Este título, que bien podía ser el de una película, se ha convertido en una serie, cuya continuidad está por ver. Gana cada día más audiencia, si bien no goza del favor popular. Este preámbulo, como ya han adivinado cada uno de ustedes, no tiene nada que ver con el cine ni con la televisión, pertenece al mundo de los toros y al de un torero en particular: Manuel Jesús “El Cid”.
Ignoramos quién o quienes le ayudaron a buscar un apodo tan elocuente, si bien dicha elocuencia lo que hace es traicionarse permanentemente. Si el mítico Rodrigo Díaz de Vivar, a quien primero se le llamó El Cid antes que a Manuel Jesús, hizo del manejo de su tizona una leyenda, nuestro torero sevillano va camino de hacer también leyenda con la suya.
Ayer, sin ir más lejos. En Valencia, una vez más la espada -o habría que decir mejor, su mal manejo- le jugaron otra mala pasada, ¡y van!. Posiblemente no haya torero que haya errado tantas veces y en momentos tan importantes con el uso del estoque. Tanto es así, que cada vez que la monta para realizar la llamada suerte suprema, corren ya apuestas por los tendidos, como si lo que ha de acontecer sea un producto de la suerte.
Mucho nos tememos que no. La suerte, veleidosa, se nos acerca o aleja alguna vez en la vida, pero no puede ser el muro donde depositemos nuestras permanentes lamentaciones. Suelo decir que: el presente de indicativo del verbo querer es: yo hago. Y lo sostengo, pues la firmeza y determinación para conseguir las cosas, debe ir unida a cuanto haya que sacrificarse para lograrlo. Con esto no quiero decir que Manuel Jesús no quiera, todo lo contrario, nos consta; pero está claro que no hace todo lo que hay que hacer para lograrlo.
Desde la propia disposición mental a la física, algo no hace bien, pues no es posible que esta circunstancia le venga sucediendo con tanta frecuencia. Revisar los aspectos técnicos es, por supuesto, obligado, pero yo me inclino mucho más por los psicológicos. Enfrentarse a ese momento, deberá hacerlo sin ni tan siquiera pensar que puede errar. ¿Cómo es posible, que uno de los que mejor ejecuta el natural, deje de ser natural al momento de entrar a matar?. La muleta continúa en la misma mano y si sabe manejarla, en el cruce sólo debería seguir toreando como previamente ha demostrado que sabe hacerlo. La mano derecha deberá apuntar arriba y el resto, sólo será cosa del corazón que habrá de latirle a ritmo de triunfo.
Cierto es que para los que amamos el toreo, dicha suerte no es precisamente la que más se nos queda mayormente en la memoria, sino aquellos otros momentos donde la magia del arte de torear tuvieron su encuentro; pero para él y su carrera profesional, el culminar los bellos momentos, las faenas importantes, es obligado hacerlo con estocada certera. No necesitamos las orejas los que ya hemos disfrutado del toreo, pero sí ha de necesitarlas él para desequilibrar a su favor la relación con los empresarios.
Además, también nos interesa a todos, pues siempre son mejor disfrutados los triunfos toreando, culminados con la gran estocada. Por otro lado, necesitamos de El Cid, un buen torero con capote y muleta, que posiblemente en estos momentos sea el más interesante del escalafón para la presente temporada. El pasado año lo dejó todo entreabierto y a los aficionados esperándole. No es momento de estropearlo con el manejo de la espada. También los aficionados necesitan renovar sus preferencias en el escalafón con toreros tan capaces.