Mi artículo anterior estuvo dedicado a César Paredes Romero, periodista y amigo desaparecido hace poco más de una semana, víctima de un infarto cardiaco
Incansable batallador contra la corrupción y picaresca de la fiesta, se enfrentó con agallas al Consorcio Taurino de Acho empresa que desde hace cinco años, rodeada de adulones y periodistas venales, mal administra la feria de Lima, lo que ha ocasionado que los aficionados se alejen de los tendidos y la familia taurina se divida en dos facciones irreconciliables.
En los últimos días, muchos han sido los homenajes póstumos que se han rendido a este gallardo periodista, sin embargo considero que la mejor forma de honrar su memoria es recordándolo en sus escritos que permiten, a quienes no lo conocen, saber de su verdadera personalidad y la fuerza de su mensaje. Por ello, en esta oportunidad, hago mutis, le cedo los trastos y transcribo dos de sus artículos referidos a las temporadas taurinas limeñas 2003 y 2004:
EL TRISTE PAPEL DE LAS PEÑAS TAURINAS
Escribe: César Paredes Romero (06 de diciembre del 2003)
La fiesta de los toros en Lima pasa por un pésimo momento. Se veía venir. Desde que Roberto Puga en complicidad con Belisario de las Casas, el ministro que recomendó construirle un monumento a Montesinos, consiguió, el año 2000, introducir una cláusula en las bases de la licitación de Acho que contempla la obligatoriedad de lidiar 50 % de ganado nacional durante la feria limeña, dejó notar su mal estilo y su intención, que no era otra que asegurarse que los potenciales empresarios de la feria perdieran el interés y, en consecuencia, quedarse como único postulante. El supuesto apoyo a la ganadería nacional era, para quienes conocíamos los antecedentes de Roberto Puga, un cuento chino.
Las malas artes del, ahora desenmascarado, empresario ganadero no podían quedar ahí considerando que toda su trayectoria taurina esta plagada de actitudes nefastas. Por el contrario, se multiplicaron al calor de la soberbia en su máxima expresión, estimulada por la privilegiada posición que le daba sentirse empresario de Acho y la complicidad de una camarilla de espíritu cortesano que le prodigaba ridícula alabanza.
Pero los tiempos han cambiado. Por fin la prensa promotora, por tanto poco consecuente con su obligación ética de ser objetiva, los aficionados más pacientes e inclusive los taurinos que creían, en realidad, que apoyar a la empresa era lo más conveniente para la fiesta han reaccionado ante lo evidente del daño que se esta haciendo a la fiesta de los toros en Lima y que podría ser mortal si no lo atajamos de inmediato.
No son los antitaurinos los que pueden destruir la fiesta, aunque no hay que desatender sus manifestaciones. Son los empresarios tramposos y el periodismo mermelero el que le hace real daño. Son las autoridades inmorales y las instituciones de fachada, las que sirven sin pudor ni decencia los malos manejos empresariales, justificando lo injustificable, silenciando el fraude y disfrazando como triunfales los burdos montajes, quienes corroen los cimientos de la fiesta.
La renuncia al Consejo Taurino del Rimac de los señores José Antonio García Miró, el doctor Andrés León Martínez y el doctor Antonio Pecho representante del Centro Taurino de Lima, a la que se ha sumado, aunque con diferentes argumentos, el matador en retiro Ricardo Higa, nos ha recordado que aún hay aficionados cabales dispuestos ha renunciar a privilegios y pequeñas vanidades en salvaguarda de su honor y la integridad de la fiesta. Gente como ellos son los que harán falta para reconstruir el prestigio y la categoría de Lima taurina. Su renuncia, sin embargo, no nos hace olvidar que otros continúan amparando y dando respaldo y legitimidad a esta comisión, que a todas luces pretenderá otorgar nuestros trofeos, hayan o no triunfadores que los merezcan, en la corrida cierre de la feria. Hago la atingencia porque, si no los hubieran, no deberá extrañarnos que esta institución de fachada pretenda maquillar lo que ha sido una feria fraudulenta, otorgando el Escapulario de Oro por alguna de las faenitas vistas hasta ahora en el abono y el de Plata al ganadero defraudador, por su torito de prefabricada vuelta al ruedo exaltada por un puñado de periodistas inmorales.
