Hace pocos días fui cordialmente invitado al foro anual de Fedetaurinas, entidad que agrupa la mayoría y más prestantes organizaciones de peñas e instituciones taurinas en Bogotá, en el cual se realiza el balance de la temporada taurina de la capital. La invitación era para juzgar la actuación de la autoridad en la pasada temporada bogotana. El balance giró en torno a la falta de un mismo criterio para juzgar las actuaciones de los matadores y a la laxitud del palco presidencial premiando exageradamente faenas normales, perdiendo de cierta forma la categoría de la plaza Santamaría.
Esto para enmarcar que siempre por acá en América creemos, o nos han hecho creer, que los premios de las faenas son exagerados, que se otorgan dos orejas por cualquier cosa, que se aplaude por todo, que los toreros a poco que lo quieran y se decidan salen en hombros con gran facilidad y nos han metido en la cabeza que en la península ibérica si son rigurosos, que allí nos dan cátedra, que si son serios, que dos orejas en América equivalen a una en España, que se premia lo que es. Pues de eso nada, porque luego de ver la corrida transmitida por la televisión española de la pasada feria de fallas de Valencia veo que lo de los premios desorbitados a actuaciones simplemente normales no es solo un fenómeno de este lado del charco sino que también ocurre en España y en plazas de primera, que es lo más grave.
En esa corrida, el palco presidencial premió de manera exagerada una faenita aseada y pulcra del por ahora renovado César Jiménez, en la que primó la forma de componer la figura y no el toreo bueno. El presidente, que tuvo la oportunidad de ser serio y plantarse en su sitio - se vio claramente por la pantalla cuando oteaba la petición del público y luego sonreía cuando otorgó las dos orejas - premió largamente la faenita de Jiménez sin ningún mérito para el doble trofeo. Como será que siendo el único matador que cortó las dos orejas a un toro en la feria luego no fue nombrado como triunfador de la misma.
Me quedé totalmente perplejo cuando en una plaza de primera categoría en donde uno supone que cumplen cabalmente con el reglamento y son absolutamente rigurosos y que los regalos de orejas no se dan, abrían la tómbola de regalos y premiaban en exceso la actuación de Jiménez. Pero aún más sorprendido quedé cuando vi como el público pedía ese segundo trofeo como si de un faenón se tratara. Porque también por acá creemos que el público que asiste a las plazas americanas es un público fiestero, poco entendido, al que le importa más la juerga que el toreo y que en España si van esos señorones entendidos al tendido, que saben mucho y que las faenas allá son seguidas de forma más seria y todo ese bla bla bla. Pues resulta que tampoco es así.
Todo es lo mismito que por estos lares. El público que creemos tan entendido en España se compone, como ocurre en América, de una masa que es mayoría, que va de paso a los toros, que muchas veces no sabe ni quien torea, que pide premios por todo, que se pone el clavel o asisten por moda y por otro lado están los aficionados, los verdaderos aficionados, que son un grupo reducido, que ve con absoluta impotencia como un público verbenero y aplaudidor los aplasta y conduce la fiesta al despeñadero.
Este público pasota, que lamentablemente es mayoría, ha sido conducido por una prensa condescendiente que les ha puesto por bueno un espectáculo falto de emoción y verdad, que no denuncia nada y acepta todo si chistar. Porque también quedé atónito con los dos comentaristas de la televisión española que ni se inmutaron ante el despropósito de la decisión presidencial, ni una palabra mencionaron para reprobar el doble trofeo, ni siquiera repararon en eso. Entonces se pierden las oportunidades para que el público aprenda que es lo que vale y que es lo que no. Si alguien desprevenido ve esa corrida y ve como premiaron a Jiménez, luego dará por bueno dos orejas por faenitas similares. Porque si eso es una plaza de primera !! y en España!!. Pues anda, que ahora nos la vamos a tirar de serios.
En el momento actual que vive la fiesta es menester de los palcos presidenciales, sobre todo de las plazas que se dicen de primera, no solo impartir autoridad y hacer que el reglamento se cumpla sino educar al público para hacerle conocer lo verdaderamente valorable, poniéndose en actitud rigurosa y empezar a premiar las cosas como son para conducir al espectáculo para donde debe ir. Ese es uno de los caminos para sacar a la fiesta del atolladero en que se encuentra.
Ya lo decía uno de nuestro directores, Pla Ventura, que cortar una oreja en Valencia no tenía mérito y ahora parece que cortar dos orejas tampoco. No me imagino como será entonces en otras plazas de segunda y tercera categoría si lo que ofrece Valencia está tan barato.
