Decía Góngora aquello de, “me gusta que al averno lleven a los mortales y allí todos males les hagan padecer…..” Y, sin lugar a dudas, eso ha pasado hoy en Madrid; el averno puesto que, entre los toros, la lluvia, el viento y los nubarrones negruzcos como un túnel sin salida, así se ha desarrollado este espectáculo que, por arte de “magia”, se convierte en algo insoportable. De que llueva no tiene la culpa la empresa, eso lo puedo asegurar; y menos mal que escampó puesto que, el principio, ha sido desolador; otras muchas cosas si serían inevitables, como por ejemplo, traer toros que embistan. Los herederos de Celestino Cuadri están viviendo del nombre, de una gloria que hace muchos años tuvo vigencia pero que, en la actualidad, como le ocurriera al legendario José Antonio Hernández Tabernilla, todo se ha venido abajo.

Los célebres toros de Cuadri, en la actualidad, sólo sirven para la foto; bella estampa, pitones astifinos y veletos, aunque alguno, vaya usted a saber, estaban sospechosos de pitones; en realidad, lo que debería ser un toro bravo. Lamentablemente, la bravura se perdió por el camino y, su propietario, lógicamente, acusará una tristeza infinita. En este festejo, obviamente, como en botica, hemos tenido de todo; pero con abundancia, la falta de casta y las malas intenciones de los Cuadri que, como explico, poca gloria han aportado. Como diría el otro, en manos ajenas a las que hemos visto, quizás más gloria hubieran encontrado; difícil pero, nos queda la duda.
Ha confirmado Fernando Cruz, un muchacho ilusionado que, su anhelo más grande, lógicamente, era confirmar su alternativa en las Ventas. Todo un deseo que, dadas las condiciones de su enemigo, se ha visto truncado. Valor seco y sereno para aguantar las tarascadas de su enemigo; la definición, como dirían los taurinos, es que no tenía un pase. Fernando Cruz, valga la expresión, llevó una pesada cruz sobre cuerpo y, lo que es peor, sobre su alma. En su segundo, con idéntico trazo y faena anterior, tampoco logró éxito alguno. En ambos resultó cogido sin consecuencias y, condiciones de los toros al margen, Fernando Cruz está muy verde para estos empeños tan arriesgados. Convengamos que, el orden de aparición en esta crónica, le he cedido el primer puesto a Fernando Cruz por la misma razón que, Rivera, le ha cedido el toro de la confirmación.
Rivera Ordóñez se ha equivocado por completo. Posiblemente, en un arranque, ha accedido a entrar en este cartel cuando, como él sabía, lo tenía muy crudo; es torero de pueblos y con el medio toro se defiende como otros muchos. Los Cuadri tenían mucho que lidiar, al margen del enorme peligro de sus guadañas y, Rivera, no está para dichos menesteres. A su primero no lo ha querido ni ver, algo que quizás yo pudiera entender pero, el aficionado de Madrid, entiendo que merece más respeto que todo eso; dejarse anunciar para saborear el ridículo, me parece aberrante, de ahí, la bronca con estrépito. En su segundo que, cuando menos, con el capote, daba la impresión de moverse con decoro, hasta el punto de que, Iván García le ha enjaretado un quite por chicuelinas, cuando Rivera ha cogido los trastos de matar, no se lo ha pensado dos veces. A mi este no me coge, pensaba Rivera y, se lo ha quitado de en medio como ha podido, tras varios espadazos. Nueva bronca y, lo que es peor, ha hundido su cartel en Madrid en la más vil de las miserias. Para la próxima ocasión, le costará un mundo ser reconocido en dicha plaza.
Iván García que entró por la puerta de la sustitución, “gracias” a la lesión de Luís Miguel Encabo, en su primero, ha tenido una actuación más que digna; tenía un “tío” delante y, no se arredró. Sin lugar a dudas, el toro más potable de los lidiados. Labor plagada de valor, de arrestos y unas ganas infinitas por buscar el triunfo que, en realidad, no era empresa sencilla. En manos más expertas, quizás hubiésemos visto más; García lo intentó y, como siempre pasa cuando un torero se entrega, el público responde con la misma ilusión; se le aplaudió tras una estocada baja, pero pronto llegó el silencio. En su segundo intenta los lances a la verónica y, sufre un amago de cogida que, sin lugar a dudas, le deja vacilante. Otro toro para la foto que, de poderle, con toda seguridad, hubiera consagrado a su autor. Resulta obvio decir que, a todos los toros se les ha pegado muy fuerte en varas y, éste, naturalmente, no iba a ser una excepción. Toro para ser lidiado por unas manos muy expertas que, en realidad, no eran las de este hombre.
Una vez más, corrida sin historia, festejo para aburrir a todo el mundo y, a este paso, los aficionados se irán calentando, para mal, claro está. Es la eterna película; todos difíciles, broncos y de juego desigual, tirando a malos, claro. Y, llegado el caso de que salga un toro para poder triunfar, lógicamente, nos tenemos que acordar de Paco Ruíz Miguel, Manili y hombres de esta extirpe que, con toros de esta índole, lograron la gloria en repetidas ocasiones.
Tiempo hacía que el público de Madrid no despedía a un torero con almohadillas y, en esta ocasión, Rivera Ordóñez, se las ha llevado todas. Yo, en su lugar, esa actuación, la tomaría como una lección para lo sucesivo.