Fueron saliendo uno a uno; fueron sumando hasta seis y todos eran iguales: pura basura. No se puede calificar de otro modo lo que fue apareciendo por la puerta de toriles. Cierto es que cuando solo iban tres, el titular de la crónica no iba a comenzar así, tenía otro calificativo: toros para entrenar. Pero ya lo ven, finalmente ganó el calificativo que da título a ésta: los toros basura.
En el adelanto que ayer nos hacía Joaquín en su sección “desde el 7”, anunciaba que hoy venían los “Boborquez”, pero llegado el momento de tener que escribir ha devenido no en bobos, sino en basura que es aún peor.
Decíamos que íbamos a titular toros para entrenar; es decir, sin alma de toros, sólo con la configuración exterior, y las embestidas bobonas que permiten que el torero esté cómodo pero que todo aquello llega, como mucho, a toreo de salón. Y lo íbamos a decir, pues eso era lo acontecido en los tres primeros lidiados que de pura sosería aburrieron a todos, incluidos los toreros. Cepeda estuvo cerca de que la gente le corearan aquellos muletazos con sabor a entrenamiento que prodigó, pero imperó la sensatez y terminaron donde debían. No era posible magnificar ese toreo sin enemigo delante.
Con Esplá o Uceda pasó igual. Incluso a Uceda, que perdió pie, el toro le dijo “¡perdone usted! pero yo no le voy a embestir estando en el suelo”. Toreando de salón, un amigo, lo hubiera intentado; el Bohórquez no. Este tipo de toro, también se le podría llamar amigo, pero con esos amigos, y en Madrid, ya no es necesario tener enemigos. Truncan todas tus expectativas como toreros a la par que ponen a la gente en el brete de no volver más.
La segunda parte ya degeneró por la cuesta abajo total. De ahí el calificativo de basura. Y todo ya fue mejor, desde el punto de vista del decoro. Ni Esplá ni Cepeda aguantaron delante de sus “enemigos” más de dos minutos y los despenaron, eso sí de cualquier manera. Todos los toros lidiados, que carecían de la más mínima aproximación de lo que debe ser un toro bravo, fueron además endebles, anovillado el tercero y feos más de uno, pero llegó el sexto y fue la claudicación: del toro y del palco. Ocasión única para que saliera Florito y diera, una vez más, lección de torería al retirar el Bohórquez devuelto.
Fue casi lo mejor y más torero de la tarde, si exceptuamos la torería y brillantez de “El Chano”, quien en el quinto tras un gran par de banderillas, hubo de saludar montera en mano. Dos ovaciones cerradas y ambas para los no anunciados como primeros espadas del espectáculo. Con los toros disponibles, era un hecho anunciado que triunfarían los dos. Al paso que vamos, en la maltrecha Fiesta, Florito y El Chano pueden anunciarse en un mano a mano cualquier tarde.
Salió el sobrero de una ganadería poquito conocida, Corbacho Grande, y su aparición fue igual que la de los anteriores: mucho correr y huir de todas las sombras que le llegaban. Más luego se empezó a centrar, ya en el capote que manejó precipitadamente Uceda, y más tarde permitió otro toreo con la franela, sin excederse tampoco, pero que el diestro madrileño no encontró forma de acoplarse ni de encontrar la distancia con él. Creemos que a esas alturas ya le quedaban pocas ganas de fajarse con él. En resumen, tiró por la calle de en medio y cerró una tarde para olvidar. ¿Qué digo? para olvidar jamás. Si estos nefastos espectáculos se olvidan se volverá a reincidir y reincidiendo, se seguirá echando a la gente de las plazas y no habrá manera de crear ni un nuevo aficionado.
A nadie le debe agradar este “pastel”, pero sólo unos lo pueden impedir. La empresa no debe volver a adquirir estos toros de la basura, llegados a tal decrepitud que no será fácil que se les pueda llamar bravos en el futuro. El público, santo de toda santidad, toda la tarde se la pasaron recordando al fallecido Juan Pablo II de bondadosos que fueron con su actitud. Con todos los respetos, cualquier espectador que hubiera hecho de toro, hubiera tenido una actuación más agresiva que las reses lidiadas. Si no lo han visto ¡imagínense! el ejemplo. Deprimente.