La foto que ilustra esta crónica es la foto de la tarde, seguramente de muchas tardes y, lo que es peor, del futuro de la Fiesta. Así de duro y así de claro. A pesar de llenarse los tendidos de gente ávida de fiesta y de que nuestra Fiesta por antonomasia nos siga transmitiendo sensaciones, el ruedo estuvo vacío de contenido torero. Nada que resaltar en un festejo que refleja el empobrecimiento al que hemos llegado con la complacencia de muchos. Así de duro y así de claro.
Miren bien esa foto y hagan examen de conciencia. Si son profesionales de esto, con más razón mírenla. En ella se ve cuanto sucedió en el ruedo en la tarde de hoy y es fiel reflejo, también, de lo que sucede una tarde sí y otra también por los ruedos del mundo. No pretenderán que con tan poco, -sólo se ve arena en el redondel- se hagan aficionados. Existen miles de cosas en que ocupar su tiempo la gente y, sobre todo, la juventud, como para aproximarse a una plaza de toros donde no hay nada.
Ni vestigios de lo que se dio en llamar torería, cuando ésta ha sido sustituida por cierta cursilería. Ni un conjunto de emociones que brindaba la casta y el toro bravo, ausentes prácticamente de casi todas las ganaderías. Ni una suerte de varas que medía la pujanza, la bravura y las fuerzas de los anteriormente llamados toros bravos, ausente ahora en los bovinos de raza sin determinar en que han devenido los criados a la sombra del toro “artista”, a los que no hay que picar para no destruir sus ínfimas fuerzas. Ni sombra de aquél público exigente que hacía que los toreros pugnaran por complacerlos en buena lid y competencia, cuando en los tiempos actuales la competencia solo la usan para buscar cada uno el toro más cómodo y bobalicón.
Y no crean que es una crónica negativa, lleva impregnada toda la pasión por la Fiesta que he sido capaz de atesorar hasta nuestros días. No me cansaré de defenderla, pero defenderla no es claudicar ante las infames exigencias de quienes quieren una fiesta mortecina y de una constante vulgaridad. Todavía quedan en nuestra retina episodios vividos con toreros, -sin necesidad de ser figuras- de unas décadas atrás, cuando el ser torero era algo para presumir y arriesgar, hoy en decadencia. Como muestra un botón: anteayer coincidí en el vagón del metro con un torero que ha ocupado los primeros puestos años atrás, Emilio Muñoz, hoy comentarista en televisión; nadie le dirigió la mirada ni le prestó atención pues nadie le conocía. Esa es la tragedia de la Fiesta, ya no la conoce nadie y mucho menos a sus protagonistas. Si llega a montar en el metro, por poner un ejemplo, Butragueño, también retirado, se lo comen como moscas. Esa es la diferencia mediática. Y los profesionales de esto, tocando el violón. Pues qué bien.
Hace falta darle la vuelta a esto y cuanto antes, pues será tarde pasado mañana; hay que hacerlo ya. El toreo es emoción y los toros que se crían hoy no valen para hacerle a la gente sentarse en un tendido. Hoy, en esta foto ilustrativa, los tendidos que no ven estaban llenos producto del tirón del abono isidril, pero todos saben, incluida la empresa, que queda todo el año y la foto será la que se ve. Entonces será lo que ya es: la nada.
No puedo hablarles de lo sucedido hoy, pues no hay nada que contar. Me remito a la ficha que pueden pinchar justo al lado de mi crónica en el especial San Isidro, que a este paso va a tener una trascendencia especial: ser testimonio de la cuesta abajo y decadencia de la otrora más intensa y emotiva fiesta del mundo. Anotemos que confirmó un torero que ya ha dado dos vueltas completas a España y el mundo, con 250 corridas toreadas, lo que dice muy mucho la falta que les hace Madrid para circular cuando hay otras cosas que les permiten anunciarse en todas partes. Eso también habría que cambiarlo, para que Madrid en vez de ser el lugar por el que pasan como de exposición, fuese realmente de oposición. Aquí se viene a opositar y sacar o no el salvoconducto para poder ir de figura y no al contrario como es práctica actual. Todo al revés.
En el ruedo estaban esos toros tan ponderados, con procedencia fetén: Núñez, Torrestrella y J.P. Domecq y ya se ha visto, una vez más, el resultado: la nada. Por si fuera poco vinieron, los que pasaron el reconocimiento veterinario, terciados y flojos, tan flojos que se simuló la suerte de varas, haciendo burla a la principal prueba de la bravura del toro de lidia. Claro que de lidia no eran. Eran simplemente para aparentar y poder conceder una confirmación a uno que va y quieren que vaya de estrella, más el que ya lo es y el que lo quiere ser. Ejemplares criados por una figura del toreo que con ello demuestra el tipo de toro que a él le gustaba torear. Todo estupendo, según les parece a ellos y a la Fiesta y a los aficionados que los zurzan.
Sólo la foto nos recuerda en que ha de convertirse a la vuelta de pocos años ese redondel: en un solar que hará las delicias de cualquier constructor. Mañana en la novillada, estamos seguros, veremos ejemplares con más trapío que los vistos hoy. Sólo por eso, merece la pena volver. Y como a lo mejor están más seleccionados los sementales y las vacas, podemos ver algo de lo que representa la bravura del toro de lidia. Que Dios nos ayude, ya que los demás se niegan.