Veían salir en volandas, ayer en Madrid, a Enrique Ponce y ese público verbenero pensaba que aquello que relucía a la luz de los potentes focos de la televisión, era oro. Naturalmente, no lo era. Una pulsera de señora en oro -valga la comparación- a poco que pese, vale los 3.000 euros; lo mismo que un vestido, entero, de torear. Pero para esta gente todo lo que reluce es oro, así les cuentes una y mil veces las notables diferencias. Ayer, sin ir más lejos, en Madrid. Veinte mil almas -que ya son almas- creyeron, comulgaron y subieron a los cielos, convencidos de que cuanto vieron hacer al “F”enómeno era música y canto celestial. De purgatorio, y con reparos.
Cada día, en esta feria del año de gracia -ninguna gracia tiene- nominan a uno de los triun”F”alistas que acuden al ruedo venteño. Se hace difícil escoger, pues hay muchos, pero lo hacen. Una vez escogido le cabe el honor de sentarse en lugar preferencial y poner su nombre en los carteles; ayer el Sr. Lamarca. Todo un honor. Antes y durante el “F”estejo, le dejan que de rienda suelta a su personal forma de ser a”F”icionado. Y suelen cumplir a la per”F”ección. Naturalmente a “F”avor de los intereses de los que viven de esto. Para nada, le explican que sería bueno guardar un poco las formas y, sobre todo, salvaguardar el prestigio y los derechos de la afición de Madrid. Si alguien osa decirlo, suelen contestar ¿eso que es?.
Desde la mañana, se a”F”anan en escoger y revolver en el mercadillo de reses en que se convierten los corrales de Las Ventas. Allí, auxiliados por apoderados, padres y otros advenedizos de los toreros -bueno, sólo de las “F”iguras- en el revoltijo escogen lo más tierno de las camadas, no tanto para de”F”raudar, sino para hacer la tarde agradable a los seguidores “F”ieles del “F”enómeno. Si hay sorteo, es un secreto, pues al ruedo salen unos lotes que parecen hechos por el diablo, sino no es posible que los más chicos y “F”ofos le toquen al que más gana. La vida es una constante “F”ortuna, y por eso la dis”F”ruta quien más se la merece. Quienes se quejan, es de vicio. Puro vicio, pues los asistentes triun”F”alistas no reparan en estas cosas. Vienen a “F”orrarse de orejas y, además, con ayuda del triun”F”alista mayor, Sr. Lamarca, lo consiguen.
Otros días, los trin”F”alistas mayores se llaman Sr. Sánchez, Sr. Torrente, etc. Son todos tal para cual. Hay quien dice que se avecina la llegada de un mesías, al que todos apodan como “El Pangüas”. Cuenta la leyenda que fue el campeón del triun”F”alismo y que, como prueba de ello, delante de toda la plaza, se cortó el rabo... de un toro y se lo dio a uno que no se lo había pedido ni nada. A tanto no llegan, de momento, estos entusiastas de “F”enómenos, ¡pero tienen unas ganas!. Y no digamos de los padres, apoderados y advenedizos varios. De todas formas, nosotros lo vemos como muy peligroso; eso de cortar un rabo delante de tanta gente guapa puede ser contagioso y tal como son, cada tarde, pedirían otro. Pidiendo por esa boca son insaciables
No es oro todo lo que reluce y cuanto sucedió ayer en el ruedo, tampoco. Bueno, algún pasaje hubo y éste correspondió al nuevo, Antón Cortés, que gusta de hacer el toreo bueno, dando lo que hay que dar y rematando atrás. El matador más antiguo, que hizo de telonero, cumplió ese papel, pero no el otro que le correspondía, pues pareció que se había retirado, justo antes de hacer el paseíllo. Las orejas de los terciados, “F”lojuchos y noblotes toros, tenían, ya antes de salir los minutos contados, minutos que no supo contar el Sr. Lamarca mientras babeaba cuando toreaba el “F”enómeno. Ayer cumplió su papel: por la mañana, la-marca quedó en el reconocimiento y en el sorteo; por la tarde, la-marca la hizo en las orejas de los astados y, ya de noche, la-marca -del zorro en este caso- la llevaban los aficionados en el pecho y en el corazón. Si para marcar los tiempos, de seriedad y exigencia, del conjunto de la lidia, no estuvo; para marcar un golpe bajo al prestigio de esta devaluada plaza, sí anduvo “F”ino.
No es oro todo lo que reluce, aunque lo vendan como tal. Si Las Ventas deja de ser lo que era -es decir, el último reducto de la seriedad y el prestigio-, las verbenas adquirirán el honor de ser nuestra “F”iesta nacional. Los que quieran, ya pueden acudir: la verbena ya dura todo el año.