La verdad, no tiene mas que un camino. Y si es en materia taurina, con más razón. En materia taurina hay que andarse con ojo, pues escribidores y palabreros de todo tipo, suelen confundir al personal mezclando, torticeramente, verdades, verdades a medias, mentiras y un salvaje oportunismo, en aras de estar siempre junto a lo que venden como la verdad y la razón -sea o no cierto-. De ello suelen salir trasquilados, pero ingenuos oyentes y lectores suelen picar el anzuelo que, de forma inevitable, les lleva por la senda de la farsa; o lo que es igual, por formar parte del grupo de los educadosignorantes que necesitan para mantener el negocio a su manera. Además, no se les cae la cara de vergüenza pues hacen a todo: carne o pescado; lo mismo babean con una figura ante una chota, que se apuntan a un torero total ante un toro de verdad. La coherencia brilla por su ausencia, aplicando la solución explicativa -pero, sobre todo comparativa- del silencio. Por tanto, si tuvieran que vivir de la coherencia, se morirían de hambre. Pero como todos sabemos, viven de otra cosa.
La verdad no tiene mas que un camino. Y si es en materia taurina, comienza por un toro, y a éste le acompaña un torero. El toro debe contar con todos sus atributos y el torero también. Y esto que parece elemental no suele darse todos los días. En el momento actual de la fiesta, casi ninguno. Si me permiten, sólo en Madrid y rara vez. Eso de encontrarse, frente a frente, en una sola verdad -en el toreo no coexisten varias- los taurinos actuales lo han convertido en un milagro. Tan es así, que si pudieran lo evitarían. Pero los destinos del Señor son inescrutables y, a veces, se les escapa, con lo que salen ganando los aficionados; pero ¡ojo! también los espectadores de paso, que por dicha casualidad pueden presenciar en primera persona -sin necesidad de palabreros- la auténtica fiesta. La fiesta, la tricentenaria, no necesita explicación alguna, son los sentidos los que advierten de su grandeza: un toro y un torero frente a frente es suficiente argumento para su sostenimiento.
La verdad no tiene mas que un camino. En materia taurina no se precisa que nadie te de orientaciones previas, ni a posteriori del comportamiento del animal o del aficionado –de los toreros nunca dicen nada que no sea bueno- de acuerdo con unos intereses previos; no, los sentidos son suficientes para elevar al cerebro las sensaciones que se viven y que convierten la lucha entre partes tan desiguales en unos momentos épicos que, desarrollados con base en una técnica y apoyados por momentos de inspiración artística, lo convierten en un todo indisoluble. Pero todo nace a partir de un toro en plenitud. Es él quien da verdadera dimensión a cuanto sucede; de ahí la importancia que el aficionado debe prestar a esta exigencia fundamental. Luego, tras esa lucha en plenitud, cada torero aplica además de los preceptos técnicos, su capacidad artística y su momento de inspiración, haciendo que cuanto suceda, sea igual pero distinto. Un toro en plenitud será el imprescindible eslabón para elaborar la cadena. Sin él, la cadena estará engarzada -desde antes, con todo tipo de ventajas y manipulación- para engañar al personal y en el único beneficio de los participantes; como el toro y las figuras de la actualidad.
La verdad no tiene mas que un camino: Un toro y un torero de verdad. Ayer mismo en Las Ventas de Madrid. Para los que gustan de ubicar los nombres de los protagonistas -para mí, deberían salir enmascarados los toreros y evitaríamos toda predisposición, por parte del público amogollón, hacia los toreros más famosos- les diré que, por este orden, se enfrentaron Flirteo, de 599 kg., de la ganadería de Guardiola Fantoni y Antonio Barrera -pregunten entre el público clavelero por él y creerán que es otro-. ¡Sí señores! esa lucha existió ayer, en plenitud y autenticidad. Frente a frente, en una faena emocionantísima que mantuvo en pie a los espectadores -todos, fueran más o menos aficionados; la verdad une, del mismo modo que la mentira separa- que no pararon de aplaudir y de vibrar. Una faena de las de antes, donde la conjugación del verbo poder era la norma a aplicar; a buenas horas habría sido posible en otras épocas conjugar los verbos cuidar o mantener.
Al final, tanta belleza, riesgo y emoción, sin faltar a la cita la consustancial necesidad del toro de “coger” -por suerte, sin consecuencias-, por mor de la mala fortuna, aquí si podemos lamentarlo, no pudo rubricarse con una estocada superior, siendo por su defectuosa colocación, inferior. Tras la bellísima pelea, con pasajes de riesgo, valor y poder extraordinarios, la voluntad de matar recibiendo a tan encastado animal, que desarrolló todo lo que un animal íntegro y de raza debe desarrollar durante la faena, resultó emocionante pero fallida. Un público educado para valorar más los trofeos que los sentimientos pidió la oreja, pero ésta ni era justa ni necesaria; para saber quién y cómo planteó batalla a un toro muy importante, para los aficionados no hacen falta tales regalos.
La verdad no tiene mas que un camino. En cuanto a toros, también. Los que nos vienen con el cuento interesado de los kilos en los toros, cada vez lo tienen más crudo. Mienten, desinforman, educan a cuanto ignorante e ingenuo se ponga por delante pero, fundamentalmente, callan cuando deberían de explicar sus interesados comentarios. Dos toros, hasta ahora, han sido protagonistas en la feria y los dos tenían diferentes pesos: 521 kg. Cigarrero y 599 kg. Flirteo. El primero, que gozó de los honores de la vuelta al ruedo, nadie lo protestó; luego se viene abajo el slogan de las exigencias de kilos por parte de la plaza de Madrid. El segundo, tampoco se protestó -como para protestarlo, era un señor toro- y no paró de embestir; ahora se viene abajo la teoría -perdón, la tontería- de que con tantos kilos los toros no embisten. Entre medias, apareció el toro Expósito, con 531 kg., de la ganadería de Carriquiri y le dio el triunfo a Antonio Ferrera. Todos tenían algo en común: que eran toros y que pertenecían a Hernández Pla, Carriquiri y Guardiola Fantoni, tres ganaderías que no torean las “F”iguras. Esa es la única razón. Lo de si tienen kilos o pitones, sus hechuras, y hasta los rasgos zootécnicos y morfológicos; pues eso, técnicos y lógicos. Lo que no es lógico ni técnico es vender una fiesta devaluada engañando y desinformando al personal. Esta fiesta no necesita de tanto pelota y adulador, sino de toros de verdad que pongan a los toreros y las cosas en su sitio.
La verdad no tiene mas que un camino. Y al paso que vamos, o cambian la forma de escribir y de decir tanto palabrero, o todo el mundo, aficionado o no, tendrá que leer solamente lo que se escribe -sin afeitar, en puntas- en esta web.