Tras el fiasco del día de ayer con El Juli y sus huestes, en esta ocasión, la novillada, en principio, hasta nos parecía un oasis en el desierto de nuestras ilusiones. Se corrían los novillos de Fuente Ymbro, ese ganadero que ha sabido conjugar bravura con movilidad y trapío para sus toros y, en esta ocasión, así lo ha demostrado. Algunos, claro, podrán servir más que otros; de hecho, así ha sido, pero la novillada ha resultado muy interesante desde todos los frentes. Ricardo Gallardo, el ganadero, me consta que es un buen aficionado y, con sus hechos, así lo está demostrando ya que, esta corrida de novillos ha tenido un comportamiento excelente, al margen de que unos toreros han entendido mejor que otros a este encierro encastado y bravo.

Gabriel Picazo, el primer espada, ha evidenciado lo duro que es el camino para ser torero. Por supuesto que, nadie, en su sano juicio, será capaz de tratar con dureza a estos hombres que empiezan pero, la realidad es la que hemos visto. Picazo quiere hacer las cosas bien pero, una cosa es predicar y, otra muy distinta, dar trigo. Sus buenas maneras, como se ha evidenciado, no han calado en el respetable que, la final de sus actuaciones, han silenciado su labor y, por deseos, les juro que no ha sido; el chico ha dado todo lo que tenía. Un sector de la plaza pedía la vuelta al ruedo de su segundo novillo y, mala cosa es que te pidan la gloria para el toro y, silencien al torero. Gabriel está en los primeros compases de su carrera y, tiempo tendrá; de cobardes no se ha escrito nunca. Valiente si lo es.
Sergio Marín es algo muy parecido al compañero que he citado, con el agravante de que, posiblemente, los novillos más bruscos y con más genio, han caído en sus manos y, la papeleta era muy difícil. Sergio lo ha intentado desde todos los frentes y, su labor ha quedado en saco roto. Dos silencios sepulcrales han adornado la labor de este torero que, al finalizar su actuación, su cara, denotaba su tristeza porque, justo es reconocerlo, no ha tenido demasiada fortuna con su lote. Es verdad que, cuando menos, ha estado en novillero y, esa virtud no se la quita nadie.
Y ha sido Alberto Aguilar, el tercer espada el que ha tenido el triunfo. Oreja en su primero con toda justicia puesto que, el toro de Gallardo se desplazaba largo y con una movilidad apabullante; novillo para éxito y, así lo ha entendido desde el principio hasta el final, el citado Alberto Aguilar que, cuyas formas, disposición, ganas, valor y arrestos, han tenido el beneplácito popular del público de Madrid que, como se evidencia tarde tras tarde, es el más justo del mundo puesto que, en tamaña justicia, no pretenden equivocar a nadie y, la verdad es siempre la única bandera que esgrimen a la hora de enjuiciar al toro y al torero. Es cierto que, la labor de Aguilar, en su conjunto, ha tenido alguna que otra laguna, algo para disculpar en un chico que está empezando pero que, con rotundidad, ha dado todo lo que tenía. Su estocada, un tanto desprendida, ha motivado la petición y, por supuesto que le otorgara esa oreja que, con toda seguridad, le habrá sabido a gloria. Una oreja y en Madrid, eso debe saber a la más dulce gloria. Se llama Alberto Aguilar y quiere ser torero. Luego, Dios, el hombre y el destino, darán su última palabra. En el último de la tarde, para dejar en mal lugar al ganadero, el novillo ha sacado todos los problemas habidos y por haber y, Alberto no lo ha visto claro; sus razones tendría. Las tenía, lo aseguro. El enemigo tenía muchas complicaciones y, el triunfo ya lo había conseguido.