En el día de ayer, en la plaza de Castellón de la Plana, por fin, pudimos ver un gesto de torero auténtico por parte de Julián López El Juli. Y, su gesto, no vino dado por las maravillas de su toreo, pero sí por su dignidad y respeto al público puesto que, tras haberle concedido una oreja con minoritaria petición, cuando empezaba a dar la vuelta al ruedo y comprobar la rechifla que se armaba en los tendidos en su contra, el hombre, en un ataque de humildad, decidió meterse entre barreras. Sin lugar a dudas, este tipo de decisiones son los que le granjearán el respeto por parte del público que, tras haber pagado, sigue siendo soberano.
Quiero pensar que, la pobreza artística que ha tenido dicha feria hasta el día de hoy, ello, ha incitado al presidente a regalar las orejas porque, de cara al exterior, que pasen las tardes y no se conceda ninguna oreja, en honor a la verdad, tampoco dice mucho de una feria determinada, en este caso, de la feria de Castellón. Bien es verdad que, el presidente de los festejos, por aquello de el qué dirán, no puede conceder orejas que, luego, las protesta el público y, como se ha comprobado, el propio torero, en un arranque de humildad, tira el trofeo y se guarnece entre las barreras.
Al final, aunque exista un presidente rumboso a favor de los toreros, es el público el que se pronuncia y, como en este caso que aludo, por el simple hecho de complacer al torero, es muy poco bagaje para que, la seriedad de este maravilloso espectáculo se venga abajo con estrépito. Habrá que matizar que, el presidente de Castellón, hace unos días, se llevó una sonora bronca porque no accedió a la mayoritaria petición para darle un segundo trofeo al novillero Julio Benítez; y no quiero pensar que se la negó por ser hijo de su padre y, como digo, ante El Juli y tres docenas de pañuelos despistados, no dudó en darle el trofeo. Pobre trayectoria la de este señor presidente que, con sus acciones, devalúa una plaza digna como la de Castellón.
Me impactó El Juli. Ha madurado como persona y, su acción, dice mucho en su favor. Algunos, inocentemente, le siguen pidiendo que ponga banderillas y, Julián, sabedor de sus limitaciones con los palitroques, decidió olvidarse de este menester y, era lo mejor que podía hacer. Sus banderillas a toro pasado eran dignas de pena. ¿Solución ante el problema? Olvidarse de dicha suerte porque, para ser figura del toreo, no hace falta poner banderilla alguna; y si las ponen, que las ponga El Fandi que, en dicho tercio, es todo un acontecimiento.
Los fracasos en cadena que ha cosechado El Juli en México, en el peor de los casos, le han servido como hombre y, su actitud como persona, como explico, es digna de encomio. Es verdad que, en el ruedo de Insurgentes, en la corrida del clavel, El Juli, hasta indultó un toro. Pero esa tarde no era nada serio lo que allí acontecía puesto que, los que acudieron a dicha corrida, saben de toros lo mismo que yo de decir misa. Nuestros compañeros mexicanos, así lo cantaron. Ahora, como hemos visto en Castellón, tenemos a El Juli de siempre; afanoso y voluntarioso; sin otro argumento para destacar. Pero entiendo que, el hombre, ha sabido ver sus limitaciones y, eso ya es digno de tener en cuenta. Convengamos que, en otro momento, El Juli, ante una acción similar, se hubiera enfrentado al público y, en esta ocasión, su decisión, para mi, resultó ejemplar; y para todos los aficionados que, una vez metido en la barrera, le dedicaron unas palmas de cortesía. Tenemos al mismo torero vulgar de siempre porque, de la noche a la mañana, no puede cambiar; ni él, ni nadie. Pero si nos hemos encontrado con el hombre humilde y consecuente con todas sus limitaciones que, con toda seguridad, le granjearán el respeto que nunca antes había tenido por parte de los públicos.
Justamente, a través del respeto, El Juli, de proponérselo, podría llegar a llevarse eso: justamente, el respeto de los aficionados. Pero todo eso solo puede venir de la mano de la verdad y de la autenticidad; matando medias corridas de toros, jamás lo logrará. En mi larga trayectoria de aficionado, he conocido a decenas de toreros que, sin ser tan artistas como Roberto Domínguez, con su valor y su verdad, fueron capaces de granjearse el respeto y, hasta la admiración de los aficionados y, esa debería ser la línea a seguir por parte de El Juli que, como explico, ha sido capaz de madurar como persona y, no me cabe duda, sabrá el camino que ha de elegir para ser un torero respetado.