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Antolín Castro  
  España [ 15/11/2000 ]  
LA RESERVA DEL TOREO (III) - ANTOÑETE

ANTOÑETE: EL MAGISTERIO DE LOS 80

(Nota.- Publicado originalmente en “MT” con fecha 22 de Noviembre de 1983.)

Una semana mas, en estas páginas de Mundo de los Toros, nos disponemos a ir engarzando un eslabón en la cadena que configura nuestra RESERVA DEL TOREO. Manolo Vázquez y Joaquín Bernadó, nos ayudaron la semana pasada a comenzar. Con sus preciados eslabones, que hemos agarrado fuertemente para que no se suelten, iniciamos la gran andadura que nos hemos propuesto, su reciente historia, era merecedora de nuestro homenaje.

Hoy, nos aferramos ya a los toreros veteranos que quedan en activo, que ya dijimos en la presentación, son casi los únicos que conservan en sus formas de interpretar el toreo, EL ARTE DE TOREAR. Son esa “especie” que queremos conservar, para que se pueda reproducir en el futuro. A los que queremos proteger, para que su ejemplo en los ruedos pueda tener la continuidad deseada; al tiempo que logran, que mantengamos intacta nuestra afición. Para mantener el necesario “orden de lidia”, contamos esta semana con la presencia del maestro madrileño: ANTOÑETE.

Antonio Chenel Albadalejo “ANTOÑETE”, nace en Madrid, junto a la “catedral” del toreo el día 24 de Junio de 1934. Influenciado por el contacto permanente con la plaza de Madrid, descubre su verdadero camino,  empezando su andadura prontamente. Su debut con picadores se produce el día 18 de Febrero de 1951 en Barcelona y se presenta en “su plaza” de Madrid, el día 5 de Junio de 1952. Desde ese momento todo está muy claro, no quiere ser torero, es TORERO, que no es igual. La alternativa la toma el 8 de Marzo de 1953 en Castellón de la Plana, concediéndosela Julio Aparicio y actuando de testigo “Pedrés”; el toro se llamaba Carvajal y estaba marcado con el nº 54, siendo de la ganadería de Francisco Chica. Su confirmación se produce el día 13 de Mayo de 1953, en esta ocasión es padrino Rafael Ortega, siendo el testigo Julio Aparicio, el toro que le ceden atiende por Rabón, nº 9 de la ganadería de Alipio Pérez Tabernero. El torero del mechón blanco, como cariñosamente se le ha llamado, ha sido y es un maestro del toreo. Siempre se ha prodigado con una gran calidad, pero tuvo que retirarse hace años, cansado del poco sitio que querían darle, para volver con la fuerza y la seguridad que da el haber nacido torero y ganarse, por lo que de enseñanza ha tenido su vuelta, el calificativo de: EL MAGISTERIO DE LOS 80.

Decíamos en la presentación de esta aventura que, sin duda, representa un serio esfuerzo en la exaltación de los valores auténticos del toreo, que en ANTOÑETE íbamos a comprobar la importancia de su vuelta. Pues bien, vamos a intentar explicar a nuestros lectores los detalles y pormenores del éxito de su vuelta a los ruedos.

Nos situaremos en los comienzos de la temporada de 1981. Las agencias y teletipos, informan a los aficionados de la próxima vuelta a los ruedos del torero madrileño. La noticia es recibida en los ambientes taurinos con cierto escepticismo, no exento de fina ironía, aunque una simultánea expectación embarga a los buenos aficionados, que ayunos durante los últimos tiempos de sentir EL TOREO con alguna regularidad, dado que sólo existen “figuras” y los pocos que practican EL TOREO, con mayúsculas, o no se prodigan los que torean a menudo, o los tienen arrinconados sin piedad.