Por otra parte qué patético ha resultado leer el mensaje de la desprestigiada Asociación de Peñas Taurinas de Lima que no hace sino recordarnos, sus verdaderos objetivos. Tampoco es grato comprobar que las peñas limeñas donde, como en toda institución hay buenos y malos elementos, han optado por el triste papel de mudos. Ante el atropello, el desprestigio de la feria de Lima y de nuestra plaza más que bicentenaria, y el fraude a los aficionados, por ende a ellos mismos, su silencio es, por decir lo menos, un papel muy triste.
NAUSEABUNDO
Escribe: César Paredes Romero (27 de noviembre del 2004)
De nauseabundo podemos calificar el ambiente taurino que se respira en Lima, de un tiempo a esta parte. Que hubo diferencias entre los taurinos en el pasado, muchos testigos lo podrán corroborar pero, que se llegara a niveles de podredumbre moral e intelectual como la que atosiga los corrillos taurinos en estos tiempos, no hubo quien pudiera afirmarlo cabalmente. Y esta situación se debe, sin duda alguna, al actual empresario de la Feria del Señor de los Milagros, Roberto Puga Castro, quien supo encontrar con un instinto más animal que racional, la complicidad de la escoria de la afición para, con ella, construir su farsa empresarial que hoy ya no resiste la más mínima crítica, ni falta hace, para desmoronarse sobre sus estructuras de lodo.
De las consecuencias de la gestión de Roberto Puga he hablado hace años. Era demasiado grosero lo burdo de su discurso para no percatarse de sus verdaderas motivaciones y sus carencias morales e intelectuales. Lamentablemente hay demasiada gente, en el medio nuestro, pobre de espíritu y de intelecto, fácil presa de la pantomima, la oratoria falaz y el halago insustancial, vulnerable a la apariencia y vanidad, que resultó el abrigo que el empresario requería para escudarse del frío vacío de su absurda pretensión: una afición sumisa a su pobre propuesta.
Los críticos de la gestión de la feria, que los haya siempre, están dando una dura batalla. Las consecuencias de ello son los ataques que era de esperarse del grupo de escuderos al servicio de la empresa, que se siente protegido por quien tiene la gestión de la feria en sus manos y el manejo de, por lo menos, algunos medios que ello supone. Pero no hay ya que preocuparse demasiado. Los insultos, las traiciones, las amenazas de que han sido objeto los defensores de la fiesta, provienen de gente sin escrúpulos, sin valores ni intelecto y, por tanto, sin otro futuro que no sea la deshonra, el descrédito y al final el ostracismo, que es el destino al que está condenado el servil, más temprano que tarde.
Estemos alertas para diagnosticar con claridad la situación clínica en que dejará a nuestra amada plaza, a nuestra más joven afición y a nuestra feria, este depredador inconsciente y torpe. También, para dejar de lado nuestras naturales diferencias y para que, quienes nunca claudicamos de nuestra verdad, seamos capaces de encontrar el tiempo necesario para dedicarlo a la reconstrucción y recuperación de nuestra fiesta nacional. Entonces, aunque seamos cuatro amigos los que iniciemos esta cruzada a los que sin duda se irán sumando muchos más, habremos rendido justo homenaje a quienes nos infundieron valores, moral, amor a la tauromaquia; aquella gente, muy nuestra en el contacto personal, y a otros, como el Patriarca de tantas generaciones de aficionados el doctor Alejandro Miró Quesada, a quien una franquicia mediática inmoral ha pretendido ofender logrando solo desenmascararse y despertar la solidaridad de los agradecidos, cientos y miles de aficionados herederos de su amor por la fiesta taurina que bebieron de su inagotable fuente de información, en lo que fue y es el diario El Comercio.