Errar es humano, dice un conocido refrán y, es una verdad como una catedral y, para muestra un botón: quien esto subscribe en su último artículo, llevada por la escasez de tiempo, envió un viejo artículo, en lugar de aquel que debió de mandar. Error que, por ser público, públicas son también las disculpas.
Error semejante o quizá, (para consuelo de la firmante) peor sería que fuera realidad aquello que se rumorea: … ¡que vuelve a los ruedos José Ortega Cano!. Máxime cuando tras su retiro inicial, su regreso fue un fracaso y una decepción.
Fracaso para el matador que, en un momento dado de su carrera, paladeó las mieles del triunfo casi cada tarde y, una decepción para los aficionados que apreciamos su toreo reposado y serio porque, ya no toreaba ni con reposo, ni con seriedad; al verlo en el ruedo, casi se podía paladear el miedo.
En la entrevista que Plá Ventura hace al Maestro Víctor Méndez dice el matador que, dejar de torear es más que difícil y, ¡que duda cabe!, debe de serlo y mucho, pero; el torero debe de ser, ante todo, un amante de la verdad: de la verdad en los toros que enfrenta, de la verdad en su propio toreo, de la verdad en su existir frente al público, la crítica y ante todo; ante ese crítico implacable, como bien apunta el Lusitano, que es el propio yo.
José Ortega Cano nos regaló a los aficionados muchas y muy buenas faenas, sufrió mucho para encontrar su lugar en el difícil mundo del toreo pero, cuando lo logró, lo hizo con rotundidad. Se retiró, en apego a su verdad, a la verdad misma del toreo, cuando, estando en lo mejor de su carrera, veía venir el inevitable declive.
Hasta ese momento, todos los aficionados guardábamos en esa, tan frágil memoria taurina, recuerdos de tantas y tantas faenas de postín con que nos llegó al alma, pero… ese mal retorno, borró los buenos recuerdos, dejando en mente solamente las últimas tristes presentaciones, en detrimento, únicamente del matador y de lo que, hasta entonces, había hecho.
Para aquellos aficionados que, aún recordamos con cariño y emoción muchas faenas del que fuera Maestro Ortega Cano, (aún en contra de su malhadada reaparición), el solo pensar en verlo de nuevo: pasado de peso, escaso de coraje, aliviándose con el pico de la muleta, dejando que sea su peón de confianza el que lleve el toro al caballo y, otras “cosicas” de aquellas que decoraron su vuelta, se nos pone la piel de gallina.
Ojalá que sean solo rumores, que el Maestro no se deje marear por los sueños de épocas pasadas y que, se quede donde está; en el buen recuerdo de tantos aficionados que lo vimos siempre, en su buena época con placer y expectación.