En estos días en los que se ha de cumplir un año de tu marcha, quiero decirte, querido José García Sánchez, que no te olvidamos. Quiero que sepas que, según se acerca el día del aniversario de tu marcha, hemos acumulado mas de trescientos sesenta días de tu ausencia. Nunca pudiste imaginar lo que suponía tan larga ausencia. Y mucho menos, las razones de la misma.
Aquí, los que nos quedamos, entre los que se encuentra Conchi, tu mujer, cada momento, desde que amanece hasta cuando el sueño nos rinde, tenemos muy presente la inutilidad de tu marcha. Algo tan inútil, cuyo origen desconocemos, aunque sabemos muy bien el desenlace. Un desenlace que nos dejó huérfanos a muchos: a todos los españoles.
No se si allá, donde estés, pasan noticias, pero aquí tampoco llegan. Sabemos que en los trenes que llevaban tan lejos aquel día, dejaron unas mochilas asesinas. Pero nadie sabe la razón de elegir ese día. Ni por qué los explosivos los facilitaron, por kilos, unos españoles a unos cuantos marroquíes, que sí parece que fueron los que los colocaron tan cerca de ti, tan cerca que ni tiempo tuviste para saberlo. Cuantos más días pasan, menos sabemos. Sólo tenemos la certeza de que tú y otros ciento noventa y uno no están con nosotros desde ese día.
Querido José, ni siquiera recordarás que había elecciones tres días después, pero te cuento que se cambio del todo el gobierno que tenías el día que te marchaste. Te lo digo por si allí no hay noticias. Tras ello, como hacen siempre los políticos, crearon una comisión de investigación para no investigar nada y aquí estamos, tras de un año de pena, añadimos otra pena por algo que debería ser la máxima obligación de ellos. Al menos yo así lo pienso; una comisión tiene que llegar hasta las últimas consecuencias y no llegó ni a la esquina.
También recordarás que había en España una Asociación de Víctimas del Terrorismo, pues no se te oculta que aquí ETA llevaba dejando un rastro de muerte desde tiempo atrás. Como consecuencia de tu marcha y las de los otros ciento noventa y uno, muchos se apuntaron a esa asociación, pero se creo otra, aunque yo no alcanzo a saber muy bien el porqué. Esta nueva asociación, pidió públicamente que se cerrara la comisión de investigación (?) en un acto emotivo y doloroso; pero ayer mismo, cuando se redactan conclusiones de la nada de esa investigación, la misma presidenta reclama y proclama que está atónita por no haber seguido investigando el tema de los explosivos de Asturias. La otra asociación, la de siempre, ha mantenido firme la idea de que la comisión no llevaba a ninguna parte para averiguar la verdad. Triste episodio este también de las asociaciones paralelas, o quizás habría que decir para-lelos. En cualquier caso, malo para perpetuar vuestra memoria, que debería ser mucho más limpia, diáfana y transparente.
Demasiadas interrogantes, querido José, cuando tú no te merecías ninguna. Para salvar tal afrenta que acabó con tu vida, sólo existe un lugar por donde se restañe la herida: por la verdad absoluta y el conocimiento de quienes tan minuciosamente prepararon una masacre para cambiarlo todo. ¡¡Joder!! y tu dirás ¿y no pudieron dejarlo como estaba?. Mientras no tengamos delante de la justicia a quién o quienes planearon todo y conozcamos cuales eran los objetivos, lo único que sabemos a ciencia cierta es que cambió el partido que gobernaba. Más no te puedo contar. Tampoco merecía la pena tu vida, y la de tantos, para tan simple y pobre resultado.
Te digo esto, pues no se conoce otra consecuencia de aquello tan brutal que nos dejó muertos a todos los españoles, pero que sólo vosotros, un par de centenares, no tuvisteis la suerte de que os concedieran una prórroga para seguir jugando a la vida. Quedan muchas interrogantes, pero son, serían tan dolorosas que prefiero no contártelas, no las entenderías. Como muestra, y sólo una, te diré que tres años antes unos asturianos -eso que deja atónita ahora su no investigación a la presidenta de la nueva asociación- ya buscaban gentes que supieran cómo montar esos “juguetes” asesinos con los que segar tu historia y la de tantos otros que todavía os quedaba mucho para escribirlas.
Querido José, perdona mi atrevimiento al dirigirme a ti, pero ya sabes que te elegí cuando tuve conciencia de tu nombre y apellidos, para hacerte propio y para hacerte, en mi medida, justicia. En ello estamos y yo soy de los que seré paciente y esperaré lo que haga falta para que tú y tu familia sepáis las razones que os separaron. Entre la verdad oficial y la otra solo existe un trecho. Un trecho que hay que recorrer, si nadie se interpone en la vía. Por eso iremos despacio, andando, ya que a los trenes los paran antes.
Con mi cariño y mi recuerdo para siempre José.