Se cerraban hoy los actos más importantes de la Semana Santa y no eran buenas fechas para convocar la presencia de Santa Coloma en Madrid. Había mucho que hacer en otros terrenos y "Santa Coloma" no estaba para que la empresa de Madrid la llamara a presentarse; además, sin saber muy bien la hora a la que había que venir.
Una vez dicho esto, cabría la posibilidad de que les relatara, uno a uno, el juego de cada astado de los lidiados en Las Ventas esta tarde. Posiblemente, sea el día que mas notas he tomado y seguramente sea la vez que menos caso haga a las mismas, por innecesario, para describir lo sucedido en esta corrida concurso que con tanta ilusión programó la empresa y que tan desolados nos ha dejado a todos.
A la gran idea, le sucedió el gran fiasco. Nada de lo que en previsión lógica imaginamos todos, ha sucedido y sin embargo, antes de seguir escribiendo, quiero trasladar mi apoyo a que se vuelva a celebrar otra pronto. Dicen que “una mancha de una mora, con otra verde se quita” y a esa tarea debe aplicarse Taurovent para no dejar ese manchón sobre lo que fue una gran idea. Sólo persistiendo se logran éxitos y como estamos convencidos de que era todo un acierto, hay que seguir intentándolo.
Los toros, unos más y otros menos, no han dado la medida de lo esperado. Sólo el victorino fue aplaudido en el arrastre, del mismo modo que fue pitado el de Escobar; los demás, todos silencio al llevárselos las mulillas. El victorino destacó por acudir alegre tres veces al caballo del picador, al que desmontó en el tercer encuentro; luego su codicia y su casta la puso al servicio de su causa y no permitió que Encabo lograra meterle en la muleta sin constantemente medirle y buscarle. Si era difícil por el derecho, por el izquierdo era imposible.
El de Escobar fue otra cosa: un manso de libro, huidizo de todo y con enormes ganas de saltar al callejón. Entre carreras y cabriolas aconteció su paso por el ruedo en el primer tercio y ya en banderillas se puso avisado tras de hacer hilo con Manolo Coronas, para después arrollar a Vilches en el trasteo inicial, dejándole hecho jirones la chaquetilla y la manga de la camisa. Los demás, pues mal sin paliativos y mejor no hacer memoria para que puedan tener otra oportunidad.
Los toreros con ese material, distinto al que seguro hubieran deseado, poco pudieron hacer, si bien pecaron de desánimo en muchos momentos ante la situación. Esplá tuvo un toro, La Quinta, que iba bien por el izquierdo y se empeño en una faena derechacista. Cuando quiso coger la izquierda el trasteo subió de tono, pero ya era tarde. Con el de Adolfo Martín, nada ante el toro más soso que le recordamos a este ganadero. Palmitas y pititos de desaprobación fue su balance final.
Encabo se notó que venía con moral, si bien el de Victorino se la terminó de quitar. Y no solo en la muleta, pues ya en los lances de recibo no había forma de parar de embestir; eso sí, con cierta guasa. En el otro de San Martín, que además de soso no tenía fuerzas, se terminó de acabar la moral. Silencio en su lote.
Luis Vilches, pechó con el inválido de Cuadri, muy tardo y que se acostaba a poco que le dejaran. Sí fueron buenos sus lances de recibo a la verónica sobre todo por el lado izquierdo. En el de Escobar, ya hemos comentado que fue atropellado y tras el susto, su arrojo y decisión hicieron que el público reaccionara a su favor. Nada se podía hacer y nada hizo, pero esos deseos y empeño le sirvieron para recoger una ovación en el tercio. En el anterior fue silenciado.
En cuanto a los premios previstos para el concurso, se quedaron desiertos aquellos que son los que de verdad dan caché a una corrida de este tipo; es decir, mejor toro y picador. Fatales todos los picadores, incluso llegando al petardo que pegó Aurelio García, quien fue justamente abroncado por el público. También fue desierto el del mejor subalterno lidiando. Solo se concedió el premio a la mejor cuadra de caballos de picar, al francés Alain Bonijol, representante de la cuadra de Nimes. Así mismo, se le concedió a Vilches el de matador que mejor lidia hubiera hecho. Nuestra opinión, es que también podría haber quedado desierto.
Santa Coloma, como Santa Claus, tiene tareas que cumplir y cuando están muy ocupados no parece prudente convocarles, pues o no vienen o se presentan muy cansados. Eso sí, siempre merece la pena convocarles, pues acertando en la fecha, son pero que muy de fiar.