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Pla Ventura |
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España |
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18/04/2005 ] |
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HAN QUEDADO CLARAS MUCHAS COSAS |
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Ciertamente, como de todo lo que ocurre podemos extraer conclusiones, todo lo acontecido en Sevilla nos ha servido de soberana lección. En primer lugar y olvidándonos de absurdo triunfalismo en las tardes de “farolillos”, ha quedado claro que, en la Maestranza, sin la presencia de las figuras, también sale el toro y éste, como tal, ha sido capaz de propiciar éxitos legítimos que, con toda seguridad, enorgullecerán el ego de los toreros que en verdad han sido capaces de lograr el triunfo. Digamos que, en Sevilla, se han celebrado dos ferias en una. En la primera, como se sabe, ha salido el toro de verdad, los toreros machos y, toda la grandeza que este bello espectáculo puede propiciar; ahí están los éxitos de El Cid, Pepín Liria, Cepeda, Serafín Marín y otros más que, todos, han dado la medida de su grandeza como toreros válidos, justamente, enfrentándose al toro. Es curioso lo que explico de las dos ferias y, hasta me atrevo a decir que, los espectadores de la primera parte del ciclo o la feria del toro, como la queramos denominar, nada tiene que ver con la segunda mitad que, como se demostró, era todo un cántico a la parafernalia, al triunfalismo y a la mentira por doquier. Tremendo, pero cierto. Algunas orejas, en las corridas de verdad, se cortaban con sangre; es decir, costaban un mundo arrancarlas a la presidencia cuando, en honor a la verdad, los toreros, las habían ganado con buena lid. Por el contrario, ya en la segunda parte del serial, con figuras en los carteles, se regalaban orejas por doquier y, las figuras, engañándose a si mismos, se marchaban de Sevilla erigiéndose como triunfadores de la nada. Es verdad que, algunos como El Juli, listos como el hambre, se encargaron de que los medios de comunicación le cantaran su grandeza con el medio toro. Rivera Ordóñez protagonizó el más bochornoso de los triunfos; es decir, lo que era una vuelta al ruedo, un presidente caprichoso lo convirtió en un triunfo que no convenció a nadie; incluso los del clavel, cuando vieron a Rivera con las dos orejas en la mano, sintieron vergüenza y estupor. Jesulín fracasó en toda regla y, mientras no sea capaz de enfrentarse a un toro de verdad, lo que haga, nadie se lo tomará en cuenta. Enrique Ponce, como siempre, hasta le daba pases a una farola si en el empeño hubiera hecho falta. Y, la mejor de las conclusiones la sacó un torero muy válido que se marcha de Sevilla con la vitola de gran triunfador. Me refiero a El Cid. Tras dos salidas a hombros por la puerta del Príncipe, Manuel Jesús, quizás como premio a lo anteriormente llevado a cabo, acudía a una de las llamadas corridas comerciales y, pagó cara su osadía. Precisamente, El Cid, es uno de los toreros que, con el toro comercial, jamás dirá nada; por el contrario, con la grandeza que supone el toro de verdad, su toreo, se eleva a la gloria. Digamos que, Manuel Jesús, él sólo, ha dado la medida, la gran lección de lo que es y lo que no debe ser; triunfó con el toro auténtico y, fracasó con el toro de las figuras. La lección esta clarísima. Por si algo faltaba, el que hasta ahora era el plato fuerte, digamos que, el colofón final de la feria, caso de los toros de Miura, como todo el mundo ha coincidido, los Miuras ya no son tales y, como se comprobó, hasta olían a serrucho. Una pena que, los toros de Zahariche ya no sean tales y, lo que es peor, que salgan deformados a una plaza de toros, sin lugar a dudas, es la peor de las desdichas que puede soportar un ganadero de reses bravas. Esas humillaciones, en los ganaderos a modo, digamos que, sin aplaudirlas, hasta las comprendemos; pero que Eduardo Miura tenga que pasar por semejante bochorno, eso ya es colmo de las desdichas. Estas han sido las dos partes de la feria; el toro de verdad en primer lugar y, el triunfalismo bochornoso, en la segunda mitad. Cada cual, que saque sus conclusiones.
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