Tras varios años de alternativa, Víctor Puerto, está volviendo a empezar. Se les escapó todo de las manos y, ahora, quiere reencontrarse consigo mismo y, a su vez, volver por el sendero que le condujo al éxito. Su tarea, aunque noble, me parece muy dura; pero no queda otro remedio. En estos momentos, olvidado por las grandes empresas, no tiene otra opción que ir de pueblo en pueblo, eso sí, con la finalidad de que nombre vaya sonando de nuevo. Y lo está consiguiendo. A triunfo por tarde en todas sus actuaciones, algo que, con toda seguridad, le llenará de moral e ilusiones. Aunque sean triunfos sin relumbrón puesto que, los marcos en donde actúa apenas tienen trascendencia, poco a poco, Víctor Puerto irá consiguiendo su objetivo que, en definitiva, no es otro que ir pronunciando su nombre por todo el taurinismo.
Nadie puede entender, en definitiva, qué pudo haberle pasado a Víctor Puerto para que, de la noche a la mañana, de estar presente en todas las grandes ferias del mundo, de pronto, le apearan de su cetro, sin lugar a dudas, el que con tanto esfuerzo se había ganado. No hace todavía muchos años, Puerto, se erigió triunfador total de la feria de Madrid, con dos puertas grandes consecutivas, galardón que, con toda justicia, le ayudó para torear en todas las ferias del mundo; España, Francia y América, dieron fe de aquellos triunfos épicos de este torero oriundo de Ciudad Real, nacido en Madrid y criado en Sevilla.
Me temo que, envidias absurdas, en un momento determinado, cuando comprobaron que la popularidad de Puerto, gracias a la televisión iba en constante aumento, posiblemente, por esta extraña razón, decidieron darlo de baja de los grandes carteles. Ciertamente, la televisión, es un arma de doble filo que, igual te catapulta que te hunde en la más vil de las miserias y, Puerto, tuvo que sucumbir ante la segunda disyuntiva. Pulular por esos mundillos televisivos, honradamente, no me parece serio para un torero de su corte. Aquello de que todo el mundo vea su vida privada, su boda y demás asuntos al margen de los toros, como explico, me parece tan banal como las figuras que eso representan y, Víctor Puerto, en el toreo, se le ha tenido como un chico serio y responsable. Esas acciones, dicho en cristiano, son propias de un zascandil como Jesulín de Ubrique, pero nunca de un hombre como el referido Puerto que, desde el primer día, su concepción del toreo, era y me temo que seguirá siendo muy seria. Quiero explicar que, sonrisas al margen del propio torero, el fundamento de su labor, obviamente, se basaba en la pureza y el sentido armonioso por las suertes, en definitiva, por la búsqueda de la torería que, sin lugar a dudas, heredó del singular Sánchez Puerto, tío del mencionado torero.
Puerto ha comprobado, en carne propia, aquello de que la popularidad la puede alcanzar cualquiera, pruebas tiene de sobra. Pero esa misma popularidad no significa que vaya ayudarte en tu profesión y, como explico, Puerto, ha sido una víctima de esta cuestión. Más que beneficiarle, en definitiva, le ha perjudicado muchísimo y, a las pruebas me remito. El torero aludido debería de entender que, los buenos toreros, ninguno de ellos ha tenido que recurrir a los espacios televisivos para conseguir su objetivo, justamente porque, los toreros, donde tienen que hablar, hacer y decir, es dentro de los ruedos; el resto, hechos baladíes que, como a Víctor le pasara, lo único logrado ha sido el olvido por parte de los grandes empresarios. Me temo que, la lección, la habrá aprendido por completo.
Ahora – y esto es de admirar- Víctor Puerto anda por esos pueblos de Dios, sin gente en los tendidos, sin dinero, sin aquellos compañeros de antaño y, lamentablemente, haciendo un esfuerzo sobrehumano que, Dios quiera le sirva para relanzarse. Por triunfos no será ya que, cada tarde, en los recintos en que actúa, además de llevarse un puñado importante de trofeos, sale en volandas por los capitalistas. Esperemos, confiemos que, este volver a empezar por parte de este diestro, cuando menos, tenga el reconocimiento de las empresas y que, por segunda vez, sigan creyendo en él; en honor a la verdad, cuando estuvo por las ferias, jamás defraudó. Por esta razón, por la validez de su toreo, merece esa segunda oportunidad de estar donde estuvo y, por supuesto, de donde nunca debió apartarse.