Como si de una triste profecía se tratare, una vez más, he vuelto acertar en mis pronósticos. Desde luego, si Rappel me conociera, con toda seguridad que me fichaba para su equipo de videntes; ellos adivinan el pasado y, quien suscribe, cuando menos, adivina el futuro. Dije que no les pasara nada a los toreros con los toros de Bohórquez y, ahí está el resultado y, para mayor desdicha, corroborando mis dotes de futurólogo, pronostiqué que el Atlético de Madrid caería derrotado. En honor a la verdad, les confieso que, adivinar todo esto es muy sencillo; cuestión de lógica.
En la segunda corrida de la feria de Madrid, ante todo, habría que resaltar un bellísimo par de banderillas de Luís Francisco Esplá; un par por los adentros que, por su verdad, puede asustar a cualquiera menos al protagonista que, en este menester, sigue siendo gente importante; ni los años han mermado a sus piernas, razón evidente que le avalan como un torero atlético y poderoso. También es verdad que, nadie podría imaginar a Esplá sin un par de banderillas; quiero decir que, este torero, si dejara de practicar esta suerte no sería nada. Más tarde, el de Bohórquez, corretón y suelto, tampoco ha servido para que Esplá lograra el éxito. Tampoco en su segundo encontró Esplá materia para el triunfo. Voluntad y riesgo con las banderillas y, ante un toro rajado, Esplá ha optado por la brevedad. Hábil con la espada, al final, se ha silenciado toda su labor. En esta ocasión, la puesta en escena, no funcionó en lo más mínimo.
Resaltaba yo en mi crónica de ayer aquello de que, soñaba con que los toros del ganadero jerezano pudieran servir para el éxito y, una vez más, tuve la desdicha de acertar en que la corrida no serviría para el triunfo. Abogaba yo por Fernando Cepeda que, dada su fragilidad, necesita de un toro que le ayude en su menester creativo y, los enemigos que ha lidiado no han sido justamente los que él necesitaba. En su primero, corretón y abanto donde los haya, Cepeda ha bregado sin lucimiento y, en su haber, quedan cuatro pases bonitos que, en honor a la verdad, no han solucionado nada. Puñalada trapera la propinada por Cepeda y, aplausos para el matador. En su segundo, tras unas bellas verónicas, no pudo rematar con la media belmontina ya que, el toro, le enganchó el capote y todo quedó en baldías ilusiones. Muleta en mano, su enemigo se defiende por ambos lados y, Cepeda, opta por la brevedad. Tampoco sirve para nada estar pesado cuando, como se estaba comprobando, el toro no iba en la dirección de la muleta y, lo breve, por lo menos, no tan malo. Otra fea estocada para que rodara el toro. El silencio sepulcral ha sido la tónica dominante de los espectadores que, aburridos, ni ganas de chillar han tenido. Hay que hacer notar, en su honor, el gran tercio de banderillas del subalterno El Chano que ha estado sensacional.
La magia de Madrid y, de forma concreta su feria, alcanza para todo y para todos. Es decir, en dicha plaza, los aficionados se cuentan por miles porque, este mismo cartel, en Benalmádena, no congregaban a trescientas personas y, en Las Ventas, se ha rozado el lleno. En la Villa y Corte, pese a todo, hay ganas de toros; las pruebas así nos lo demuestran y, es una pena que, la nueva empresa, cometa los mismos errores de quiénes les precedieron en la gestión. Todos sabemos, hasta el más infantil de los aficionados, qué toros embestirán y qué toros deben de ir para rejones o, si se me apura, directos al matadero; pero no, hacen carteles baratos y, así nos luce el pelo. Tanto los toros de ayer como los de este festejo, todos sabíamos que no iban a dar espectáculo y, así se los ha tenido que tragar la afición. Convengamos que, por ejemplo, Esplá está ya al margen de todo y, a estas alturas de su carrera, lo mismo le da hilo que jabón porque, en definitiva, todo es para la ropa. Pero Cepeda y Uceda, a pesar de la rima, ansiaban el triunfo; lo necesitan como agua de mayo.
Uceda Leal que empezó su primera faena con aires de torero caro, muy pronto se ha venido todo abajo con estrépito. El toro se le ha rajado por momentos y, ahí murieron los deseos de Uceda que, entre el toro y molestado por el viento, no ha logrado nada positivo. Nos consta que, José Ignacio Uceda Leal, ilusiones las traía todas. El hombre compone y, el toro, suele descomponer en demasiadas ocasiones. No entraré en valoraciones absurdas en que si se pudo hacer más o menos, respecto a todos los lidiadores; honradamente, el material no era el adecuado para el éxito y, perder el tiempo en baldíos intentos, me parece una descortesía hacia el aficionado, por tanto, los toreros, han cumplido su papel. Uceda, que comprobó como le devolvían el último de la tarde debido a su flojera, no sin antes, eso sí, comprobar la ovación que el público de Madrid le tributó a Florito por su habilidad para enchiquerar al toro devuelto. El sobrero, de Corbacho Grande, - nadie sabe donde lo comprarían y, mucho menos, a qué precio- astifino, se embebió en los vuelos del capote de Uceda Leal cuando éste le instrumentaba bellas verónicas. El toro se le descompuso y, su gozo, en un pozo. Eso sí, Uceda le recetó una de sus bellísimas estocadas.
Se han pitado con fuerza a los toros en el arrastre, el viento ha hecho su maldita aparición más veces de las debidas y, como diría Morante de la Puebla, en Madrid tienen que darse muchas circunstancias para que llegue el éxito. Ciertamente, en corridas como ésta, buscar el éxito será siempre tarea baladí. Han pasado a mejor vida aquellos éxitos que otrora lograra el ganadero Bohórquez. Ahora, tendrá que vivir de recuerdos porque, la realidad actual es muy amarga; en Madrid ha tenido otra prueba.