Tras lo acontecido en este festejo de hoy, hay que hacer una recomendación a los toreros actuantes: no se den importancia... con este ganado. Para darse importancia hay que, por principio, tenerla y esa cuestión hoy estaba sin resolver.
Seis astados eran, pues llevaban astas. Seis toros eran, pero no de pelo negro, 4, como anunciaba el programa oficial, (pequeños despistes, como el de ayer con el minuto de silencio ya roto el desfile de cuadrillas, que la empresa debe cuidar un poco; estamos en la primera plaza del mundo y estos detalles son también de importancia) a fin de cuentas, eran unas reses que han sido toreadas por unos jóvenes espadas anunciados, pero que tanto su comportamiento y las fuerzas demostradas, como el toreo exhibido ante esos animales, no era, no es, para darse ninguna importancia.
El presidente Sr. Sánchez optó por no devolver ni uno, pero pudo y debió devolverlos, pues las fuerzas exhibidas eran bastante nulas y en el caso del tercero, invalidez total; también el sexto, y el cuarto... padecieron el mismo mal, pero no hay presión en la plaza. La zona más exigente esta pasiva, o quizás pasota, y eso es aprovechado para dejar en el ruedo animales no aptos para la lidia. Y lo saben todos, empezando por los actuantes. Todos a una como Fuenteovejuna, entienden, por esa razón, que el tercio de varas no hay que realizarlo, sólo simularlo y a ello dedican su mejor afán. Mala historia esta historia de cuidar de los toros cuando antes era la primera exigencia de los profesionales que pisan el ruedo, cuidarse de ellos. No es igual, pero les da igual.
Y así transcurrió la tarde con los toros de Garcigrande, simulando la suerte de varas, o lo que es lo mismo, sin que se hiciera de veras. Mal asunto. Cuando la suerte que ha de marcar y legitimar la bravura y la fuerza del toro a lidiar, se sustituye por un simulacro indecente, todo se viene abajo, además de los toros, que a pesar de esos cuidados siguen rodando por la arena. Y no fue una ni dos ni tres... tantas veces como los toreros mínimamente obligaban en sus embestidas a los cornúpetas, estos claudicaban sin rechistar.
Traído el verbo rechistar a esta crónica, hagamos algo con él. No rechistan, como queda dicho el sector duro de la plaza; no rechistan de esta situación compañeros que tienen el deber de informar; no rechistan las autoridades y veterinarios que deberían velar por un espectáculo íntegro y con mayor dignidad en el respeto al auténtico toro de lidia -no de bobalicona embestida- y no rechistan ni estas reses criadas para hacer ese papel; indigno papel que deja en mal lugar a su especie: el toro bravo y con pujanza.
No se den importancia... con este material señores matadores, jóvenes matadores. No puede haberla y ustedes deberían recapacitar. Podrán torear cien tardes al año, Sr. Jiménez, o cincuenta, Sres. Vega y Manzanares, pero el carné de torero hay que revalidarlo en Madrid. ¿y si no, para qué vienen?. ¿A darse una vuelta quizá?. No aumentarán su gloria ni su historial con actuaciones así. De nada valdrá que corten orejas y rabos en las plazas del ancho mundo, donde lo más ancho es la manga ancha de todos para favorecer sus intereses. Es aquí donde los toreros que se precien tienen que decir quienes son. Y ya está dicho, sobre todo para el que ya acabó su actuación, César Jiménez, no son nadie. Salvador Vega y Manzanares hijo tendrán una nueva oportunidad y ya se verá. Pero por lo hecho hoy, más parece que el alicantino no será nada y el malagueño ya veremos con otro material.
No se den importancia... pues cuantas cosas hicieron con esos toros flojos y bobalicones, pocas además, no tiene mucho valor. Hacía tiempo que no veíamos torear con el capote tan despegado como Manzanares al sexto; todas las imitaciones que ejerce César de su actual maestro Joselito, son la parte mala de aquél. Él lo hacía por sentirlo así, gustara o no, pero usted no puede sacar la barriga y medio tumbarse para torear sólo por que él lo hacía así. Por si todo fuera poco, ante toros sin fuerzas, suavones y sin ninguna emoción. Sólo cuando inició de rodillas la faena al cuarto, era usted, pero también para eso le hacia falta un toro y no un flojísimo burel que para dejarle mal, se arrodilló con usted. Ahora a dar vueltas a España y a seguir imitando, seguro que se creerá triunfar, pero hasta que no lo revalide ante toros en Madrid, su página estará hueca y sin contenido por muy llena que esté la cuenta corriente. Usted elige y el aficionado también.
Salvador Vega, parece que puede dar más, pero necesitará también hacerlo ante toros completos y no estas imitaciones de toros que a la sombra del “artista” quieren criar en todas partes. Al final en Salamanca, en lugar de cuidar sus encastes, están cargándose todo con tanto “arte”. Tres confirmaciones, la mitad ya cubiertas. Una cumplida en su totalidad, la de Jiménez, y na de na; otra la de Manzanares para olvidar; la de Cruz fue una cruz y mañana Dios y Gallo dirán.
A salvo la buena actuación en banderillas de Manuel Montoya, poco más dio de sí el festejo del que la gente huía despavorida al final. Bastó que uno gritara escaleras abajo que Jiménez u otro, pues no se oyó, quería regalar un sobrero para que la gente apretara a correr hacia la calle sin mirar para atrás. Hubo uno que se volvió... pero es que había perdido el paraguas nada más. Los demás, todo era correr.