Se dice que vuelve Morante, ¿podrá ser cierta tanta dicha?. Esperamos que sí, aún y a pesar de que, en la plaza Quiteña fue poco menos que nada lo que se vio, de este torero mágico.
Hay toreros y toreros; todos, sin lugar a dudas tienen en el corazón, en la esencia misma de su vida, la pasión por el toreo; pero cada uno la expresa a su manera, con su particular forma de entender el arte de torear.
Hay toreros sobrios, de aquellos que se embeben en su quehacer y que, casi, se podría decir que se han olvidado de los miles de espectadores que los miran desde las gradas, toreando solo para ellos, enfrascados en su quehacer con, hay que decirlo: un cierto dejo de frialdad. Los hay que tienen dentro de sí un “showman” que, en todo momento están mirando las gradas para ver, qué cala más en el público, de manera de decantar su faena hacia aquello que, ven y palpan, está gustando, sea o no su faena soñada, es decir, acoplan su quehacer al sueño de la masa.
Y los hay de arte puro, arte que nace de dentro del alma y son los que, no se acuerdan, ni del público, ni de si mismos; solo se acuerdan de torear, de embeberse ellos en cada embestida, de vibrar al unísono con el toro, de sentirlo más que torearlo, de palparlo más que lidiarlo, de confundir sus trastos con el negro testuz del toro, sus sueños de triunfo, sus más grandes anhelos con el pasar y repasar del animal por los trapos de torear…
Por supuesto, no es Morante el único con estas cualidades, está por poner un ejemplo, Ruiz Miguel que, a fuerza de soñar el arte; torea poco, muy poco y claro, porque no es de los toreros que llenará las plazas, porque; esos son más “entretenedores” que toreros y son los que llenan bolsillos de empresarios, mientras que los artistas, si no tienen suerte, torean para unos pocos soñadores de la fiesta que, aún quedamos.
Repetimos, no es Morante el único, pero él ha tenido más suerte; de alguna manera ha logrado que su arte cale aún en ciertos públicos ávidos del mero espectáculo, fue esa habilidad, (quizá su sentir tan profundo, que lo transmitía a las gradas); el que le permitió estar siempre en lo más alto, cotizado siempre en carteles de postín de las ferias grandes.
Hoy tendrá que luchar contra la mala memoria de los aficionados, se alejó; dejó muchas expectativas frustradas y aquellos que lo seguían, ante su ausencia; hoy seguirán a alguien más. Esto solo puede significar que recomienza de cero, que arranca de un punto muerto y tiene que recorrer el largo y duro camino una vez más, comenzar la dura tarea de subir escalón por escalón y ahora, con nuevos y llamativos toreros pisándole los talones o adelantados a su quehacer.
Si se decide a volver definitivamente, a regalarnos su arte, su cadencia, su pasión; que lo haga con pleno convencimiento, que lo haga como torea cuando se acomoda; con el corazón en la mano porque, a Dios gracias, la memoria es flaca para lo bueno, pero también para las decepciones y, aún habemos “Morantistas” que queremos verlo, una vez más en los ruedos, regándolos con su poesía de capote y su fantástica prosa de muleta.