Es práctica común, en la prensa escrita; al menos en Ecuador, el colocar las noticias de toros en la sección deportiva y, el hacerlo es nada menos que un desatino monumental.
La Fiesta de los toros nunca será un deporte, es arte puro. Tan es arte que pocas fiestas, como la taurina, han inspirado todo tipo de expresiones artísticas; de esta maravillosa fiesta se han ocupado, poetas y novelistas, pintores, escultores y sin ir más lejos, hasta cineastas.
Solo el arte,puede inspirar tanto y tan bueno como lo ha inspirado la Fiesta Taurina. Y lo que es más, no solo ha inspirado y atraído a hispanos, ha trascendido fronteras y se ha regado por los más lejanos rincones del mundo.
Películas taurinas se han hecho y es de cajón, en España, en Francia, en México,países taurinos, pero también sehan hecho en paises tan supuestamente antitaurinos como los Estados Unidos de América.
Hablar ya de los aficionados que tiene la fiesta pues, desde Australia hasta Japón y de Londres hasta Noruega y todo esto se da porque, los toros son mucho más que un deporte. Son esencialmente arte.
Hay arte en la musculatura casi labrada del toro, en sus pitones, en cada embestida, en el momento en que humilla o cuando entra al caballo. Hay arte en su fiereza y en esas miradas, a momentos hasta húmedas, con las que taladra al torero.
Hay también arte en los toreros, en su elegancia al caminar, en su plantaje; en una verónica o una revolera, en los vuelos brillantes de los capotes, en la conjunción del negro, el rosa, el oro y el pardo dorado de la arena. Hay arte en las banderillas de colores, en su contraste contra la piel ensangrentada, en una muleta planchada y, en la mano fina y firme que la guía.
Hay arte en la faena misma y en todo aquello que la decora, en el colorido que se aposenta en las gradas, en las mulillas decoradas y cantoras con sus cascabeles al viento y, arte oculta, casi desapercibida en los bordados de los capotes de paseo, de los trajes de luces, de las chaquetillas de los varilargueros, arte solo arte.
Cada chaquetilla, cada traje bordado es sin duda arte. Arte silenciosa, casi olvidada, pero arte de manos hábiles que, enhebrando los sueños con hilos de oro o plata, bordan flores, ramas, fantasías de brillos y luces. Lentejuelas, hebras de plata, de oro, adornos de azabache, guirnaldas bordadas con manos de hada, para enfundar los cuerpos de aquellos soñadores que despiertan pasiones.
Guirnaldas y flores que a veces se tiñen de sangre, la del toro muchas veces y en otras, también la de aquellos románticos que, enfundados en sus trajes, se vuelven arte, para fundirse con la negra arte de dos pitones bravíos y con el arte que encierra todo aquello, que a los dos les rodea.