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Fernando Marcet  
  Perú [ 27/04/2005 ]  
PUNTOS Y COMAS

No existe escuela para aprender a ser padres y cada cual debe acudir a su criterio, su propia formación y a la imaginación para educar a sus hijos con las enseñanzas, principios y normas que considere necesarios les permita enfrentarse al mundo. Mi hermana Flor siempre consideró importante inculcar en sus hijos (siete en total) el habito a la lectura, para lo cual se hacía indispensable lograr entendiesen lo que leían. Para ello nada mejor que hacerlos practicar en voz alta lo que le permitía, aparte de corregirles defectos de vocalización, enseñarles a respetar los signos de puntuación, fundamental para que sus escuchas, y ellos mismos, entendiesen lo que leían. “Para comprender lo que se lee, -decía- hay que respirar en las comas y parar en los puntos” 

En un examen de religión, una de sus hijas se encontró con la siguiente pregunta: “¿Por qué Jesús cuando predicaba, se hacía entender por todos, aún cuando sus seguidores eran gente humilde e ignorante?” Sin dudar un instante, la niña respondió: “Porque respiraba en las comas y paraba en los puntos”.

La anécdota -por demás cierta- es tema de reflexión pues, eso de respirar en las comas y parar en los puntos, aplica a casi toda actividad humana, tanto más si se trata de un trabajo artístico. ¡Qué sería la música sin los silencios entre una frase musical y otra! ¡Qué de los diálogos de una obra teatral sin pausas! ¡Qué de la danza sin esos instantes en los que el bailarín permanece inmóvil! En tauromaquia sucede lo mismo. Si bien la lidia es un todo unitario, se desarrolla en tres tercios dentro de los cuales la conjunción de hombre y bestia es una permanente sucesión de encuentros, separados por pausas. Algunas breves como las comas, son difícil de apreciar por el observador no habituado, tales son las que existen entre dos verónicas o dos naturales. Otras, de mayor duración como los puntos, marcan la terminación de una serie de lances o pases de muleta. Existen pausas mayores pero, por lo general, no tienen justificación que no sea consecuencia de las falencias del torero con dificultad para resolver el problema que tiene delante. El cómo se administra estas pausas y lo que hace el torero durante ellas, marca la diferencia entre el triunfo y el fracaso.

Las pausas bien utilizadas hacen más legible y luce la tarea del matador pues contribuyen a ligar los diferentes momentos de la lidia en forma armoniosa y bella, como las cuentas de un collar; cuando no, producen su fraccionamiento y la retacea en jirones. El quedarse quieto en un desplante al rematar una serie o el tiempo que le toma cambiar de mano la muleta, son pausas que no atentan contra la unidad de la lidia, por el contrario, la adorna y engrandece. Todo lo contrario sucede cuando el matador abandona a su oponente para beber agua, limpiarse el rostro, promover los aplausos del público o realizar el abominable cambio del estoque simulado por el estoque de matar, con lo cual se fractura la faena de muleta. Se que en este punto mis lectores estarán reprochándome que sea repetitivo en mi censura al indebido y antirreglamentario uso del estoque simulado pero… no tengo opción. Seguiré batallando en tanto no se proscriba de los ruedos.

Lo que se hace durante las pausas es también importante. El torero se esfuerza en componer la figura mientras está reunido con el toro pero no suele mantener la misma preocupación durante las pausas y protagoniza actitud y gestos impropios a su condición profesional.  Tal es el caso que, al momento de igualar al toro para la suerte suprema, se agache para ver, por debajo y costados del animal, la ubicación de sus cuartos traseros o, cual futbolista autor de un gol, pegue saltos con los brazos en alto, celebrando una buena estocada.

Queda claro que para algunos brota de forma espontánea estar siempre en torero, mientras que para otros se les hace difícil y deben poner esfuerzo para lograrlo.

Déjese llevar amigo lector por el mundo de los recuerdos y rememore algunos toreros de su predilección. Piense en el comportamiento que tenían (o tienen) dentro del ruedo y pregúntese si tal argumento no gravitó de alguna forma en su preferencia. Debo confesar que para mi fue un verdadero placer ver a Antoñete, en sus últimos años en activo, desplazarse en el ruedo con la naturalidad y solvencia con la que, seguramente, ha de hacerlo el gerente del Banco Mundial en su oficina. También la sobriedad de El Viti o más recientemente la de José Tomás. Sin embargo el matador que derrocha torería en el ruedo es, sin duda, Paco Esplá a tal punto que, quienes no simpatizan con él, lo acusan de histriónico. No pienso igual. Considero que sus gestos y actitudes no son fingidos sino producto del conocimiento de un hombre culto que sabe y respeta el origen de todo aquello que hoy se hace en el ruedo, más por costumbre y tradición que por el significado o importancia que ello tiene. Paco Esplá podrá no ser figura del toreo pero a muchos nos agrada verlo en la plaza.

El mundo taurino es amplio y esconde miles de detalles que, si los analizamos buscando respuestas, pueden llegarnos a explicar el porqué tal o cual aspecto de la lidia nos es grato o produce rechazo. El de las pausas -o puntos y comas, como lo he llamado- es uno de ellos que he querido compartir con mis lectores luego de ver la polémica faena de César Jiménez al quinto toro de la corrida televisada desde Sevilla: la de las dos orejas para el matador y la vuelta al ruedo para el toro. Coincido con la mayoría de aficionados en que ambos premios fueron excesivos pero tratando de explicarme el entusiasmo triunfalista del público sevillano, llegué a la conclusión que el desempeño de Jiménez durante la lidia, en especial en su faena de muleta, fue impecable. Estuvo en torero. No me refiero a sus condiciones de mando, temple o profundidad, que sólo las vimos en sus dos series de naturales, sino a la actitud que supo mantener, aun en las pausas. No desentonó en ningún momento. Pienso que esta fue una de las razones por la que la faena resultó bella y permitió, entre otras cosas, que el toro luciera mejor de lo que fue.

 
   
 
   
Alejandro Tellez 27/04/2005  
 
el arte de encontrar el ritmo. todo tiene su ritmo, hasta lo mas insignificante, a todos nos da dios, el don del ritmo, unos de mas otros de menos, RODOLFO GAONA dijo, el que tiene entendederas, nunca tendra problemas , se referia al ritmo entre el toro y el torero. saludos.
 
 
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