Un gran torero lo es en todo el universo taurino, no sólo en un lugar determinado como España y Francia, o incluso, en Sudamérica, en donde se exige también la presencia del toro.

El señor Ponce nuevamente estuvo de vacaciones en México, ahora en Aguascalientes (como lo demuestra la oportuna gráfica de mi dilecto colega Francisco Tijerina), porque simplemente… no toreó toros… eso pareció, y eso enseñan las imágenes.

Se podría decir que enfrentó animales cuya apariencia era casi de novillos. Y creemos que esto no es algo que hable bien de un torero importante, que se precie de ser un digno profesional.

Que sume una serie de pases como rehilete (en redondo y sin parar) ante estos dóciles animalitos… bueno, eso suponemos que no es torear, aunque guste e impacte a cierto sector de los maravillosos aficionados mexicanos.

Sí... la frívola estética… puede lograr eso, porque en gustos se rompen géneros. Aunque después queden olvidadas esas faenas.

La faena que hizo a "Arlequin" de Fernando de la Mora, este domingo 1 de mayo, un astado un poco mejor presentado... y que sustituyó a otro pequeñajo de Santa Bárbara; fue un ejemplo de bien torear, olvidándose de la frivolidad de la estética, haciendo gala de poder y calidad, pero... ¡es sólo un astado... no toro!

Torear es un acto de sublime arte, cuando se enfrenta con gallardía y sinceridad, a la verdad del toro.

Porque el arte presupone verdad, y esa verdad en la fiesta taurina... en la tauromaquia, está representada, únicamente… en el auténtico toro íntegro; y el señor Ponce en Aguascalientes, nunca le vimos torear un astado que tuviera la presencia del toro con edad y con trapío.

Por lo que se puede decir... que no existió verdad en lo que realizó.

Habrá muchos poncistas cegados por su pasión que se enfurezcan, ante tal comentario; pero no se acaba de entender… ¿por qué perdonar la mentira? Entonces... ¿El señor Ponce sí tiene derecho de engañar... de defraudar... de burlarse del público?

Hay una cosa que está clara y sustentada... el señor Enrique Ponce enfrenta en España el toro… y va a Francia y también sucede así; incluso en Sudamérica... también lo hace.

¿Por qué en México no puede enfrentar al auténtico toro íntegro? ¿Por qué venir a burlarse del público?

Algunos perdonarán este engaño… no obstante, estoy seguro que ni México, ni la Feria de San Marcos de Aguascalientes, ni todos esos maravillosos aficionados que vinieron a verle de toda la geografía nacional, ni la propia fiesta ni la tradición, se merece que Enrique Ponce los engañe prometiendo torear corridas de toros, y acabar casi "jugueteando" con diminutos pequeñajos.

No dudo, y lo escribo con respeto, que el señor Ponce sea un gran torero… ¡vamos!, hasta un torero de época, pero estas cosas lo denigran no sólo como torero, sino como ser humano; porque no se puede llamar torero, al que promete cumplir siempre con la verdad y... ¡termina engañando!

Porque una cosa queda clara... uno es el error involuntario y otro el fraude.