de escándalo. Se le ha pedido la oreja por un sector minoritario y, al final, no ha podido ni salir a saludar.
Matías Tejela no termina de concretar nada. Tiene planta, formas, maneras; se pone bonito y, sus inicios de faena son primorosos, más luego, a poquitos, todo se le viene abajo. Ha acompasado algunos viajes del animal, su primero y, con la muleta en la mano izquierda, su labor, ha perdido todo el encanto. En su segundo, toro noble y flojo, Tejela, ha bordado el toreo al natural en dos primorosas series. Era cuestión de confiarse y, la pena es que, el animal, de vez en cuando, se le caía al final de las suertes. Faena basada sobre el pitón izquierdo que, en muchos momentos, ha alcanzado la épica de la verdad y la torería. Es verdad que, si el quinto toro ha sido bueno, éste lo es todavía mucho más. No puede quejarse Tejela y, en honor a la verdad, merece el éxito. Adornos de primor y, estocada en todo lo alto. Oreja a ley.