Don Camilo me lo apuntaba. “Cómo ha cambiado el toreo -me decía- fíjate que, si este es la primera figura del momento actual -se refería a El Juli- pronto se clausurará la fiesta para siempre". Decía estas palabras un gran aficionado que, con sus 80 años y una lucidez que ya quisiéramos muchos, me dejaba anonadado. Este hombre, aficionado cabal y amante de la verdad de la fiesta, no se pierde una corrida de San Isidro; ni de ningún lado puesto que, gracias a la televisión, aficionados de cualquier confín del mundo pueden seguir con sus ilusiones al respecto; lo triste es que, espectáculos como esta infumable corrida de Madrid, echan del sofá al más fiel espectador aficionado.

Todo era con figuras; toros y toreros. Era el día grande de Madrid en que, para festejar a su patrón, la empresa, seguro que con buenas intenciones, remató un cartel de los que los taurinos llaman redondo; y rodó, pero por los suelos. Joselito se hartó de traer toros porque, desdichadamente, no había manera de aprobar seis para la corrida. ¡Cómo sería el material¡ Al final lo consiguieron y, entre los de Joselito, Martín Arranz y Sorando, lograron que se celebrara la pantomima. Baile de corrales y baile de toreros puesto que, El Juli, Matías Tejela y César Jiménez, más que torear, bailaron lo suyo en el ruedo de Madrid. ¡Menudo tostón¡ La gente comían pipas, las rosquillas del Santo, bostezaban y deseaban que, aquella parodia, terminara pronto. Los espectadores, con toda seguridad, estaban deseosos de que terminase aquella horrible pesadilla, como era aguantar a los tres plastas que, por esas plazas de Dios, caminan como figuras.
Leí el otro día, no recuerdo en que medio, cuando un crítico pagado -no puede ser de otro modo puesto que, tan tonto, no creo a nadie- decía que El Juli era el mejor torero del mundo. Para decir semejante afirmación hay que ser, como digo, o muy tonto o muy comprado; o muy burro, claro. Don Camilo se tiraba de los pelos al ver a semejante esperpento que, con la corrida que él había elegido, naufragó de mala manera. Vaya vulgaridad la de este tipo que, una vez más, acudió a Madrid a reírse de todo el mundo y, para colmo, trabajándose el papel de víctima. Y no debe de quejarse jamás puesto que, la corrida, descastada, sospechosa, vulgar y sin trapío, la trajo él a Madrid, por tanto, una burla descarada sin paliativos. Y pensar que le dieron una fortuna por semejante parodia, ello es para entristecer a cualquiera. El colmo de la desdicha es pensar que, por ejemplo, Gómez Escorial, que a punto estuvo de dejarse la vida en Madrid, con toda seguridad, apenas le darían para cubrir los gastos. ¡Cosas de la vida¡
Una vez más, El Juli, ha vuelto a fracasar en Madrid en toda regla. Como vemos, si los fracasos en esta plaza fueran cuantificables, El Juli y muchos como él, se marchaban a casa para siempre. Pero en el mundo del toro, todo es posible; hasta que cuatro graciosos se mantengan de figuras y, engañando al personal se hagan multimillonarios. ¿O no es un engaño traer esa corrida fofa, descastada y anómala en la plaza de Madrid?
Los comparsas de El Juli, es decir, César Jiménez y Matías Tejela actuaron de relleno; es decir, haciendo lo que estaba programado. Ciertamente, estos toreros, con el medio toro, ciertamente, el burro amorfo de provincias, saben componer la figura y parece que torean bello; pero de componer la figura a torear, hay un trecho enorme. Parodia de estrépito la vivida en esta tarde en la que, Don Camilo, tiró la boina por los suelos porque, tamaño espectáculo, le produjo calor en el último “piso” de su anatomía y, por supuesto, una herida incurable en su corazón de aficionado.
Al coleguita ese que dijo que El Juli es el mejor torero del mundo, habría que recordarle que, si este es el mejor, evidentemente, lo mejor que podríamos hacer es clausurar la fiesta para siempre. Y se siguen preocupando, los taurinos, de los detractores de la fiesta. ¡Vaya estupidez¡ Una vez más se ha vuelto a demostrar que, los grandes enemigos de la fiesta, son los taurinos mismos y, sálvese el que pueda, claro. A las pruebas me remito.