Soutullo y Vert, justamente, escribieron esta música para que, al paso de los años, su creación, quedara inmortalizada para siempre. Se trata de una composición musical que, sus autores, bautizaron como LA LEYENDA DEL BESO. Y es exactamente de lo que quiero hablarles, del beso de leyenda; esos besos que no tienen música, pero sí el encanto del amor; precisamente, esos besos que ha inmortalizado Francoise Bullgan que, con su cámara y en plena calle, logró las instantáneas más bellas y representativas del más apasionado beso con toda la extensión de la palabra.
Francoise, como todo artista creador, con su cámara siempre a cuestas, en la década de los años cincuenta, inmortalizaba los besos más apasionados y, éstos, sin lugar a dudas, ni estaban ensayados ni tampoco programados; ocurría todo en plena calle, a la luz del sol y, bajo los instintos de un hombre y una mujer que, embelesados, se declaraban su amor a la luz del universo. De ahí nacía el beso; y ahí reinaba la grandeza de dichas instantáneas fotográficas que, este artista supo inmortalizar para siempre y que, ahora, al paso de los años, sus motivos amorosos, tanto éxito están teniendo en la reciente exposición fotográfica que, el mundo puede admirar.
El beso es, ante todo, una expresión de cariño, un motivo de amor, una ilusión compartida y, como tal, toma mayor vigencia cuando es auténtico, brotado de la interioridad de dos personas, hombre y mujer que, sin mediar palabra, sellando sus labios, el uno junto al otro, se dicen todo lo que sienten. Y hablo de la autenticidad del beso puesto que, el éxito de este hombre vino por captar el momento justo cuando un hombre y una mujer, sin mediar palabras, se susurran el mejor de los diálogos; unos labios, juntos y callados, obviamente, son capaces de pronunciar las más bellas frases. Francoise Bullgan tiene la prueba. Sus imágenes, las que ahora están dando la vuelta al mundo, precisamente, por ese mundo de locos en que, las prisas y el estrés han destrozado al ser humano, sigue siendo reconfortante admirar cuando, en la década de los cincuenta, hombres y mujeres enamorados, se cantaban el amor en plena calle, sencillamente, dándose un beso en plena luz del día. Eran, por supuesto, aquellos tiempos en que, todavía, el tiempo era lo que le sobraba a todo el mundo; o quizás lo sabían administrar mucho mejor que ahora, pero que, a fin de cuentas, las parejas, hasta encontraban el momento para besarse y, con dicha acción, mostrarse su cariño.
Existe una sutil diferencia cuando hablamos del beso de película y el beso del alma; en el primero existe el guión, el ensayo y, ante todo, el hecho fingido por hacer creer, en ocasiones, aquello que no se siente. El beso espontáneo es aquel que te encuentras en plena calle y, como hiciera Francoise, lo captas para el mundo. Mucha ternura se palpa en dichas imágenes, sencillamente, la propia de un beso de amor que, como dice una de nuestras canciones más populares, tampoco se le da a cualquiera.
Lamentablemente, la sociedad de consumo en que vivimos, ha erradicado de la vida cotidiana muchas de las bellas costumbres de antaño; el beso ha sido una de ellas. Es casi imposible encontrarse a nadie en plena declaración de amor, como supone el beso. Quizás que, posiblemente, en la intimidad de la alcoba se de cita esta bella costumbre entre un hombre y una mujer; lo que se dice a la luz del día, como comprobamos, este hecho, ha pasado a mejor vida.
Bésame mucho, te podría susurrar al oído; ahora que tanta falta me hace.