Ver videos antiguos de corridas de otros tiempos, es un ejercicio interesante, primero porque le permite a uno comprender que, la fiesta de los toros, como todo en este mundo, se ha transformado con el correr de los años y luego, porque y, esto sí con tristeza, en esos videos uno ve cojones. Si señores, ¡cojones!, lo que implica toros, “toros” con cuajo y años, con presencia.
Es un espectáculo que casi se podría decir, hemos perdido en las plazas ecuatorianas, el ver toros con cojones y tanto es así que, viendo un precioso video de Rafael Ortega prácticamente no me fijé en el toreo, quizá solo en las efectivísimas estocadas, por el gusto inmenso de ver toros tan cuajados, tan serios, tan bien presentados; es decir, toros con cojones.
Y esos cojones de los toros, tienen también otra connotación, la de demostrar la valía de los toreros. Porque claro, nadie puede decir que enfrentar un toro, por anovillado que sea, requiere de coraje, pero enfrentar toros con esos cojones, requería mucho torero, mucho saber, mucho mandar, mucho templar.
Sería un espectáculo interesante ver a las llamadas figuras de hoy, con toros como aquellos, con toros con cuajo, serios, íntegros, serios. Sería sin duda interesante pero, no creo que ninguno se prestaría, es más, lo vemos constantemente, mientras mas alto llegan las figuras más cómodos buscan los toros, buscan esos animalillos suavones, repetidores y sosos que les permiten un “lucimiento” entre comillas, lucimiento que no puede compararse con el de aquellos toreros que, como Rafael Ortega se lucían ante toros que tenían seriedad, presencia y cojones.
Es de esperar en Dios que algún día, volvamos a ver a las figuras enfrentando toros, simplemente eso, TOROS.