Todo tuvo una respuesta clara y contundente. El famoso “mechón blanco” se había hecho más grande, de igual forma se había agrandado su toreo. Su fragilidad se ha convertido en un “saber estar” ejemplar. Su ya conocida torería, ha quedado impregnada de una gran maestría. Su empaque torero ha adquirido, con el paso de los años, un sabor a vino viejo, tiene más grado y solera. En resumen, es nuestro conocido ANTOÑETE, pero se adivina que no viene solo, trae entre sus manos la batuta del maestro, que ha de dirigir los presentes y futuros destinos del toreo por la senda de la autenticidad, que tanto añorábamos los que de esta bendita afición, hemos hecho profesión de fe. Con él comenzamos a vislumbrar el cambio, la vuelta a sí misma que necesitaba nuestra Fiesta. Su ejemplo será clarificador y suponemos que todos han de sacar las debidas consecuencias, que nos lleven a recuperar, de una vez para siempre, la senda de la que nunca nos debieron de apartar. He dicho: “debieron”, y lo digo a conciencia, pues nunca fuimos los aficionados ni los amantes de la verdad del toreo, lo fueron quienes pretendieron, pretenden y, si no lo evitamos, van a seguir pretendiendo darnos “gato por liebre”, en beneficio de sus únicos intereses, pues promocionan a los que quieren, en la seguridad de que no encontrarán oposición, pues malamente les van a dañar sus intereses, quienes saben que, por sí solos, no tendrían fuerza ni para dar los primeros pasos en EL ARTE DE TOREAR.

Como hemos dicho anteriormente, ANTOÑETE no venía sólo, traía la batuta del maestro que se erige en director. Además, fuimos comprobándolo después, en su andadura posterior por los ruedos hispanos, venía cargado con una responsabilidad, que él ha sabido asumir con las garantías precisas, todo ello avalado por unas condiciones como torero que siempre tuvo, pero que ahora han querido “descubrir”. Las lecciones que de su maestría han ido impregnando las plazas en las que actúa, no son necesarias que sean relatadas una por una, pues el arte no se relata, sino que se percibe a través de la vista, pasa el filtro del cerebro y se refleja en las fibras más sensibles del hombre, el que a su vez lo “graba en el video” para su recreo posterior, pues es imperecedero. Como ejemplo basta un botón: nadie olvidará la media verónica que ejecutó en la pasada Feria de San Isidro.

De ANTOÑETE, podríamos enumerar un sinfín de virtudes que adornan su calidad torera, pero no va a ser necesario, nos bastará con saber algunas de ellas, para darnos perfecta cuenta de su personalidad. Digamos, antes que nada, que en su avanzada edad se adivina una de sus mayores virtudes. Solo alguien que atesore unas cualidades innatas, podrá desarrollar, sin una ayuda imprescindible de juventud y facultades físicas, un tan difícil arte como lo es EL TOREO. Hasta ahora, todos creían que era una profesión para jóvenes y así es si se está ayuno de arte, pues todo se ha de basar en las buenas condiciones físicas.

Otra virtud a tener muy en cuenta, será su serenidad en la plaza, lo que en el argot se llama “saber estar”. Esta cualidad es muy necesaria, pues el aficionado sabe advertir y valorar cuando el torero es dueño de la situación, adecuando su actuación en cada momento a las condiciones de las reses, sin demostrar en ningún momento una cierta inseguridad o duda. La relajación, es otra necesaria virtud que debe poseer todo artista. ANTOÑETE la tiene y nos lo demuestra con  su toreo, donde nada es forzado ni amanerado, todo lo realiza con la naturalidad del que sabe lo que quiere y lo plasma, basado en su sentimiento y en la técnica adecuada. Por supuesto, no nos vamos a olvidar del valor, mucho más necesario para torear cuanto más natural y relajado se interpretan las suertes del toreo, pues resulta más difícil la rectificación de la posición inicialmente adoptada por el torero, al encontrarse los músculos en su posición menos tensa y, por tanto, menos predispuestos a obedecer los impulsos-reflejos.

Otras muchas cualidades adornan al torero que hoy visita nuestras páginas, pero ellas merecerán comentario en la personalidad de sus próximos compañeros, que también las atesoran y nos las revelarán en sus respectivos comentarios. Para nuestros lectores, hemos recorrido otro eslabón de la cadena y para ANTOÑETE, nos permitimos el pedirle que no abandone la batuta que conlleva su magisterio, trayéndosela consigo en su entrada triunfal en LA RESERVA DEL TOREO.

Con la satisfacción que nos ha producido, en esta andadura cargada de ilusiones y esperanza, el paso de ANTOÑETE, cuyo eslabón de “magisterio y oro” ha quedado engarzado en la cadena, creemos cumplido un deber y un deseo, cual es, que EL TOREO no se pierda. Muy al contrario, con la ayuda de otros toreros, que pasarán también por estas páginas, se revitalizará y se podrá “reproducir”. En este anhelado deseo, ha sido creada esta serie, que constituye LA RESERVA DEL TOREO.

La próxima semana: CURRO ROMERO: LA LLAMA QUE MANTUVO VIVO EL FUEGO DEL TOREO

 
   
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