Corta pregunta, pero que me he hecho en numerosas ocasiones, cuando después de una faena y de cierto despego por mi parte hacia la realización de la misma, observo como el matador que la ejecutó, pasa por delante de mi localidad, en señal de triunfo, -como parte de una vuelta al ruedo que ha iniciado y terminará si no las arroja antes- con dos orejas en sus manos como recompensa a una faena y un trasteo que no me ha dicho nada, pero nada de nada.

¿Y ...?, esa es la pregunta, que también puede cambiarse por ¿Cómo?, ¿Por qué?, y cientos de otras más que al final nos llevan a la deducción, de saber que hay muchos, -por cierto, cada vez más- toreros que realizan faenas en las que no dicen nada, pero que les lleva a cortar orejas que al final es lo que cuenta, por lo menos para ellos, de cara al escalafón. ¡Pero que equivocados están! Eso no cuenta para nada, porque al final lo que queda, temporada tras temporada, en la cabeza de los aficionados cabales (que al fin y al cabo, son a los que hay que convencer), no son más que tres lances allá de fulanito, aquellas tandas de menganito, esa media, ese andar, ese saber estar, esos trincherazos, y otras muchas cosas, que sólo unos pocos agraciados toreros, que tienen el don (bendito don) de hacer estremecer en el asiento, no sólo a la persona física que allí se encuentra, sino lo que es más importante, remover su interior y hacer retorcerse el alma de aquel aficionado, que nunca volverá a olvidar aquellos lances, muletazos o lo que fuese aquello que le hizo soñar.

De esta manera, no es necesario estar 10 años o 12 o 1000 en “figura del toreo” (gracioso calificativo, por cierto), más que nada porque al final, si durante todo ese tiempo, lo que se ha estado haciendo es siempre lo mismo, durante todo el tiempo y de la misma manera, llegaremos a la conclusión de que realmente, se es “figura” del toreo, cuando uno deja esa profesión en la que ha mandado durante tantos años; para pasar a ser en ese momento, de verdad, FIGURA, pero no del toreo, sino de un frágil cristal. Sí, una figura de cristal que nos ha estado engañando, durante mucho tiempo del presente, pero que no ha calado en el interior del sentimiento; por lo que su presencia, una vez ya no están en activo, es tan débil como el cristal y en cualquier momento corren el riesgo de caer y romperse en el olvido: Un olvido, por cierto, que es el que hubieran merecido desde el primer día y al que no han estado sujetos, aprovechándose de esa situación para volverse cómodos y ventajistas.

¡Qué lastima!, con lo bonito que hubiera sido, que pasados los años, no sólo les recordáramos por los datos estadísticos, sino por algo más. Aquello, al final, no va a ningún sitio; bueno sí, va a algún sitio. Va,  a ese sitio perdido donde se encuentran, de momento, los otros que no salen en las estadísticas por arriba, que no torean 100 al año, que no son figuras durante 10, que no salen en los papeles todos los días, pero que sí, ellos sí,  son capaces de ser parte muy importante del alma y el sentimiento del verdadero toreo, que al fin y al cabo debe ser eso: SENTIMIENTO Y ALMA, esos sentimientos por los que  hay que romper las estadísticas y escribir de ellos en los papeles todos los días, hacer ese periódico diario del corazón del aficionado taurino, que no tiene fecha de caducidad.