Era una de las corridas estrella de la feria de Sevilla y, a su vez, la TV nos daba la oportunidad de poder verla en directo. Estaba el maestro Rincón en el cartel y, la cosa prometía; no olvidábamos que el diestro colombiano, el pasado año, se alzó como gran triunfador del ciclo sevillano, justamente, con los toros de Jandilla. Para completar el cartel, Javier Conde y Rivera Ordóñez.
Pero como siempre ocurre, desdichadamente, en estos carteles de tronío, al final, todo es mentira. Uno, al ver todo esto, cierra los ojos, suele comparar y, la rechifla es monumental; quiero decir que, te acuerdas de la grandeza del toro íntegro y, al comprobar todo lo que pudimos ver ayer, a uno se le caen los palos del sombrajo. Los toros, en un gran porcentaje, sirvieron mucho. Es verdad que el viento molestó más de lo debido; pero no es menos verdad que, por ejemplo, Rincón, sólo estuvo voluntarioso, sin alma y sin reflejos. Conde estuvo birlongo y no quiso saber nada del evento parecía que estaba de espectador. Todos los toreros dejaron machacar a los toros en varas. ¿Se creerían los toreros que los toros eran de Miura o de Victorino? Eran, ante todo, los dulces jandillas; así de sencillo. Total que, entre el viento y los horribles puyazos, aquello apenas quedó en nada. Como digo, mejor no haberlo visto y, el disgusto, hubiera sido menor.
Siempre dije que Sevilla, en las tardes grandes de “farolillos” es una plaza vulgar, anodina y sin criterio. En esta ocasión, los hechos, una vez más, me dieron la razón. El otro día le negaron una oreja justísima a Fernando Cepeda y, ayer, le regalaron dos orejas a Rivera Ordóñez. Y, para colmo, al toro desorejado, le dieron la vuelta al ruedo. Terrible, pero cierto. Dos tandas de derechazos al hilo del pitón y un intento al natural sin mayor fundamento, como pudimos ver, sirvieron para que el ignorante público que ayer se congregaba en Sevilla le dieran las dos orejas a Rivera Ordóñez; hasta comprendo la ignorancia de los del clavel que, lógicamente, acudían a Sevilla a lucir sus mejores galas; lo que es lamentable es la actuación de un presidente absurdo que, con toda seguridad, debe ser pariente lejano de Rivera Ordóñez porque, de lo contrario, nadie puede entenderlo; igual, a su vez, quien sabe, hasta era primo segundo de Borja Domecq porque, darle la vuelta al ruedo al toro de Rivera, era otra insensatez. Aquello era una fiesta permanente; la fiesta de la mentira, del triunfalismo y del clavel en la solapa.
Por estas razones, a la hora de la verdad, los taurinos, que en verdad saben que el peso especifico de Sevilla es nulo, los triunfos en dicha plaza no sirven para nada; si acaso, para sumar en la agenda del toreo y poner, en su haber, unos trofeos conseguidos. Por esta razón, Rivera Ordóñez podrá estar todo lo contento que quiera estar; esa felicidad, no se la quitará nadie. Pero sus emolumentos como torero no aumentaran ni un solo euro por tarde tras lo de Sevilla. Obviamente, la situación no es nueva. A lo largo de la historia, sólo Curro Romero hacía prevalecer sus triunfos en Sevilla; pero no era por Sevilla, sino por lo que el diestro de Camas era capaz de hacer y crear. Al respecto de los triunfos en este coso, recuerdo hace muchos años cuando, Paco Ruiz Miguel le cortaba un rabo a un toro de Miura y, en aquel instante, el torero se sentía el hombre más afortunado del mundo. Pasaron los días y, cuando comprobó que, aquella hazaña no le sirvió para nada, su desconsuelo, era infinito. Sin embargo, los triunfos que Ruiz Miguel consiguiera en Madrid, tras los mismos, es cuando se le consideró, respetó y admiró; y lo que es mejor, cuando comenzó a ganar dinero de verdad.
Como explico, ayer, para Javier Conde, no era el día; no quiso saber nada y la bronca resultó, yo diría que, hasta graciosa. César Rincón, tras sus triunfos de apoteosis en Colombia, al parecer, de momento, no se encuentra a gusto en España. Confiemos que, cuando vaya a Madrid, se conciencie y, una vez más, volvamos a ver al Rincón heroico y emocionante. Y, Rivera Ordóñez, como explico, seguirá toreando por los pueblos y en plazas portátiles porque, su “hazaña” sevillana, la que no convenció a nadie y, mucho menos, a los millones de espectadores que, por TV vimos el fiasco.